Cristina Kirchner cerró la gira con encuentros con autoridades de Austria. Intentó mostrarse como jefa de Estado, pero surgió el tema de las elecciones. Fischer prometió aumentar el intercambio comercial.
› Por Fernando Cibeira
desde Viena
“Fue excelente, no sólo por la representación institucional de quienes me recibieron sino también por la agenda de temas”, evaluó la senadora y candidata presidencial Cristina Fernández de Kirchner su breve gira por Alemania y Austria, que finalizó ayer. En su último día de viaje, la candidata anduvo de reunión en reunión con las principales autoridades austríacas, todas pertenecientes a la socialdemocracia. Fue el broche de un recorrido que tuvo como objetivo apuntalar la instalación internacional de Cristina Kirchner y mostrarla desde ahora como una virtual jefa de Estado en funciones más que como una aspirante a serlo. Por eso, la senadora prefirió destacar que había estado discutiendo con la canciller de Alemania, Angela Merkel, o con el presidente de Austria, Heinz Fischer, cuestiones tales como la integración de la Unión Europea con el Mercosur o cuestiones de género como la participación de las mujeres en la política, antes que sus posibilidades frente a las elecciones de octubre, un tema que invariablemente surgió en cada encuentro. “Pero era algo que surgía siempre al final, casi anecdótico”, minimizó Cristina.
Sin dudas, para quienes han trazado la estrategia electoral de la primera dama su posibilidad de armar una agenda internacional es un hándicap muy grande que no debe desaprovechar. Realizó varios viajes por Europa y América durante este año, y todavía tiene en su cronograma las actividades que realizará en diez días en Nueva York, en forma paralela a la Asamblea General de la ONU, más dos viajes a Chile y Brasil, donde será recibida por los presidentes Michelle Bachelet y Luiz Inácio Lula da Silva.
En esa ambición, Merkel era una figurita difícil. Lejos ideológicamente de los Kirchner (pertenece a la conservadora democracia cristiana), durante este tiempo no desarrolló con ellos ninguna afinidad. Con el presidente Néstor Kirchner sólo se encontró una vez y fue en el marco de una cumbre. Pero la gestión de algunas empresas germanas ayudó a aceitar los engranajes diplomáticos y así Cristina tuvo su foto con la mujer más poderosa del mundo, según la lista de Forbes, a 45 días de las elecciones presidenciales.
Las firmas Volkswagen y Siemens también organizaron comidas con sus directivos y sendas recorridas por fábricas, amén de un encuentro con los empresarios agrupados en la cámara de industria y comercio. El presidente de VW en Argentina y ex canciller de Austria, Viktor Klima, le agregó un bonus al contactar a sus ex correligionarios en el poder, así el periplo tuvo ayer también su capítulo vienés. “Son amigos míos”, explicó Klima. El empresario formó parte ayer de todos los encuentros.
Cristina arrancó su jornada a las 11, cuando se reunió con la presidenta del Congreso, Barbara Pramer. La diputada la esperaba para evaluar un proyecto que prevé resarcir a las víctimas de los familiares del nazismo que viven en la Argentina, unas 400 personas según sus estimaciones. Con considerable retraso, Austria está revisando las consecuencias de su pasado trágico de entusiasta colaboración de Adolf Hitler. Pramer quiso conocer los antecedentes que existían en la Argentina y se interesó por el derrotero de las anuladas leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
En un diálogo entre dos mujeres de la política, enseguida se habló de la cuestión de género. Con los datos sobre la mesa, concluyeron que en el rubro Argentina estaba mejor que Austria, ya que en el país el 43 por ciento de los senadores y el 35 por ciento de los diputados son mujeres. Pramer le preguntó si, pese a este dato, no había resistencia a que una mujer llegara a la presidencia de Argentina. La candidata le respondió con el mismo argumento que le había dado a Merkel el día anterior, recordando la participación de las mujeres en la actividad pública del país desde que Evita había promovido el voto femenino.
Pramer, obviamente, se interesó por conocer de primera mano las posibilidades de Cristina Kirchner para el 28 de octubre. “Las encuestas me dan muy bien. Pero los votos hay que contarlos de a uno ese domingo después de las 6 de la tarde”, fue la respuesta que la candidata repetiría a lo largo del día en cada encuentro.
Del Parlamento la delegación se trasladó al Palacio Hofburg, la majestuosa sede del Imperio Astro-húngaro. En los apartamentos que alguna vez recorrieron Francisco José I y su esposa, la emperatriz Sissi, los esperaba Fischer, el presidente de Austria. Fischer ya había recibido a los Kirchner el año pasado, cuando viajaron para la cumbre de la Unión Europea y América latina. Ya entonces se había mostrado como una persona simpática y muy informada sobre la política latinoamericana. También el tema de los derechos humanos y la herencia del nazismo aparecieron en la charla. Fischer explicó que los austríacos han elegido el silencio como forma de asimilar aquel tiempo terrible. Y puso de ejemplo a su suegro, de quien se enteraron que había sido prisionero en un campo de concentración nazi cuando revolvieron sus papeles luego de muerto. En vida, no se lo había contado ni a su familia. La reunión se prolongó en un almuerzo del que participó también el canciller Jorge Taiana.
El fin del recorrido quedaba cruzando la calle, en el despacho del primer ministro –canciller en los términos austríacos– Alfred Gusenbauer. Klima ocupó ese cargo desde 1987 a 1990, así que jugaba de local. Apenas entró, fueron a saludarlo funcionarios y empleados. En la reunión con el premier, que hablaba castellano, se discutió sobre las posibilidades de afianzar el vínculo entre la Unión Europea y el Mercosur, un tanto frío luego de los sucesivos fracasos por los subsidios agrícolas en la Ronda de Doha.
Fue el fin de una jornada ciento por ciento austríaca, un país lejano y con el que existe un escaso intercambio comercial que, más que nada por afinidades personales, parece cada vez más cerca de la Argentina. “Esto va en el camino del mejoramiento de una relación que se inició el año pasado en el encuentro que mantuvieron ambos presidentes”, explicó Taiana.
No hubo tiempo para más. A las 19, Cristina Kirchner se fue del principesco Hotel Sacher –el mismo donde se alojaron el año pasado, frente a la Opera–. Un avión privado la llevó a Frankfort y de ahí en vuelo de línea a Buenos Aires. Sus próximas actividades están lejos de las luces del escenario internacional. Avisó que para mañana ya le habían organizado dos actos en el conurbano.
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