EL PAíS › LO QUE DICEN LOS INFORMES FORENSES Y LAS TEORIAS QUE SE MANEJAN
El crimen de los tres policías es de una brutalidad inédita y chocante. Se descartó que todo fuera para robarles las armas y crece la sensación de un homicidio pensado para crear conmoción en la campaña y condicionar al futuro gobierno bonaerense.
› Por Raúl Kollmann
Las autopsias realizadas en los cuerpos de los policías asesinados en La Plata revelan datos estremecedores. El oficial Alejandro Vatalaro, de apenas 27 años, tiene en el cuerpo 33 puñaladas, varias en la cara. Su compañero Ricardo Torres Barbosa, de 26 años, cuya autopsia fue adelantada ayer en exclusiva por Página/12, recibió 14 puñaladas. A ambos los acuchillaron por la espalda y todos los indicios de la Policía Científica indicarían que estaban durmiendo. Los forenses creen que Vatalaro y Barbosa fueron asesinados a cuchilladas, luego les quitaron las pistolas y les dispararon a la cabeza cuando ya estaban sin vida. Aunque admiten que esa secuencia debe ser corroborada con los estudios anátomo-patológicos. El sargento Pedro Díaz fue el único que se pudo defender. Tiene numerosas puñaladas en el frente del cuerpo y ya estaba herido de muerte cuando disparó contra los agresores. Una de las puñaladas fue tan brutal que le fracturó una costilla. Lo remataron de cuatro disparos. En los alrededores de la planta transmisora ubicada en las afueras de La Plata se encontraron huellas de tres personas, por lo que se presume que los atacantes fueron cuatro. Uno tal vez esperaba en un auto a metros del lugar donde se produjo el sangriento triple homicidio.
Las autopsias y los estudios de rastros dejaron numerosas conclusiones y algunos puntos que todavía requieren de más estudios y análisis.
- Las muertes se produjeron entre las tres y las cuatro de la mañana. El cálculo se hizo basándose en la temperatura de los cuerpos.
- Los cuerpos de los dos oficiales jóvenes no registran lesiones defensivas. Eso significa que los mataron cuando estaban acostados y, casi seguro, durmiendo.
- Un indicio importante es que se encontraron dos colchones armados en el piso, lo que confirmaría que ya se habían acostado.
- El análisis de las heridas de arma blanca es muy difícil. No es sencillo discernir si se usó un cuchillo, dos o más. Quienes revisaron los cuerpos se quedaron con la sensación de que las cuchilladas –de una violencia inusitada– fueron hechas con un solo cuchillo, de tamaño considerable.
- La autopsia dice textualmente que las heridas mortales fueron de arma blanca y los disparos fueron posteriores. Esta no es una conclusión definitiva.
- Los disparos fueron realizados con pistolas Bersa, las mismas que tenían los policías. La lógica indica que los acuchillaron, les quitaron las armas y les dispararon con ellas, pero hay que esperar el informe balístico, porque también los homicidas podrían haber traído pistolas Bersa.
- El sargento Díaz estaba durmiendo en un lugar contiguo. Percibió el ataque y de entrada lo repelió sin poder sacar el arma. Por eso tiene numerosas cuchilladas en el pecho y, sobre todo, en los brazos. En algún momento, ya herido de muerte, pudo empuñar su pistola y la descargó completa contra los agresores. Eso ocurrió fuera del destacamento. A unos veinte metros cayó en forma definitiva y la Bersa quedó bajo su cuerpo. Lo remataron de cuatro disparos.
- El análisis del suelo permitió el hallazgo de huellas de tres agresores. El dato sería indudable porque se trata de huellas en tierra ya regada por sangre. Esto significa que en el asesinato mismo participaron por lo menos tres individuos, aunque quien haya empuñado el cuchillo o los cuchillos hayan sido uno, dos o los tres.
- Hay algún indicio de que llegaron en un coche y que, tal vez, un cuarto integrante de la banda haya esperado en el vehículo. No está claro si al escuchar los tiros este sujeto huyó o no. Lo que sugiere esa posibilidad es que los homicidas tomaron la camioneta-patrullero LUV para huir. El vehículo se encontró poco más tarde en un barrio humilde, La Unión, en las afueras de La Plata.
- Hay algún indicio de que al menos uno de los atacantes fue herido. En la camioneta se encontraron rastros de sangre, aunque se intentó lavarlas.
