EL PAíS › OPINION
Curiosidades de un cierre con color local. Todo es posible, con tal de sumar. El conurbano, siempre record. Los rezongos de los kirchneristas bonaerenses contra la satisfacción de la Casa Rosada. Renovación o cambio, en el Parlamento y en los ejecutivos. Profecías de un politólogo. Y algo sobre entropías y empachos.
› Por Mario Wainfeld
“¿Por qué di en agregar a la
infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué
a la vana
madeja que en lo eterno se
devana,
di otra causa, otro efecto y otra
cuita?”
Jorge Luis Borges. “El golem”.
La casuística y la picaresca dan para todo. Listas colectoras de cualquier pelaje y de todo calibre se diseminan a lo largo del territorio nacional. Todo sea para que el referente sume, en detrimento de la coherencia y aun de la inteligibilidad. Los cierres exhiben hasta el paroxismo la inventiva nacional y la entropía de las organizaciones colectivas. Las coaliciones son indescifrables hasta para los iniciados, el único modo de conocerlas es aprenderlas de memoria. El lector interesado ya conoce ejemplos, vayan unos pocos botones de muestra.
- El Frente para la Victoria (FPV) se presenta con dos, tres o más listas en casi todos los partidos del conurbano bonaerense.
- En Capital, Elisa Carrió, Cristina Fernández de Kirchner y Roberto Lavagna arrastran dos boletas de diputados cada uno.
- Ricardo López Murphy va en boleta única con el PRO porteño pero no es su candidato presidencial en el resto del país. Un unitarismo al uso nostro, quizá.
- El radical Víctor Fayad se propone para intendente de Mendoza Capital, con el aval de su partido (que mociona a Lavagna) y de la Coalición Cívica (que promueve a Carrió). Roberto Iglesias, pretendiente boina blanca a la gobernación, pone el grito en el cielo y exige a las autoridades partidarias que obliguen a Viti Fayad a desengancharse de la boleta de Lilita. Pierde.
- En la misma provincia, el ARI y el socialismo se coaligaron antes que Carrió y Rubén Giustiniani a nivel nacional. Pero la referente de la Coalición Cívica no los apoya, impulsa al apartidario ex juez Luis Leiva para gobernador.
- Hermes Binner, de ordinario cauto y sereno, explica que votará la fórmula entre Carrió y su compañero socialista Giustiniani, porque no puede cortar boleta. Un modo estridente de demostrar su falta de affectio societatis para una jugada que se le impuso “desde afuera”.
- Reservamos los nombres propios por delicadeza, sucedió al menos en dos provincias. Dirigentes residuales de un partido extinguido que tuvo su predicamento en los ’70 y los ’80 se colaron en las negociaciones peronistas. Los partidos tradicionales tienen adquirido un número de lista, se quedaron con los primeros. Ofrecían su rótulo al candidato que lo “pagara” con candidaturas de segundo nivel. El bien ofertado: la visibilidad, quedar al principio de las mesas electorales, seguramente más a mano de votantes desprevenidos o apresurados. Un símil de un buen sitio en la góndola del supermercado, al servicio de cualquier producto.
- Siguen las firmas.
En septiembre de 1973 Jorge Abelardo Ramos innovó, convocando a votar “Perón- (Isabel) Perón desde la izquierda”, esto es, desde la boleta de su partido, el Frente de Izquierda Popular. Se llevó un paquetazo de votos, la comidilla de la época atribuyó su desmesurada cosecha al error o la distracción de los votantes.
En un nivel comunal, Jorge Giorno replicó el portento en el año 2003, “colgado” de la nave insignia, Aníbal Ibarra. Acumuló un impensado capital político, cuatro años después va con Jorge Sobisch.
Milagros como esos podrán propagarse el 28 de octubre.
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Las razones son conocidas, la fragmentación de los partidos políticos, el bajísimo costo de oportunidad. El menjunje, presagian los operadores, será convalidado por los votantes, si concuerdan con quien encabeza la lista. Sin reglas previas de selección, sin costos imaginados, se pone manos a la obra. Casi nadie está exento de una operatoria pensada en función del candidato-estrella. El FPV es el más conspicuo, no por ser cualitativamente distinto sino por jugar apuestas más fuertes.
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En Lomas de Zamora hay apenas cinco aspirantes a la intendencia por el kirchnerismo. La revista Barcelona fracasó en sus vaticinios: son muchos menos que la población total del distrito.
“¿No pueden perder ante un tercero, con una oferta tan fragmentada?”–inquiere Página/12 a un par de aspirantes. En algo concuerdan, amén de su profesión de fe oficialista: lo creen imposible.
Confidentes de Palacio avizoran que acaso se baje alguna boleta, in extremis. Un excalibur que sondeara cruces de llamadas telefónicas a la Casa Rosada colapsaría por exceso de insumos.
Los autodefinidos kirchneristas de la primera hora rezongan, mientras pulsan sus celulares. No hay señales, mucho menos pertrechos, provenientes de la Casa de Gobierno, aunque sí alguno de “Felipe”. “Si nos daban una manito, podíamos desbancar fácil a Manolo Quindimil en Lanús y a Jorge Rossi en Lomas de Zamora.”
