EL PAíS › OPINION
› Por Nicolas Casullo *
A partir del triunfo de Macri en la Capital y del tipo de efervescencia ideológica que lo acompaña mediáticamente, creo que comienza un tiempo donde el centroderecha se piensa a sí mismo y lleva a que se lo piense de manera más detallada. Hasta hace un par de semanas la derecha aparecía al interés divulgativo como un conglomerado informe, bastante indiferenciado, con algunos referentes en estado potencial e intercambiables. La situación ha variado con esta conmoción porteña y la propia derecha necesita asumirse en el actual escenario político nacional con sus perfiles más definidos. ¿Es todo un mismo conglomerado que puede ser referido a cualquiera de las figuras que hoy se sitúan básicamente desde una perspectiva antikirchnerista? ¿Es una interna entre equivalentes, que la desesperación del establishment y su periodismo llama a aliarse cuanto antes? La patética izquierda radicalizada tiene la costumbre de saldar de esa forma: todo es lo mismo menos yo. Todo eso sería la derecha. Pero en todo caso se perciben las primeras tomas de conciencia del significado del triunfo de Macri, aun para aquellos intelectuales antikirchneristas que de pronto olfatean vientos antiguos y por demás reconocidos.
Los “derechos humanos son cosas del pasado”, “hay que echar a 20 mil personas”, “no hacen falta identidades políticas para solucionar los asuntos de los vecinos”. Las palabras despabilan memorias y conciencias. Me parece que el propio centroderecha buscará ahora distinguir sus perspectivas, sus lineamientos dentro del sistema democrático, sus existencias diversas. Tenemos derechas programáticas que reivindican la clásica política y a un electorado que escucha claramente sus planteos y acuerdos, sus cosmovisiones, como pueden ser el liberalismo republicano de López Murphy, o una variable duhaldista-kirchnerista detrás de la figura de Lavagna. Esta sería una derecha con sus bemoles particulares parecida a las de Uruguay, Chile, Brasil, México, España. Tenemos además, en Capital Federal, el macrismo como la derecha cualunquista, antipolítica, un populismo neomenemista que aglomera desde jóvenes gerentes de universidades privadas hasta resentidos desplazados de los ’90, muy cercana a Blumberg con su mágico orden policíaco, con una mentalidad gerencial donde Macri plantea no dimensiones políticas sino que ya compró la “empresa Buenos Aires” y antes de ocuparla se la deben dejar solvente, ajustada y en blanco. Creo que esta diversidad de centroderecha se irá aclarando de aquí en más.
* Ensayista, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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