Fernando Schell, ex militante de base de la Juventud Peronista, contó en el juicio al cura Christian von Wernich los vejámenes a los que lo sometieron y cómo el sacerdote trataba de sacarle información.
“Usted no es un sacerdote, es un cura con jinetas”, dijo hace mucho tiempo Fernando Schell, un ex detenido de la Brigada de Investigaciones de Quilmes que ayer declaró como principal testigo del día en la audiencia del juicio oral al ex capellán Christian von Wernich. Tras la semana de receso por la feria judicial, el Tribunal Federal Nº 1 de La Plata reabrió el ciclo de audiencias con su testimonio, que permitió encuadrar al ex capellán como un “engranaje” más del aparato represivo del terrorismo de Estado.
“Me aplicaban picana en piernas y tetillas, pero lo principal eran los golpes; pero pese a las torturas, los golpes y las picanas, la peor tortura la sufrí de parte de este señor (en alusión a Von Wernich), la tortura moral.”
Schell era militante de base de la Juventud Peronista, aunque en el centro clandestino le preguntaron una y otra vez por Montoneros, por su responsable y su grado en la organización. Quedó detenido en noviembre de 1977, mientras volvía a su casa. Lo trasladaron a la Brigada de Investigaciones, conocida como Pozo de Quilmes, parte del circuito Camps de la provincia de Buenos Aires y uno de los centros transitados por el cura Von Wernich en su doble rol de capellán de policía y hombre del sistema represivo. Sobre este cura pesan siete homicidios, 31 casos de torturas y 42 casos de privaciones ilegítimas de la libertad. Entre ellos, el caso Schell.
Según recordó, estuvo “102 días y 11 horas” secuestrado entre “simulacros de fusilamiento” y “torturas”, y donde la presencia del sacerdote se hizo muy vívida. “Lo recuerdo –dijo ayer– y aún me duele que un sacerdote haga estas cosas.”
“Diez días antes de mi liberación, en febrero de 1978 –explicó–, nos piden que no tengamos nada ‘despelotado’ en el calabozo porque venía ‘El Cuervo’ y me dicen: ‘Vení, alemán, que hoy te toca a vos’, y me llevan a otro lugar, me sientan en una mesa y aparece este señor (por Von Wernich) con un asistente que le cebaba mate. ‘El Cuervo’ le preguntó frente a una mesa: ‘¿Por qué estás acá?’. Y yo le dije: ‘Por pelotudo’.”
“No me cabe ninguna duda”, le respondió el cura, que a partir de entonces se sentó, mesa mediante, para mantener un diálogo extenso, en un contexto que subraya la situación del interrogatorio.
“‘¿Qué cagada hiciste, andabas poniendo bombas?’, me preguntó. ‘Yo hacía política de base, soy militante de barrio’, le dije yo. Y él me respondió: ‘Vos hacías las cosas mal’.” En esa ocasión, el cura le preguntó por sus orígenes: “Y yo le dije que venía de una familia profundamente católica, un tío de papá era obispo”. “Obispo de qué iglesia”, preguntó el ex capellán. Y preguntó de qué iglesia venía él, quién era el cura. “Quiso sonsacarme cosas, quiénes son tus amigos, preguntaba. En un momento dado me dice: ‘¿Vos estás de novio?’.‘Sí, le dije’. Y entonces me dice: ‘Cagaste, ahora te van a cerrar la puerta en la cara’.” Le dijo también que sucedería lo mismo con la familia de esa chica, con sus vecinos, que “si lograba salir, me iban a rechazar”.
Su testimonio resulta valioso para el proceso. Guadalupe Godoy, de Justicia, ya lo explicó en estos términos: “Son testimonios que refuerzan la idea de que Von Wernich no estaba allí para dar apoyo espiritual, sino como parte del aparato, y formó parte de los interrogatorios no como un cura malo, sino como un engranaje más”.
Detrás de Schell declaró Juan Carlos Guarino, un ingeniero electrónico al que lo interrogaban sobre interferencias en las transmisiones de televisión, preocupados por el Mundial de 1978; Norma Esther Leanza y Alcides Antonio Chiesa, un director de cine que hace tres años volvió al país. Los tres fueron convocados ante el Tribunal Federal Número Nº 1 de La Plata como “testigos contextuales” para acreditar la detención de Schell.
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