Se decide quién será jefe de Gobierno. Una semblanza de lo que pasó. Qué pasa si gana Macri, los alcances de una novedad. El impacto nacional. Cómo sería la relación con Kirchner. Cómo puede quedar Filmus, su futuro político. El de Blumberg. Los que festejarían un triunfo de PRO. Un vistazo a Tierra del Fuego.
› Por Mario Wainfeld
Cuando caiga la fría noche sobre la Ciudad, se confirmará quién es el jefe de Gobierno porteño. Las encuestas y la sensación térmica política sugieren que será Mauricio Macri, por una significativa diferencia. Si así fuera, se abrirá una etapa novedosa en la Ciudad, se plantará un mojón en la (no muy consistente) historia democrática de la derecha argentina y se reconfigurará el horizonte nacional. Curiosamente, el eventual postulante derrotado, Daniel Filmus, no saldría malherido. Su figura y su predicamento han crecido durante la campaña. Todo le augura un expectable lugar en la oferta electoral del oficialismo. Si hay derrota, ésta cargará sobre los hombros del oficialismo nacional, no los de su cabeza de lista. Si no sobreviene un sorpresazo (que equivaldría a un terremoto en los escenarios locales y generales) parte de la atención se trasladará al margen de diferencia en pro de Macri. Esas cifras autorizarán análisis acerca de las tácticas de los que quedaron en el camino, incluido el muy alicaído jefe de Gobierno Jorge Telerman.
La campaña para la segunda vuelta contradijo unos cuantos vaticinios. No fue agresiva, no hubo denuncias falsas, nadie metió sus narices entre las sábanas de nadie. Néstor Kirchner se plantó firme del lado de Filmus un día después de la votación, sin ahorrar palabras ni pulir modales. Pero luego se desplazó a un discreto y sagaz segundo plano. La impresión dominante es que ese manejo jugó a favor de un crecimiento del ministro de Educación pero que ese rush no le bastará para eliminar la holgada diferencia que logró el presidente de Boca el 3 de junio.
El líder de PRO trató de mantenerse en la tesitura de eludir definiciones y discusiones. En líneas generales lo logró pero quedar cara a cara con un contrincante lo forzó a ciertos renuncios, por ejemplo cuando se apeó del debate televisivo, con escasos argumentos.
El miniescándalo desatado al saberse que Juan Carlos Blumberg no es ingeniero también le debe haber jugado en contra. Su reflejo fue poner distancia con el empresario textil, pero algo habrá mellado a Macri.
Desde los lares de la no política (su bastión imaginario, al fin), la victoria de Boca esta semana debe haber fortalecido el primer pilar de su prestigio. Entre los muchos favores inexplicables que le hizo Telerman se cuenta el de haber fechado la segunda vuelta justo cuando terminaban el campeonato Clausura y la Copa Libertadores, siendo cantado que los xeneizes contaban con enorme virtualidad para ganar uno o ambos. La política debe comprender muchos saberes. Entre los asesores de quien fuera tercero en discordia hay un grave faltante de estaño o de información futbolera.
Una larga paciencia
Si Macri resulta primero hoy, será su cuarto éxito desde 2003 en el electorado de la Capital, que tantos tildan de imprevisible o volátil. En el medio, como importante excepción, estuvo la caída en segunda vuelta contra Aníbal Ibarra.
La perduración habla de un candidato instalado, duro de vencer, algo que seguramente calibraron mal quienes condujeron al Frente para la Victoria (FPV), que apostaron muchas fichas a la inflexibilidad de su techo electoral. Esa rigidez, que hoy se medirá, obsesionó largo rato al mismo Macri. Su decisión definitiva se fue construyendo en varias etapas. Un hito (poco mentado en los análisis y discursos de campaña) fue la destitución de Ibarra.
En definitiva, el actual diputado decidió que la Jefatura de Gobierno era la mejor base de lanzamiento para su ambición nacional. La coyuntura parece darle razón. Aun a esta hora es el principal dirigente opositor; si gana les sacará varios cuerpos a sus “pares”. Tanto que no hay mejor prospecto de candidato a presidente contrera que el mismo Macri, que ha jurado que no lo intentará en octubre y que tampoco lo hará su lucida coequiper Gabriela Michetti. La consistencia de ese compromiso será puesta a prueba en las semanas ulteriores a los comicios, si todo le sale bien.
