EL PAíS › DEBATES
› Por Daniel Filmus
Comienzo por manifestar mi asombro por la nota de J. P. Feinmann del pasado lunes 25. No recuerdo haber dicho ningún “desatino” sobre él. Sólo en una entrevista radial manifesté que no estaba de acuerdo con la afirmación de que “la clase media es fascista”. Sinceramente no considero que esa opinión signifique “haberlo elegido como enemigo”. Por el contrario, siempre he valorado positivamente su obra y su pensamiento. En última instancia es un tema que brinda la oportunidad de un debate, más aún después del resultado electoral del domingo.
Por eso creo que esta diferencia de opinión no amerita la grave ofensa que me propina Feinmann en el artículo de referencia.
Por supuesto no me estoy refiriendo a su justa crítica a mi apellido y a su falta de rima fácil. Aunque debo aclarar que a otros candidatos que portaban apellidos que desafiaban rimas mucho más provocativas (por ej. Lozano o Mussa) no les fue mejor.
También coincido con él en que “no bien uno escribe filmusismo se da cuenta de que la cosa no va”. No quiero justificarme al respecto, pero confieso haber tomado ese apellido de mi padre. Siguiendo su consejo, con el objetivo de ganar las elecciones hubiera escogido el de Perón, ya que a Feinmann le “resulta formidable como suena peronismo”. Pero la frustración que recibió la recientemente difunta Marta Holgado me hizo desistir.
Que no crea Feinmann que me ofende su aguda observación acerca de que “desde que los afiches aparecieron en la calle uno entendió que perdía” (¿en la 1ra. o en la 2da. vuelta?) o “que no tenía ni el nombre ni el carisma como para nuclear al electorado”. En una ciudad que votó gente carismática como De la Rúa o Erman González, no me cabe duda de que tiene razón.
Francamente lo de “osito tierno” y lo de “buen muchacho universitario” me halagó. Por un lado siempre admiré y quise parecerme a Winnie de Pooh (aunque reconozco su escaso carisma) y por otro, como todos sabemos, hoy en día ser universitario y tener un diploma para certificarlo es, por lo menos, un punto a favor.
Tampoco esta nota tiene como objeto refutar la coincidencia de Feinmann con Grondona y otros comunicadores respecto a que no tuve la “elegancia en reconocer el triunfo de mi adversario en la primera vuelta y que salí a buscar el centro del ring para encontrar la segunda piña”. En mi barrio a eso se le llama tener agallas, pero en términos políticos significa respetar el compromiso frente a la gente y el derecho constitucional de los porteños a expresarse. Así lo entendieron casi 700.000 conciudadanos. Simplemente aprovecho la oportunidad para comentarle que no estoy “nock out y sin retorno” como él postula. Me siento bien, conforme con haber peleado por lo que considero justo y con quienes me siento a gusto y, parafraseando a Troilo, pienso que si no tengo retorno es porque no me fui a ningún lado.
No me quiero referir a las supuestas coincidencias entre Kirchner y Macri porque ya lo ha hecho el Presidente, aunque en una dirección distinta a la que hace referencia Feinmann.
A esta altura del artículo el lector se preguntará qué es entonces lo que tanto me lastimó de la nota como para merecer la presente respuesta. Lo quiero dejar claro Feinmann: pensar distinto sobre el papel de la clase media porteña no le da ningún derecho a decir “Filmus da River”. Toda una vida cuerva no puede desconocerse en un instante ni aún cuando nuestro ídolo sea Ramón Díaz. ¡¡¡Eso no Feinmann, habíamos quedado que campaña sucia no!!!
PD: Gracias por haberme votado.
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