Sus imprecaciones se elevan ante la decisión de conceder los colores del Frente para la Victoria a los intendentes que procuran la reelección. “Le ganamos a Duhalde en 2005, era el momento de rematarlos”, rezongan, mientras pintan paredes con la tirada “Cristina-Scioli-quien sea”.
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La lectura del disco rígido del oficialismo es muy diferente. Alberto Fernández la desgranó cuando hacía malabares para cerrar las listas y en los días ulteriores. “Se avanzó mucho con relación al duhaldismo. En diputados se van veinte duhaldistas y serán suplidos por gente nuestra, radical y de los movimientos sociales. Duhaldistas puros, quedarán tres”, redondea a su guisa.
En las intendencias, proyectan en la Casa Rosada, la polución de alternativas debilita, como mínimo, el impenetrable poder local. Si revalidan, lo harán con menos votos que de costumbre, con adversarios en ascenso. De máxima, algunos feudos cambiarán de mano.
“Jesús Cariglino está asediado en Malvinas Argentinas por Luis Vivona”, enumera. “Manuel Quindimil puede perder con Darío Díaz Pereyra.” “Y en San Miguel, Joaquín de la Torre puede ganarle al riquista Oscar Zilocchi.”
Un detalle interesante, ineludible. Los tres intendentes supuestamente jaqueados, incluido el riquista, confluyen en el FPV.
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Nada arredra el optimismo oficial ni aun los lamentos de sus aliados. “Hay una lectura errónea del armado bonaerense”, puntualizó Fernández a varios cabezas de colectora. “Estamos en plena ofensiva contra el duhaldismo. Por algo apareció Duhalde en estos días, porque está a la defensiva.”
Nadie puede aseverar los motivos personales del ex presidente para salir al ruedo, quizás haya algún factor coyuntural que lo haya apresurado. Pero su voluntad de complicarle la existencia a Cristina Kirchner, si llega a la presidencia, está prefijada desde hace varios meses. Página/12 la anticipó en detalle hace más de dos meses.
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Toda estimación es precaria antes de que se conozcan los resultados. Pero las tendencias sugieren que es excesiva la autocomplacencia oficial. En líneas generales el kirchnerismo reiterará su desempeño de 2005, ampliando el número de diputados nacionales y legisladores provinciales confiables. En lo atinente a los gobiernos, provinciales o municipales, suena que habrá una arrasadora preeminencia de los respectivos oficialismos actuales. Mucha más continuidad que cambio en las intendencias y gobernaciones.
La diferencia es sugestiva porque, hoy por hoy, son los ejecutivos y no los parlamentos los semilleros de los candidatos justicialistas más taquilleros.
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“Un cuadro de doble entrada, sencillo, conteniendo todos los partidos y alianzas”, reclama el decano de Sociales de Estocolmo a su discípulo predilecto, el politólogo que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina. “Basta de minucia impresionista... –impreca– ...envíeme elementos precisos.”
El politólogo responde que ese menester es imposible, si el afán es traducir el realismo mágico.
“Un dato duro, por lo menos”, se rebaja el decano.
“Una posibilidad, no una certeza. Acaso Cristina gane en los tres distritos que significaron los reveses más serios del FPV a nivel regional: Capital, Santa Fe, Córdoba. O en dos, como mínimo.”
“¿Seguro?”
“A seguro lo llevaron preso”, se divierte el politólogo sabiendo que dejará en ayunas a su corresponsal.
“¿Cuál es su fuente?”, se obstinan desde Estocolmo.
“El periodista independiente”, contesta de volea el politólogo. Y parte presto al conurbano a ver cómo hacen campaña las colectoras, tomado de la mano de la pelirroja progre, que no tiene decidido cómo votará.
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La presión de la demanda es, cuanto menos, uno de los factores de la actual inflación. En materia política, en cambio, sobreabunda la oferta. El sistema político es generoso para la representación parlamentaria de las minorías (se puede acceder a una banca con un porcentual bajo de los votos) y amplio para admitir postulantes presidenciales. Las consecuencias son llamativas, catorce candidatos a presidente, lo que da por hecho que al menos diez no alcanzarán un porcentaje de dos dígitos.
Tamaña abundancia empacha más de lo que alimenta. Dificulta la información al votante y seguramente proyecta imprecisión a las lecturas posteriores. Eso por no hablar de menudencias como la conformación de bloques parlamentarios homogéneos o de gobernabilidad en varios distritos.
No se trata de un tema puramente legal, de un mal curable merced a la mágica “reforma política”. La realidad, mañosa, no se deja ensillar tan fácil. El ballottage establecido en la Constitución de 1994 incentiva la conformación de dos fuerzas, en especial de una coalición opositora para llegar a la segunda vuelta. Así funcionó en 1995 con el Frepaso y en 1999 con la Alianza. Pero en 2007, primando la entropía y el individualismo, la oposición no da la talla para valerse de esa virtualidad.
A la espera del genio que invente un instructivo para entrar al cuarto oscuro, ajenos a las consecuencias de sus actos, los competidores aceleran sus 4x4 o sus catraminas, por autopista o por colectora.
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