Jue 27.09.2007

EL PAíS  › OPINION

Estupidez

› Por Adrián Paenza

El martes al mediodía de Nueva York el Consulado argentino había organizado una reunión con un grupo de científicos argentinos radicados en Estados Unidos. La idea era comunicarse con la candidata a presidente Cristina Fernández de Kirchner, quien expondría a su vez los planes que tiene para ciencia y técnica en el caso de ganar las elecciones.

El encuentro fue emotivo y de un nivel poco usual. Los científicos se retiraron “encantados” y convencidos de que por primera vez habían encontrado una persona con “poder” que los había escuchado.

La senadora Fernández de Kirchner se fue encantada también, porque encontró un grupo de personas ávidas de cooperar, poniendo a su disposición “lo que fuere” con tal de poder aportarle al país.

Sin embargo, la estupidez pudo más. La decisión (de quien fuere) de no dejar ingresar a los periodistas que se quedaron en la puerta del Consulado no tolera un calificativo más suave.

Si hubiera algún acto capaz de darle “brillo” a la campaña de la senadora, era justamente éste. Si hubiera algún acto que le permitiera lucir un conocimiento atípico para los políticos argentinos, era precisamente ése.

Si hubiera algún acto que pudiera convencer a algunos indecisos de su voluntad no sólo de apoyar “la ciencia” sino de apoyarse “en la ciencia”, como dijo uno de los científicos participantes (Enrique Rodríguez Boulan), era precisamente ése.

¿Quién tomó la decisión de dejar afuera a los periodistas? ¿Por qué? ¿Qué creían que habría de pasar dentro de ese recinto, que tenía que ser privado? Al contrario: dadas las características de lo que pasó, deberían haber salido a la calle, no sólo para hacer entrar a quienes querían hacerlo, sino buscar a otros periodistas de otros países para mostrarles cómo somos los argentinos (algo que no somos, pero al menos el martes lo parecimos).

Encima, el acto se transmitía casi en directo para todo el país. ¿Qué había para esconder? ¿Qué había para ocultar?

El foco de la atención se corrió. Y en lugar de estar hablando sobre cómo sigue ahora la historia, cómo se iniciará ahora la ronda con otros científicos que están en el país, la discusión pasa por la estupidez de alguien que no pensó. ¿Quién fue? ¿Renunciará? ¿Se paga esto como en cualquier empresa?

Si no era por los periodistas, la discusión quedaba reducida a 60 personas. ¿Es esto lo que se quiere? ¿No será al revés? ¿No necesitamos que haya la mayor cantidad de gente posible involucrada y participando?

El acto fue extraordinario. Otra vez: extra-ordinario.

Sin embargo, la estupidez lo puso fuera de foco.

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