EL PAíS › PARA BACHELET, SER MUJER FUE UNA VENTAJA ELECTORAL
› Por Christian Palma
Desde Santiago de Chile
Más allá de ser la primera ministra de Defensa en Sudamérica (famosa por aparecer de traje camuflado arriba de un tanque), de ser hija de un militar muerto por sus pares en los oscuros tiempos de Pinochet y de beber el vino amargo del exilio, lo cierto es que su carisma y principalmente el hecho de ser mujer fue clave para que Michelle Bachelet llegara a La Moneda, superando (en ballottage) al candidato de la oposición, Sebastián Piñera. En las elecciones de 1999, el discurso de “cambio” planteado por la derecha se instaló con fuerza. De hecho, el Opus Dei y líder de la oposición, Joaquín Lavín, estuvo a punto de arrebatarle el sillón principal a Ricardo Lagos. En los comicios siguientes, el escenario se configuraba con Lavín confiado en su anterior pasada, Piñera como nuevo actor que hizo propia la idea del “cambio” con buenos dividendos y con Bachelet, que se jugaba a fuerza de espontaneidad y una poderosa simpatía a la hora de ganar adeptos. Finalmente, una calurosa mañana de marzo de 2006, la madre, doctora, socialista y separada, le dobló la mano a un país pacato y ultramachista, cambiando la historia para siempre.
¿La cordialidad y el género fueron suficientes? El editor de informaciones del diario La Nación de Chile, Eduardo Rossel, entrega una visión compartida por muchos: “Tras los dos primeros gobiernos de la Concertación (1990-2000), sin cambios radicales positivos en su sobrevivencia doméstica, la masa electoral deseaba un cambio y lo vio en Lavín, que ofrecía soluciones prácticas. Ser de derecha y funcionario de la dictadura de Pinochet le escamoteó el puñado de votos que lo separó de Lagos. Aunque por un escaso margen, la gente optó por diablo conocido. En la elección siguiente, además de estar dentro de la Concertación, Bachelet representó ese cambio: por su espontaneidad de política no tradicional y sobre todo por ser mujer, dueña de casa, separada, con problemas de hijos grandes y de niños chicos”. El profesional agrega que “en Chile la derecha generalmente obtiene una leve mayoría en las mujeres. En la elección pasada esa tendencia se revirtió. La mujer en general, y no sólo las libertarias, lentamente han ido ganando mayores espacios y sienten que con una presidenta mujer se podrían ampliar aún más. Ese segmento, las dueñas de casa empeñosas, dio el margen necesario para el triunfo de Bachelet. Las progresistas o libertarias votaron por una izquierda más dura en la primera vuelta y por Bachelet en la segunda. También hay que tomar en cuenta que tras 16 años de gobierno el desgaste de la Concertación era (y es) muy pronunciado, por eso ningún otro candidato que hubiesen presentado habría ganado. Sólo Bachelet, por ser no tradicional y mujer, entusiasmó a la gente a ‘correr el riesgo’ de elegir una mujer”.
La periodista y ex asesora de Gobierno Soraya Rodríguez, señala: “Luego del ‘padre autoritario’ que encarna Lagos, a Chile le hacía falta el regazo de una madre, pero no de cualquiera. Bachelet tiene la figura de esa mamá de antes, buena en la cocina y en el alma, honesta y cariñosa, divertida y sufrida. Del pueblo. Pero, además, se le entiende lo que dice. Su sintaxis fue de lo mejor al momento de comunicarse con la ‘gente’, sencilla y directa, una virtud cada vez más extraña entre los políticos chilenos”. Ese perfil de Bachelet, que tan buenos resultados le dio a comienzos de su mandato, no está exento de polémicas. El ex ministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre la llamó “mi gordis” y sin querer la bautizó. La oposición repite que “no tiene don de mando” y “no hay gobernabilidad en Chile”. En Chile, el machismo sale por los poros.
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