EL PAíS › OPINION
› Por Eduardo De La Serna *
Hace mucho escribí que viendo muchos “anti-K” me daban ganas de reconocerme “K”. Es cierto que hay muchas cosas “K” que me alejan una y otra vez, pero también es cierto que cosas “anti-K” me revuelven las tripas otras tantas. Afortunadamente no soy político y no pretendo entrar en ese terreno (digo “afortunadamente” porque así no corro el riesgo de que se interprete que llevo agua para tal o cual molino), pero sí pretendo insistente y compulsivamente hablar en defensa de los pobres. No pretendo ser “voz de los que no tienen voz” porque creo que la tienen, aunque muchos no sepan (o quieran) escucharla; ni pretendo hablar “en nombre” de los pobres, ya que nadie me ha delegado para ello, pero sí voy a decir algo desde mi corazón que quiere una y otra vez renovar su opción en favor de los pobres y en favor de su causa.
- Un congreso impresentable se reunió en San Luis; basta con mirar la lista o la foto como para saber que allí casi no falta nadie (claro que a lo mejor los intendentes recién elegidos no fueron invitados). De impresentable a abominable no había casi diferencia. Ex presidentes (y delegados en sombras de otro) responsables del hambre, la desocupación, la destrucción de esa “clase de hombres, los que trabajan”, responsables del genocidio económico (y aduladores del genocidio militar), padres de la corrupción, del vaciamiento, endeudamiento, la desnutrición y tanta plaga de Egipto que hemos conocido. Pero de todo esto, además, dos cosas me parecen significativas: la defensa del PROceso militar, lo cual por evidente y esperada dados los participantes, no deja de ser terrible, y su defensa a una Iglesia a la que quieren hacer ver como perseguida. Personalmente, como hombre de Iglesia quiero señalar, entonces: A) no puede haber reconciliación sin dos cosas fundamentales: 1 que el culpable se arrepienta y pida perdón (cosa que no han hecho, obviamente) y 2 que las víctimas quieran (y tienen derecho a no hacerlo) conceder ese perdón. Nadie que aparezca cercano a los victimarios (como es el caso de estos ex) tiene ningún derecho a reclamar reconciliación si no quieren seguir apareciendo como quienes se burlan descarada y pornográficamente del país; B) no me parece que –de ninguna manera– pueda pensarse, sospecharse ni insinuarse que hay una campaña contra la Iglesia de parte del Gobierno. ¿Qué no hay buenas relaciones con ciertos sectores de la Jerarquía?, ¿que hay de ciertos sectores del Gobierno intolerancia o actitudes soberbias? Creo que sí. Es posible, y sería bueno que no las haya si eso contribuye al bien de la gente, y particularmente de los pobres. Pero ¿persecución? Si repartir preservativos es perseguir a la Iglesia, ¿qué es desaparecer a 30.000 seres humanos, o hambrear a la mitad de un país?
- Un cura impresentable es juzgado por responsabilidades gravísimas en el genocidio de Estado. Es cierto que toda persona es inocente hasta tanto no se demuestre su culpabilidad. Y así debe ser, aunque quienes ahora son juzgados jamás lo reconocieran. Es bueno que tenga derecho a un juicio justo para que sólo se lo condene si se lo encuentra culpable. Pero no es bueno que la Jerarquía de la Iglesia a veces –en estos casos y en otros– dé la sensación de barrer debajo de la alfombra. Si Von Wernich es culpable de desaparición de personas, de acompañar torturas, de encubrimiento, de extorsión... debe ser castigado en cárcel común y pena completa como cualquier persona común que no goza de los beneficios de ir a un país extranjero y ejercer entre sombras su ministerio como si “aquí no hubiera pasado nada”. Ser confesor de Camps –si lo fue– ciertamente no es delito (aunque debe ser muy mal confesor, en ese caso, ya que el “propósito de enmienda” y la “reparación” no parecen haber estado “a la orden del día”). Pero ciertamente, este juicio tampoco tiene que ver con una persecución a la Iglesia. En realidad, creo que más “persiguen” a la Iglesia los curas que dan antitestimonio, que parecen cómplices de muerte y genocidio. No parece que ayuden a la Iglesia, que se define como “experta en humanidad” quienes aplauden la “lesa humanidad” de los crímenes. Insisto que no soy “K”, pero casi que ciertos discursos, o ciertas fotos “puntanas” parecerían propaganda “K” para que si no nos une el amor, nos una, al menos, el espanto.
* Doctor en Teología. Presbítero en la diócesis de Quilmes.
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