El universo opositor, faccioso y poco orgánico, sería galvanizado en conjunto por la unción de Macri. Sus chances en las presidenciales de octubre, escasas de por sí, pierden sentido si persisten en su división en tres o cuatro fórmulas. Los reclamos de unidad o de algo parecido se husmean en el aire, el “espíritu de Misiones” o la previa de la conformación de la Alianza son precedentes imperfectos (la historia no se repite textualmente nunca, ni siquiera como parodia) pero sugestivos de lo que puede pasar a partir de esta noche, de mañana como mucho.
Trampolín
Si llega al gobierno, para que Macri fuera acrecentando su ambición nacional lo más sensato sería amurallarse en el terruño porteño. Gobernar es un inmejorable trampolín, máxime en los últimos años. Macri ha sido prudente en sus tácticas, arriesgó solo lo básico, su futuro inminente puede habilitarle una nueva pantalla para perseverar.
Su problema, por así llamarlo, es que es complicado irse construyendo como la gran esperanza blanca sin tomar partido en octubre. O tomándolo, sin tener peso. Pero su espacio no tiene candidatos que le sean parangonables (tal el karma de toda la oposición), o a los que pueda transfundirle su triunfalismo. Ricardo López Murphy se sale de la vaina para competir por la presidencia, pero el Bulldog (radical, piantavotos, poco proclive a disimular lo que piensa) no tiene ni su estilo ni su intención de voto.
Para el único opositor presidenciable que ganó elecciones desde 2003 parece absurdo ponerse a la zaga de Roberto Lavagna o Elisa Carrió, que ahora lo tratan con mano de seda pero que se han cansado de ningunearlo o de recordarle su pasado. Y tampoco lucen muy apremiados por secundarlo.
La charada parece irresoluble, la convulsión posterior al escrutinio puede añadirle factores inesperados.
Entre tanto, Macri podría aspirar a un rebusque intermedio, a su modo sensato y egoísta: quedarse en la Capital, comprometerse apenas en la nacional, tratando de conformar un bloque de diputados más o menos numeroso. Con ese bagaje, lo suyo sería esperar un reflujo del kirchnerismo en un par de años y esperar que una buena facción de la dirigencia peronista repare en él. Kirchner es un líder no apreciado por sus compañeros, por algunos defectos pero sobre todo por sus mejores virtudes. Para unos cuantos peronistas, entre ellos varios que serán gobernadores K desde diciembre, no hay ningún lazo sólido con el presidente, allende su éxito económico y político.
Lo que Mauricio podría ofrecerles es una figura sustituta, popular, para cambiar de camiseta durante el partido que advendrá. Cuando el encuentro se pone difícil, pregona la verdad 22, es sabio pasarse de bando. La verdad 21, refresquemos, prescribe que el que pierde es un traidor. Para ese esquema venía fantástico Blumberg como cabeza de lista en la provincia de Buenos Aires. Sondeos ya encomendados medirán cómo impactó el título trucho en su intención de voto. Si no pegó duro, perdonarlo será PRO. Si el hombre dejó de medir será presa de un puritanismo pragmático como el que, al desgaire, ya se llevó puesto a Jorge Sobisch.
Amigos son los amigos
A la chita callando, los régi-sseurs de PRO (cuya performance en estos meses fue redonda) han de tener preparado un festejo inobjetable. Es de presumir que incluirá en rol estelar la presencia femenina, un tópico de la corrección política que sus contendientes “progres” desdeñaron, entre tantos otros detalles.
Si se cumplen las escrituras, si hoy es un día PRO, habrá otros festejantes dignos de observación. La jerarquía de la Iglesia Católica, que tiene intereses muy tangibles en Capital, será uno de ellos. La educación privada (que insume recursos fiscales importantes), la preceptiva sobre conductas privadas, la educación sexual, la unión civil, las normas sobre salud reproductiva integran una agenda muy poco negociable. Un cambio de perspectiva será vivido en triunfo, avizorando un cambio de rumbo en una ciudad que viene derivando (como casi toda sociedad democrática contemporánea) a estándares más altos de secularización, pluralismo y tolerancia.
