EL PAíS › EL TESTIMONIO DE MERCEDES MOLINA GALARZA, NACIDA EN CAUTIVERIO
La madre de Mercedes, Liliana Galarza, era parte del “grupo de los 7”, todos desaparecidos. Dijo que el cura recibió dinero de sus abuelos.
“La persona que me bautizó fue Christian von Wernich”, contó ayer María Mercedes Molina Galarza, en el octavo día del juicio que se le sigue al ex capellán de la Policía Bonaerense. La madre de Mercedes, Liliana Galarza, llevaba cuatro meses de embarazo cuando fue secuestrada en noviembre de 1976. Detenida en la Brigada de Investigaciones de La Plata, fue torturada y tuvo un parto en “condiciones muy extremas” que la llevó a ser atendida días después.
Durante su testimonio, Molina Galarza dijo que el cura recibió ropa y dinero de sus abuelos maternos, necesarios para que su hija pudiera salir del país. Ellos se entrevistaron varias veces con Von Wernich, que los “tenía al tanto” de cómo estaban porque “mantenía contacto directo” con ella en el centro de detención. “Eran católicos y pensaban que el cura era una persona en la que podían confiar”, explicó Mercedes, entregada a sus abuelos por el mismo ex capellán. “El les decía que lo más conveniente para la seguridad de mi mamá era que ellos no pidieran un hábeas corpus, que no la buscaran, que no le contaran nada a nadie, que esperaran aproximadamente un año, porque ella iba a buscar la manera de comunicarse desde el exterior, donde supuestamente estaba y que si no lo hacía siguieran esperando”, resumió la hija de Liliana. Galarza, los hermanos Pablo y María Magdalena Minar junto a otros cuatro jóvenes formaban parte del llamado “grupo de los 7”: todavía permanecen desaparecidos, aunque el cura aseguró que los acompañó hasta el avión que los llevó al abarquille.
“Yo sé que Von Wernich sabe qué pasó con ellos, cuál fue su destino final. Sin decirnos dónde están sus cuerpos, él sigue manteniéndolos desaparecidos. Para nosotros es muy duro y muy terrible no saber ni siquiera cómo la mataron, ni quiénes, ni dónde están sus cuerpos”, concluyó Mercedes, que recibió los aplausos de las decenas de familiares, madres y abuelas de Plaza de Mayo que estaban en los tribunales.
Su papá, Ricardo Molina, era delegado sindical y militante de la Juventud Trabajadora Peronista. En el juicio relató que fue secuestrado por “fuerzas operacionales” el 14 de abril 1977, cuando viajó a La Plata para buscar a su pareja. Ellos habían vivido juntos en la localidad de Pergamino hasta que Liliana fue a una “cita envenenada”, como se conocía “en la militancia” al encuentro donde alguien tendía una trampa. En el centro clandestino La Cacha, ubicado detrás de la cárcel de Olmos, Molina fue “torturado desde el primer día” con picana eléctrica y asfixiado con una bolsa de nylon en la cabeza, el método conocido como “submarino seco”. Estuvo siempre vendado y encadenado, salvo en los momentos en que se le daba algo de comer. En los distintos interrogatorios a los que fue sometido le preguntaron sobre su vínculo con Liliana y sobre distintos dirigentes gremiales.
En la audiencia contó que dos meses y medio después de su secuestro, poco antes de que lo trasladaran a la comisaría octava de La Plata, vio por primera vez a Mercedes, que tenía aproximadamente dos meses de vida. “Nosotros te vamos a llevar y vas a ver a tu hija, que ya nació”, le dijeron. “Un día me llevan encapuchado en un auto a un cuartito, un calabozo donde estaba detenida Liliana, ahí había una cunita bastante precaria y estaba con la bebé en brazos. Yo no me podía dar vuelta porque me dijeron que detrás mío había un guardia. Entonces me sacaron la capucha, pero me dejaron las manos atadas en la espalda. Estuvimos conversando alrededor de 10 minutos, pero todo fue muy protocolar”, relató Molina. En ese tiempo llegaron a hablar sobre el nombre de “la niñita”, que se llamaría María, por Eva Perón, y Mercedes, por una estudiante de Psicología amiga de Liliana, que había sido desaparecida.
Casi un año después, cuando estaba detenido en la Unidad 9 de La Plata, “vino gente del registro provincial” de las personas con un libro “para que firme la paternidad”, dijo Molina. Uno de los momentos más tensos de su testimonio fue cuando contó el diálogo que había tenido con el represor apodado el Francés en una de las pocas veces en que le permitieron sacarse la capucha: “Mirame bien, yo soy el Francés, yo soy el que te torturó. Cuando me veas por la calle tirá primero porque yo voy a tirar”.
La única prueba de que Von Wernich había bautizado a la bebé durante su cautiverio se obtuvo años después, cuando el Arzobispado de Mendoza solicitó un certificado para que Mercedes pudiera tomar la comunión. Ahí constaba la participación de una integrante del “grupo de los 7”, María Magdalena Mainer, como madrina del bautismo. Otra de las declaraciones de ayer giró en torno de la desaparición de los hermanos Mainer, integrantes del grupo que fue engañado con la promesa de salir del país. Su madre, Matilde Gómez de Mainer, contó cómo fue “bombardeada” la casa de Villa Luro en la que vivían y cómo se llevaron a sus familiares a Campo de Mayo. “Me torturaron, simulaban gatillar un revólver y decían que les iban a hacer cosas terribles a mis hijos”, se conmovió.
Informe: Sebastián Abrevaya.
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