Con todos estos datos, las hipótesis que se vienen tejiendo desde las primeras horas siguen vigentes y van tomando nueva dimensión.
- Ha perdido peso la idea de que el objetivo de los atacantes fue robar las armas. Lo real es que se llevaron las dos pistolas Bersa de los oficiales jóvenes, una ametralladora Uzi, una escopeta calibre 12/70 y tres chalecos antibalas. Sin embargo, la increíble brutalidad de los agresores pone muy en duda esta hipótesis. Tantas cuchilladas y el homicidio de tres policías, dos de los cuales estaban durmiendo, no se condicen con un robo de armas. No hay ningún antecedente ni remotamente parecido y no hay un solo criminalista que, hoy por hoy, crea que se haya tratado de un episodio delictivo común como sería un robo de armas.
- Ha crecido la hipótesis de la venganza. El ataque, las cuchilladas, los disparos de remate, exhiben odio, locura. Encuadran mucho en los perfiles que tiene una venganza, aunque no se registra un hecho de esa naturaleza en las últimas décadas. Algún criminalista incluso sugiere investigar algo más acerca de la vida de Vatalaro, el oficial que recibió la mayor cantidad de puñaladas y contra el que hubo más ensañamiento. Se ha dicho que el sargento Díaz ayudó a desbaratar una banda de violentos jóvenes que robaban en la zona y que lo del viernes a la madrugada podría ser el “vuelto”. Sin embargo, fuentes policiales le dijeron a este diario que Díaz jugó un papel muy menor en ese hecho. Fue el destacamento de Arana el que investigó, persiguió y detuvo a la banda cuyos integrantes, además, están todos presos. En su huida, alguno de los ladrones se metió en el predio de la planta transmisora y Díaz colaboró con sus compañeros de Arana en la detención, pero lo cierto es que no tuvo mucho protagonismo.
Otra vertiente
Tal como adelantó ayer Página/12 hay otra vertiente importante de la pesquisa. Uno de los oficiales –no revelan cuál– tuvo un grave enfrentamiento con un sujeto que salió de prisión hace pocos días. Ese individuo tendría graves desequilibrios psiquiátricos. Lo que no encaja con esta hipótesis es que en este triple homicidio actuaron tres o cuatro agresores y se puede concebir que haya un loco, pero es inexplicable que tres o cuatro personas más lo acompañen en su locura.
Se mantiene la hipótesis de un ataque de policías desplazados de la Bonaerense, ex comisarios, que quieren condicionar la gestión del futuro gobernador y del futuro ministro de Seguridad.
Está claro que los que protagonizaron los homicidios de La Plata sabían que iban a provocar una conmoción inédita. La idea sería producir un hecho de esas características para que las futuras autoridades –casi seguro Daniel Scioli, gobernador, y Carlos Stornelli, ministro de Seguridad– tengan en cuenta que algo así puede volver a ocurrir y que por lo tanto deben pactar con los porongas, como se conoce a los comisarios y ex comisarios más poderosos de la Bonaerense. La mecánica habitual consiste en encargarle semejante hecho a una banda de delincuentes, como ocurrió con Los Horneros en el caso del asesinato de José Luis Cabezas. Lo que mantiene fuerte esta hipótesis es que los agresores fueron directamente a matar, incluso a policías que estaban durmiendo. Los que no se condice con esta variante es que los hechos parecen demasiado burdos: usaron cuchillos, huyeron en la camioneta-patrullero, dos cuestiones que no se entienden en el marco de una operación supuestamente planificada. Aun así, esta hipótesis es de las que tiene más fuerza.
Por tanto, se mantiene la hipótesis de una operación destinada a influir en el proceso electoral. Lo que le da más fuerza a esta teoría es que se trata del triple asesinato más violento y sangriento en muchos años. Los nuevos datos de las autopsias reafirman que, como hecho delictivo, no tiene ninguna lógica y la forma en la que se cometieron los asesinatos no encaja con la criminalidad habitual. Son varios los especialistas que sostienen que el objetivo fue producir conmoción y reforzar la cuestión de la seguridad como tema de la campaña electoral. La objeción a esa hipótesis es lo elemental, lo grotesco, del hecho. No tiene apariencia de haber sido planificado por alguien que piensa en términos electorales. Sin embargo, el efecto en los comicios es objetivo y muchas veces quien piensa una operación de éste tipo, recurre a mano de obra de la peor calaña, que termina actuando de forma inusitada bajo los efectos de los estupefacientes.
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