Una pregunta central es cuánta baza metería Macri en esa tendencia. Esta nota no se adentrará en su respuesta, que comenzará a discurrirse y plasmarse en los próximos meses.
También es interesante inquirir cómo sería la relación entre Kirchner y Macri. El Presidente toparía con una circunstancia novedosa, un gobernador con perspectivas ciertas de proyección nacional. No es poca diferencia con el actual staff y es necesario dar cuenta del dato. Pero también debe apuntarse que, contra lo que señalan análisis perezosos y prejuiciosos, el trato entre el Presidente y los mandatarios provinciales es bastante armonioso. Seguramente el mejor que se registra desde 1983 y ciertamente el más desprejuiciado respecto de fronteras partidarias. Tan es así que algunos opositores su sumaron a su coalición. El fenómeno se suele denostar como cooptación o explicarse en clave de coerción o de traición. Sin embargo, el encanto de ese acuerdo es que los radicales K pueden conservar su predicamento local, la legitimidad (consagrada por el voto, que algo quiere decir) y el poder local. No es un intercambio leonino, ni se hace a espaldas de los ciudadanos. Es más, sólo se convalida si éstos lo apoyan en el cuarto oscuro.
¿Cómo sería con Macri? Habría que ver.
Otra celebración
El oficialismo nacional quizá sueña que se produzca un milagro pero se aviene a un resultado que achique la distancia y preserve a Filmus. En tal caso, rediseñadas las apetencias por las encuestas, una distancia del orden de los 20 puntos se celebraría, tal como se hizo con el distante segundo puesto anterior.
Es cierto que todo podía ser peor. Basta imaginar cuál sería la situación hoy, si la coalición Telerman-Carrió hubiera colado en segunda vuelta. La alquimia con la elección en Tierra del Fuego, en la que Fabiana Ríos asoma como favorita, sería una pesadilla para el Gobierno. De rondón, esa contingencia también hubiera enturbiado las perspectivas de Macri y su hegemonía en la oposición.
Vaya una módica digresión. Tierra del Fuego y la Capital tienen sobradas diferencias. Las campañas las emparentaron un poco. Hubo dos litigantes que se masacraron (en el Sur con mucha más violencia, mala fe e ilegalidad que en la soportable lid porteña), alisando el camino del tercero. Macri fue beneficiado desde la pole position, Ríos (en los papeles) venía de atrás. Fin de la módica digresión que va en pos de una moraleja obvia.
Si Filmus logra salvar la ropa, habrá que reconocerle mérito, en cierta medida consistente en haberse diferenciado del perfil más agresivo y gritón del oficialismo. Pero si, todo modo, Macri es nuevamente premiado por una mayoría fastuosa, en el oficialismo debería primar la introspección y preguntarse si era inevitable un hecho inédito en la historia nacional: un líder de derecha, un millonario heredero pleno de mohínes de clase alta, titular de una fortuna oscura, acompañado en fórmula por otra egresada de universidad paga, catapultado por consenso popular a la cabeza del segundo distrito del país. Si no era inevitable, habrá que repasar lo hecho, los errores, sus autores.
Saber leer
Las encuestas pueden causar un espejismo, que es distraer de quién decide las elecciones. Lo hacen los ciudadanos, por motivos que nadie está obligado a compartir pero que nadie debería ignorar. Millones de porteños elegirán hoy y optarán por un rumbo, sabiendo que eso incide en su futuro y en el de otros argentinos. Muchos habitantes cotidianos de la ciudad no votan pues están enrolados en el conurbano aunque tal vez sus intereses estén muy en juego. La gran ciudad alberga esas paradojas y esas contradicciones, entre tantas otras.
En todo caso, las mayorías impondrán su criterio, sujeto a las reglas republicanas. Saber leer qué reclama ese voto y qué el de las minorías será la carga de los elegidos y de los derrotados. Ninguno de ellos tendrá la verdad definitiva ni la legitimidad para siempre (esta ciudad ha visto y ha hecho rodar muchas cabezas) pero el veredicto de las urnas le asignará su futuro inmediato. El resto, un trayecto abierto como suele habilitar la democracia, quedará en manos de los representantes del pueblo y también de la sociedad.
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