Desde que la administración del presidente Néstor Kirchner presentó el Presupuesto 2004 la oposición objeta el hecho de que los supuestos de crecimiento e inflación están subestimados. Esa maniobra, aseguran, apunta a que el superávit fiscal sea finalmente superior al presupuestado y, por lo tanto, queden fondos excedentes que el Ejecutivo pueda utilizar sin consultar al Congreso.

Según un informe del diputado Claudio Lozano, en toda la gestión kirchnerista ese saldo sin aprobación parlamentaria ascenderá a 50 mil millones de pesos. En el proyecto de Presupuesto 2008 nuevamente aparecen indicadores que, a priori, parecen demasiado cautelosos: por ejemplo, un aumento del PBI del 4 por ciento y una estimación de inflación anual del 7,5 por ciento.

Fuentes cercanas a la senadora Fernández de Kirchner aseguraron a Página/12 que esas cifras “son realistas”. En el Gobierno piensan que la crisis financiera internacional desatada tras la debacle del mercado hipotecario estadounidense todavía no ha terminado y que hay que tenerla en cuenta para cualquier cálculo macroeconómico. Si bien aseguran que el país está mejor preparado que otros para afrontar una crisis mayor, de todas maneras creen que hay que ser cautelosos.

Respecto del índice inflacionario, aseguran que 2008 será un año mucho más “tranquilo” que 2007. Por un lado, piensan que no volverán a repetirse las bajas temperaturas que destruyeron buena parte de la producción frutihortícola, que derivó en un importante aumento del rubro alimentos. Por otro lado, creen que el rubro servicios disminuirá el ritmo de ajuste de sus precios. Además, la senadora Cristina Fernández de Kirchner piensa tener un superávit aún mayor que el que figura en el Presupuesto, porque espera no tener que importar tanto combustible desde Venezuela y porque tiene la intención de ir disminuyendo en forma gradual los subsidios a las empresas públicas privatizadas. Esa caída del gasto público, estiman, derivará en una menor inflación.