Dom 23.09.2007

EL PAíS

Lo que quedó de la patota del doctor Oscar Alende

En 1983 fue la tercera fuerza a nivel nacional. Después acompañó a Menem y sus militantes huyeron. Ahora lleva una candidata en la lista de CFK. El PI hoy.

› Por Adriana Meyer

“Somos la patota del doctor... Oscaaar Alende/ largue todo y venga volando/ que se está gestando la revolución.” Los de menos de cuarenta apenas recuerdan el cantito más entonado en las masivas columnas callejeras del Partido Intransigente durante los años ’80. Pero muchos mayores de cuarenta que hoy integran otros partidos o militan en movimientos sociales o gremiales lo cantaron, pintaron paredes, y fueron protagonistas en esa fuerza que llegó a ser tercera a nivel nacional, marcó una época y llegó a ser escuela política de muchos dirigentes. Hoy su participación electoral se redujo a la postulación de la ex diputada Lucrecia Monteagudo en el lugar número 24 de la lista de Cristina Kirchner en provincia.

La página web del PI, de diseño impecable y moderno, contrasta con el frío y austero local del comité nacional, en Riobamba 482, donde nació el partido como tal, un 24 de junio de 1972. “A pesar de que las claras estipulaciones que el propio Ministerio del Interior había proyectado con relación a lo que era la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), se produce el despojo de nuestro nombre y nos vemos obligados, para tener personería, a colocar en prioridad el nombre de Partido Intransigente (...) que mantiene en todo vigor la esencia del partido radical yrigoyenista”, dijo Alende ese día. Si bien el concepto de intransigencia había nacido con la misma Unión Cívica, cuando a fines del siglo XIX se dividían en “radicales o intransigentes” y acuerdistas, pasaron casi cien años para que el PI se definiera como popular, revolucionario, nacional y antiimperialista, con pretensión de convertirse en Tercer Movimiento Histórico. Sin haber sido un partido originariamente proletario, se nutrió de la izquierda tradicional, del peronismo y de politizados sin partido definido. En 1973 recibió el aporte de los revolucionarios cristianos e intransigentes de la Alianza Popular Revolucionaria (APR), que se plasmó en la formula Oscar Alende-Horacio Sueldo. El discurso de Alende al país un día antes del golpe de 1976 quedó en la memoria colectiva y durante la dictadura el PI sufrió amenazas, encarcelamientos y bombas.

Ya en democracia, sus filas recibieron a muchos ex presos políticos y perseguidos, tanto del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) como de Montoneros, que dieron una lucha interna para renovar la tradicional estructura “parroquial” al estilo radical. Eran los días de las multitudinarias marchas, de los recitales en la Federación de Box, el frente cultural al que adherían figuras como Miguel Cantilo y Alicia Zanca, de la presidencia de cinco centros de estudiantes de la UBA. Eran los tiempos en que haber logrado un 10 por ciento de los votos como tercera fuerza nacional, con cinco diputados nacionales, permitía soñar con más. Fue más tarde que Alende terminó apoyando a Carlos Menem mientras sus militantes le hacían frente y luego huían en masa.

En el sitio de Internet del PI la adhesión a los trabajadores del Bauen y a la Concertación Plural, el repudio al asesinato de Carlos Fuentealba y la biografía de Alende, está ilustrada con fotos de marchas con banderas rojinegras, pero la mirada atenta permite detectar que los manifestantes llevan ropa de otra época. Ya no son tiempos de masividad.

Uno de sus dirigentes más notorios, además de Monteagudo y de su esposo, el también ex diputado Gustavo Cardesa, es el general Juan Jaime Cesio, a quien el Gobierno le devolvió el grado que la dictadura le había quitado por cuestionarla y denunciarla. Tienen diputados en seis provincias, en Córdoba alineados al juecismo. Supieron integrar las filas del PI dirigentes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) como Jorge Baños (muerto en el ataque al cuartel de La Tablada), del Frente Grande como Marcelo Vensentini o que venían del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) como Raúl Rabanaque Caballero. Otros, como Raúl Fernández y Miguel de Monserrat fueron funcionarios porteños con Aníbal Ibarra (el primero) y son parte del oficialismo (el segundo).

Lucrecia Monteagudo terminó su mandato en 2005. Es psicóloga clínica y atiende a sus pacientes en Quilmes. “Sin un cargo legislativo no tenemos acceso a los medios”, se lamentó ante Página/12. “Fue la tercera fuerza que en los ‘80 rompió con el bipartidismo. Si tomamos errores internos de la dirigencia, más un corrimiento de la ciudadanía hacia un lugar que no fue lo nacional y popular se nos ha hecho muy difícil sostener al partido. No tenemos recursos, pero estamos en todo el país”, explicó Monteagudo. “En los ‘80 la dirigencia no estuvo a la altura de las circunstancias. No se pudo lograr una síntesis ideológica entre quienes venían de antes, con los que venían de prácticas revolucionarias de los ’70, y los que veníamos sin militancia”. Aún así, destacó que el PI nutrió al Frepaso, al Frente del Sur y al Frente Grande. “Llegamos a confrontar con Alende, con los que estaban al lado del viejo, fue muy doloroso porque lo queríamos. Por cuestiones ideológicas puede ser que valga la pena, pero no cuando se persigue el botín: o me quedo con el sello, o me quedo con la guita o me quedo con las casas. Eso debilita”, recordó la dirigente.

¿Dónde están los militantes de los ’80?, le preguntó Página/12. “En militancia social, en formaciones como el Frente Grande, que tuvo su propia diáspora, o se fueron al justicialismo, y gente que está ahora en el Frente para la Victoria. Nos estamos recuperando. Estamos achicados pero con nueva forma de militar aunque no se lo vea en una contienda electoral”. Monteagudo admitió que el mayor error político del PI fue el acompañamiento a Carlos Menem en 1989. “Veníamos de cantidad de decepciones y acompañar al peronismo parecía ser un oxígeno. Pero el partido termina llevando a Menem, que inaugura la mentira mayor en la política en Argentina. Estuvimos tres meses y nos fuimos. Pero fue un error importante. Ahí se produce un gran desprendimiento de militantes”.

En sectores de izquierda al PI ahora lo llaman Partido Inmobiliario porque dicen que sobrevive con el alquiler de los muchos locales que supo tener. Monteagudo aclaró que prestan algunas casas partidarias, como la de Quilmes, que la usa el Frente Amplio de Uruguay por 20 pesos al mes. “Son contribuciones simbólicas, mínimas”, explicó.

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