EL PAíS › FORTUNATO MALLIMACI, ESPECIALISTA EN LA IGLESIA
› Por Nora Veiras
“En el octavo párrafo del documento, los obispos dicen que ‘la reconciliación de los argentinos va a generar un ambiente de verdadera paz y amistad social’. Con esta forma quieren decir que hoy no hay verdadera paz y amistad social.” El sociólogo Fortunato Mallimaci, docente de la UBA e investigador del Conicet, es especialista en decodificar el discurso eclesiástico, en interpretar qué palabras, qué jerarquía, qué silencios expresan el pensamiento de la Iglesia Católica. Advierte que la declaración “reafirma que la Iglesia se siente parte de la sociedad política”.
–¿Por qué los obispos deciden repetir parte del documento que habían emitido en abril?
–El texto repite viejas formulaciones que viene haciendo el Episcopado argentino desde hace años. No hay casi novedad. Hay sí algo que reafirman que es para tener en cuenta: que la Iglesia se considera parte de la sociedad política. Es importante que lo reconozca; cualquiera que analice la Iglesia Católica tiene que tomar en cuenta que se siente parte de la sociedad política.
–¿Es habitual que reiteren declaraciones?
–Es bastante habitual cuando no hay consenso entre el conjunto de obispos con respecto a la participación en marchas, a qué postura tomar frente al actual gobierno, en si ligarse a la oposición. Hay distintas posiciones y a veces juegan en una frontera de la que es difícil volver, entonces qué mejor que repetir documentos, frases que unifican. Es pensar a la Iglesia o al catolicismo al interior de un gran consenso, reaparecen así la patria, la Nación, el bien común, el rechazo al clientelismo...
–¿Por qué dice que la Iglesia se reconoce como parte de la sociedad política?
–Históricamente, la Iglesia ha tenido una presencia política muy fuerte acompañando golpes cívico-militares-religiosos, sacerdotes acompañando experiencias de transformación social, exigiendo al Estado que asuma políticas católicas. Es interesante porque estamos ante una institución que se reconoce tanto en la sociedad civil como política. No es así en el conjunto de América latina. Acá la Iglesia se coloca por arriba y por afuera de otros actores sociales reivindicando para sí una presencia importante tanto en la Nación como en la Patria. Sigue pensando que la identidad de la Nación argentina es católica y por eso tiene responsabilidades para opinar y decir qué es lo mejor para la patria argentina.
–Se puede decir que también es consecuente en la falta de autocrítica...
–Habla hacia otros, no hay nada hacia adentro. Tal es así que cuando habla de reconciliación no hay ninguna mención a las violaciones a los derechos humanos ni a que Christian von Wernich está siendo juzgado, no hay ninguna mención. Prefiere en ese sentido callar. Es interesante analizar qué pone primero, qué palabras elige. Reitera que el primer derecho humano es preservar la vida desde el momento de la concepción; es una profunda crítica a los que piden programas de salud reproductiva, la despenalización del aborto. Reivindica la familia, constituida solo por varón y mujer, todos los que hablan de distintos tipos: de madres solas, padres solos, familias que se reconstituyen, nada; mucho menos admite la unión civil de personas del mismo sexo. En ese mismo párrafo destaca que la familia es la principal responsable de la educación de los hijos; ésta es la postura de la Iglesia y del cardenal de la ciudad de Buenos Aires (Jorge Bergoglio) que deriva en la necesidad de que haya educación católica en las escuelas públicas. Reivindica al mismo tiempo el compromiso social.
–¿La participación del obispo de Santa Cruz, Juan Carlos Romanín, se puede leer entonces en ese contexto?
–Es una Iglesia que reclama, Romanín acompaña reivindicaciones sociales y sindicales, pero es cada obispo, cada sacerdote el que le da forma a ese compromiso. Romanín tiene todo el derecho de pedir justicia, transparencia, ejerce una actividad política. El debate pendiente es por qué un acto tiene que estar regulado por una autoridad religiosa y no por los propios movimientos sociales: eso muestra debilidad de los movimientos sociales o la importancia de la Iglesia Católica. En una democracia si quiere ampliar derechos, la discusión a darnos es qué tipo de vínculo debe haber entre los partidos políticos y la Iglesia argentina. Cada uno quiere su cura propio, esto se retroalimenta.
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