Dom 08.07.2007

EL PAíS  › RUBEN CAPITANIO, CURA Y TESTIGO EN EL JUICIO

“Lo de Von Wernich fue una blasfemia”

Será uno de los testigos clave en el caso del ex capellán policial, al que conoció en el seminario platense. Quiere probar que Von Wernich “tenía poder”. Por qué piensa que este juicio es bueno para la Iglesia.

› Por Elio Brat

Fueron compañeros en el seminario de La Plata. Uno había nacido a pocas cuadras de allí, en el barrio de Los Hornos. El otro venía de 9 de Julio, un pueblo bonaerense camino a La Pampa. Volverán a verse en pocos días más, cuando el jurado que enjuicia a Christian von Wernich en la misma ciudad que los unió alguna vez decida la fecha exacta para oír al sacerdote salesiano Rubén Omar Capitanio. Esta vez llegará desde Centenario, 1200 kilómetros al sur y a 30 kilómetros de Neuquén capital, la ciudad donde nacieron la mayor parte de los obreros de la ex cerámica Zanon. Y será el único religioso, de los 120 testigos, que dará su testimonio ante el mismo jurado que condenó al comisario represor Miguel Etchecolatz, si es que finalmente el obispo emérito de Viedma Miguel Esteban Hesayne no testificará en el juicio.

“La última vez que me encontré con Von Wernich fue cuando él ya era capellán especial de la bonaerense, bajo la orden de monseñor Antonio Plaza. Yo era cura en la villa San Carlos de Berisso y fue un encuentro casual, pero él me demostró que tenía poder, en esos tiempos en que el poder estaba concentrado en la fuerza que decidía la vida y la muerte. Y esto lo voy a exponer ante el tribunal porque fue muy evidente: en esa estructura él tenía poder y lo ejercía.”

–¿Cómo era la situación en La Plata para que se tuviera que ir a Neuquén?

–En el ’76 comencé a ver que mi ciudad era avasallada por la dictadura. La vida de Von Wernich y la mía transcurrían por carriles distintos. Empezó a desaparecer gente en Berisso y yo pedía en la misa que rezáramos por los vecinos que estaban desaparecidos. Pero era tanto el terror impuesto que los familiares llamaban por teléfono a la parroquia para agradecer pero negándose a dar su nombre. Entonces mataron a los padres palotinos y el 18 de julio de 1976 asesinaron a Gabriel Longueville y Carlos Murias en La Rioja. A todo esto, yo había averiguado que había una lista de sacerdotes y de La Plata éramos dos, ambos de Berisso: un benedictino que estaba haciendo una experiencia como cura obrero, el padre Luis Casalau, y yo. Allí el obispo Jaime De Nevares me mandó decir que Neuquén me esperaba con los brazos abiertos. Llegué el 7 de agosto de 1976, pensando en volver algún día. Treinta y un años después sigo acá.

–En el juicio se tratará la actitud asumida por la Iglesia en tiempos de la dictadura. ¿Usted qué piensa?

–Yo he cuestionado y sigo cuestionando el papel de la Iglesia institución, sobre todo en la jerarquía, porque no estuvimos a la altura de los acontecimientos, es decir, del lado de los crucificados. El caso Von Wernich es especial, más que simbólico: Von Wernich se pone del lado de los crucificadores. Y en ese sentido comete una blasfemia diciendo que lo hacía en nombre de Dios. No sé de qué Dios hablaba, ya que no existe ningún Dios que sea partidario de la muerte.

–¿Conoce el expediente donde se lo acusa?

–Claro que sí. Y le digo que los testigos y las pruebas que hay en el expediente hablan clarísimamente y demuestran más que contundentemente la participación de Von Wernich como cómplice de los crucificadores.

–¿Cómo reacciona usted, como religioso también, ante esa evidencia de culpabilidad?

–Todo lo que le dije no quiere decir que yo no lo asuma como hermano. Yo esto lo quiero dejar claro, porque me glorio de mis hermanos que me enseñaron con su vida, con su ejemplo, con su compromiso hasta dar la vida. Un Mugica, un Angelelli, unos palotinos, Carlos y Gabriel, Romero en El Salvador y tantos laicos. Como me glorio de ellos, sería incoherente que no asumiera a aquellos que fueron infieles a lo que debían haber sido. Entonces con dolor y con vergüenza yo asumo que Von Wernich es mi hermano. Y esto no quiere decir que no voy a declarar contra él. Yo voy a declarar contra los crímenes que él cometió o de los que está comprobado que fue partícipe.

–¿El juicio dividirá a la Iglesia? ¿Le hará un bien o será un desastre?

–Este juicio es un gran servicio a la Iglesia, porque le permite a la Iglesia asumir una realidad que todavía no terminó de asumir: que fuimos cómplices, en algún grado y en algunos casos, hasta en grado aberrante, como es el caso de Von Wernich. Por tanto creo que esta es la oportunidad para pedir perdón. Pero para pedir perdón en serio. Y para eso hay que asumir, con vergüenza y con dolor, lo que ha hecho un miembro de la Iglesia, como es el caso paradigmático de Von Wernich.

–¿Está en juicio la Iglesia toda?

–No. Yo tampoco quisiera que nadie utilizara este juicio para atacar a la Iglesia. Pero tampoco que nadie, y eso puede ser un acto de mucha hipocresía y cinismo, utilice este juicio para decir que se ataca a la Iglesia. Porque lo que está en juicio es un hombre de la Iglesia y todos debemos ser iguales ante la ley. En este caso le tocó a un religioso, un sacerdote. La Justicia comenzará a reparar, condenando en la medida en que tenga que condenar, los males que pudo haber cometido.

–¿Qué puede pasar después de este juicio?

–Creo que con estos elementos se puede empezar a amasar una verdadera reconciliación: sabiendo lo que pasó, juzgando los delitos que se cometieron, condenando a los responsables y asumiendo cada uno su responsabilidad culpable o inocente. Si no, es todo muy parecido a la impunidad. Y eso hace que no nos ayude: a 30 años todavía no tenemos ni reconciliación ni paz porque no hubo justicia ni hubo verdad. Por eso digo que esto es un bien para el país y un bien para la Iglesia también.

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