EL PAíS › OPINION
› Por Miguel Angel Ferraro *
El sociólogo Erving Goffman (1922-1982) acuñó el término “estigma” y nos refiere que el mismo describe una condición, atributo, rasgo o comportamiento que hace que su portador sea incluido en una categoría social inferior y negativa para el resto de la sociedad. Me interesaría relacionar dicho concepto con las propuestas sobre seguridad del candidato a jefe de Gobierno de la ciudad por el PRO, Mauricio Macri, propuestas expuestas en la página oficial de su partido.
El candidato pretende coordinar todos los programas sociales en una Agencia de Prevención del Delito, que tenga por finalidad la inclusión social. Los mismos tendrán como objetivo a “jóvenes” con programas educativos y laborales, “personas adictas” con programas de tratamiento y recuperación de adicciones y “villeros” a través de programas de urbanización de villas. Nadie puede discutir que el Estado tiene que tener políticas activas de inclusión social para jóvenes, personas que sufren alguna adicción o grupos carenciados, sí es discutible cómo se realizan y quién las realiza.
En la propuesta del PRO podemos ver que si la acción la lleva a cabo una agencia para la prevención del delito, las personas que pueden ser generadoras de delito son los “jóvenes”, los “drogadictos” y los “villeros” y, por lo tanto, se está estigmatizando a estos grupos como posibles “delincuentes”. Las políticas sociales, según Macri, no son para garantizar la ciudadanía, es decir, el acceso universal a bienes públicos esenciales –como el trabajo digno, la educación, vivienda, la salud–- consagrados en la Constitución Nacional, sino para prevenir el delito. ¿O sea que si no se tratara de “grupos de riesgo delictivo”, el Estado no tendría ningún tipo de política que garantice su ciudadanía?
Es “curioso” que en la propuesta de seguridad del PRO no haya ninguna referencia a los delitos vinculados con el crimen organizado, el tráfico de drogas en grandes niveles, los crímenes de cuello blanco, la corrupción política y empresarial, que producen grandes daños, generan enormes costos económicos y socavan las instituciones democráticas. En todas las sociedades, a través de muchos estudios, se comprobó que el costo de los crímenes de cuello blanco o de los simples crímenes impositivos, como evasión, defraudaciones a la administración pública o fraude a leyes fiscales, es mucho más elevado que el de los crímenes callejeros (una clara muestra de esto en nuestro país es el endeudamiento externo durante la última dictadura militar). Sobre estos tipos de crímenes no existe ninguna propuesta del PRO. Tal vez sea por lo que plantea Goffman, cuando se estigmatiza a un grupo se construye una teoría para explicar su inferioridad y dar cuenta del peligro que representa. De esta manera se racionaliza una animosidad que se basa, en realidad, en otras diferencias, como por ejemplo la de clase social.
* Sociólogo. Profesor de la UBA y de la Universidad de Tres de Febrero.
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