EL PAíS › DEBATE DE EXPERTOS DE DISTINTOS PAISES SOBRE MUSEOS DE MEMORIA
Directores de distintos “museos de conciencia en sitios históricos” contaron su experiencia a la luz del proyecto para la ex ESMA. El morbo, el rol de las víctimas y la relación con el Estado.
› Por Victoria Ginzberg
¿Cómo se arma un museo que conmemora un hecho trágico de la historia de un país? ¿Qué rol tienen las víctimas? ¿A qué “público” apuntan? ¿Cómo se vincula con el turismo? ¿Con los jóvenes? ¿Cuál es su relación con el Estado? ¿Cómo puede contribuir un lugar a mantener la Memoria? Sobre estas preguntas opinaron y debatieron seis directores de instituciones que, en diferentes países, buscan “crear conciencia” sobre el respeto a los derechos humanos. Las respuestas no fueron únicas. Ninguno de los participantes quiso imponer su receta. Simplemente aportaron su experiencia a la luz de la futura creación del espacio para la Memoria en la ex ESMA. Hubo representantes de museos de Chile, Rusia, República Checa, Estados Unidos, Sudáfrica e Italia.
“Los espacios hablan, enseñan, y ésa es la razón de existencia de los sitios de conciencia. Otras herramientas de apoyo son indispensables pero sólo si uno entra a este tipo de espacios, si los experimenta –’capucha’ en la ESMA, por ejemplo–, se puede entender desde el punto de vista humano cómo funcionó la represión”, dijo Liz Sevcenko, directora de la Coalición Internacional de Museos de Conciencia en Sitios Históricos, de la que forman parte quienes vinieron a la Argentina invitados por Memoria Abierta, una organización que integran la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Centro de Estudios Legales y Sociales, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y el Servicio Paz y Justicia.
Durante un coloquio que se realizó el martes en la Manzana de las Luces, el sociólogo Ernesto Semán dialogó con Margarita Romero, directora de la Corporación Parque por la Paz de Villa Grimaldi, que funciona en lo que fueron las ruinas de un centro clandestino pinochetista; el sudafricano Darryl Petersen, de Constitution Hill, donde estuvo la prisión del Viejo Fuerte; Victor Shmyrov, director del Museo del Gulag en Perm 36, Rusia; Nadia Baiesi, de la Fundación de la Escuela de la Paz de Monte Sole, que recuerda una masacre de más de 700 civiles perpetrada por los ejércitos nazi y fascista; Beberly Robertson, directora del Museo Nacional de los Derechos Civiles en Estados Unidos, que se abrió en el motel donde asesinaron a Martin Luther King y Jan Munk, director del memorial del campo de concentración nazi Terezin, en la República Checa.
“La fundación que creó el museo quería asegurarse dos cosas: que el lugar sería sagrado para recordar el sacrificio de las personas que entregaron su vida para cambiar la vida de los norteamericanos y que sería un legado viviente para los jóvenes”, explicó la directora del Museo de los Derechos Civiles en Estados Unidos, donde –dijo– hay una crónica del movimiento de los derechos civiles norteamericanos y, a la vez, actividades que se relacionan con violaciones a los derechos humanos en otras partes del mundo. La mujer explicó que su institución es privada y que, aunque reciben financiamientos para algunos proyectos específicos, prefieren “no ser una partida en el presupuesto”.
En este sentido las experiencias eran distintas, ya que otros sitios son gubernamentales. El Memorial de Terezin, por ejemplo, depende del Ministerio de Cultura checo. Romero explicó que en Chile el parque de Villa Grimaldi se levantó a partir de una ley que expropió el predio y lo entregó al Ministerio de Vivienda, que financió el proyecto que fue elaborado en junto a agrupaciones de derechos humanos. A pesar de ello, en diez años ningún presidente visitó el parque. Michelle Bachelet –ella misma estuvo detenida y fue torturada allí– fue la primera.
Uno de los interrogantes de los miembros de los organismos de derechos humanos y los funcionarios dedicados a pensar el armado del Espacio para la Memoria en la ex ESMA es cómo transmitir el horror sin caer en el morbo. En el museo del Gulag stalinista, por ejemplo, está prohibida la entrada a menores de 14 años. “Mostramos todo lo que pasó. Pero preparamos a la gente para lo que va a ver y antes de que se vayan tratamos de infundirles alguna esperanza”, dijo Shmyrov.
A la ex prisión del Viejo Fuerte en Sudáfrica, en cambio, la visitan niños de todas las edades. “Lo que hacemos con los más chicos –explicó Petersen– es darles una versión que puedan comprender sin distorsionar lo que pasó. No los exponemos a actos de horror ni los llevamos a las celdas, lo que sí hacemos con niños más grandes. Tienen que saber que la libertad que experimentan ahora tuvo un precio muy grande. Además, los llevamos a un tribunal constitucional que funciona en el mismo predio para que relacionen por qué es importante que el tribunal defienda sus derechos.”
Romero se refirió al rol de las víctimas de Pinochet en Villa Grimaldi, donde se hizo un parque porque el sitio ya estaba en ruinas. Las visitas guiadas las dirigen los sobrevivientes y actualmente se exhiben objetos personales de quienes estuvieron cautivos en esa prisión de la DINA. Se busca rescatar la historia de los desaparecidos, tanto la faceta política y militante como las profesiones que tenían, los deportes que practicaban y otros hechos de la vida cotidiana.
Antes de participar en el coloquio, los miembros de la Coalición Internacional visitaron la ex ESMA, cuya apertura al público está prevista para octubre de este año. En ese proyecto está trabajando una comisión bipartita –el gobierno nacional y el de la ciudad de Buenos Aires– y los organismos de derechos humanos junto al Instituto Espacio para la Memoria, un ente autónomo creado por la Legislatura.
Ayer, los directores de los museos hablaron de las impresiones que les dejó su experiencia en la ESMA, de la necesidad de contar no sólo lo que ocurrió allí sino en todo el país y de cómo el terrorismo de Estado tiene su impacto en el presente. “Si me permiten una sugerencia –señaló la italiana Baiesi–, me parecería muy interesante que los visitantes puedan quedarse por un momento en silencio en el lugar donde estuvieron secuestradas las víctimas. Es importante dar el contexto, pero es muy importante respetar el lugar original.” Sobre la contextualización, la norteamericana Robertson opinó: “La historia que se puede contar en la ESMA es la historia qué pasó en la Argentina antes y después de la ESMA. Y cómo eso se relaciona con dónde están hoy, conectar el pasado con el presente para dar lugar al futuro”.
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