Primos, esposas, hijos y demás parientes de... apoyan sus candidaturas en un nombre conocido como estrategia para ganar votos. Los principales casos en estas elecciones.
› Por Werner Pertot
Scioli se hizo fan de Jorge Sobisch. “Kirchner no tiene visión”, puntualiza, al tiempo que le hace ojitos al neuquino. No es Daniel, claro está, sino Marcela Scioli, prima del vicepresidente y candidata a diputada porteña. Su caso es uno más de los que proliferan en esta campaña: los candidatos que usan como trampolín la portación de un apellido conocido. Los estrategas de campaña lo saben, y por eso ponen en letras de molde los apellidos, donde antes estaban los alicaídos sellos partidarios.
La cuestión del apellido tuvo su furor durante aquella discusión de “alta peluquería” –al decir de Aníbal Fernández– entre Cristina Fernández de Kirchner y Chiche Duhalde. La primera defenestró a “las mujeres portadoras de apellido” del justicialismo, y la segunda se reivindicó como tal. Sacando picardía a falta de intención de voto, Ricardo López Murphy la desafió a no poner en la boleta el “de Kirchner” para ser consecuente. Allí estará, obviamente.
El de Marcela Scioli es el caso más paradójico: lleva agua para su molino de un candidato que compite en la vereda de enfrente. La confusión a la que se presta el comienzo de esta nota podría transferirse a cualquiera de los carteles gigantes que llevan su apellido. En diálogo con Página/12, ella disminuye las distancias con su primo. “Daniel está con líderes que no comparto. No tienen visión. Sí resalto que él ha hecho una excelente gestión, más allá de que entró de la mano de Menem. Hoy le toca estar con Kirchner y mañana puede estar con Macri”, se esperanza.
Marcela Scioli se sumó hace más de cinco años al Partido de la Ciudad, de Jorge Giorno, quien ya tuvo su primer éxito en la guerra de sellos: en 2003 se colgó de la lista de Aníbal Ibarra y fue el que puso más grande el nombre del ex jefe de gobierno. Esto le arrojó un caudal de votos considerable. Hoy prueba suerte con otro apellido y de la mano de Sobisch. “Las alianzas se forman para una elección. Son cosas de la política”, justifica Scioli, quien remarca que Giorno “sigue siendo el mismo”.
Sin embargo, fue el neuquino el que la convenció de que se candidateara. “Giorno me presentó a Sobisch, y yo lo compré a Sobisch. Compré la actitud que tiene en la vida. Es la misma que tengo yo”, remarca la candidata, quien dice que alguna vez podría coincidir con su primo “no importa si es en la UCeDé, la UCR”.
Marcela no es la primera prima que se catapulta con su apellido: Jorge Macri puede dar testimonio. En PRO la mayoría lo conoce como “el primo”, y no sin motivo: durante la campaña de 2005, se presentaba ante los vecinos como “Jorge Macri, primo de Mauricio”. Su equipo también hacía esa aclaración en las encuestas telefónicas de intención de voto. En la negociación con Francisco de Narváez, el apellido también pesó. “Me ayuda mucho. Siempre digo que no sería lo mismo si me llamara Pérez, más con este momento de esplendor, en que ganamos la ciudad. Antes era más duro llevarlo”, admite Jorge Macri a este diario.
El candidato a vicegobernador de Unión-PRO advierte que le sumó trabajo y armado político al apellido. “Algunos hacen una clara utilización del apellido. Tiene que ver con que los partidos dejan de ser importantes, y las personas pasan a ser la marca”, considera, sin dejar traslucir que la sombra del “primo de” también tiene su peso. “Es como cuando Mauricio logró dejar de ser ‘el hijo de Franco’... ¡Yo algún día dejaré de ser el primo!”, clama Jorge Macri, medio en serio, medio en broma.
En lo de apellidos que hacen sombra, sin embargo, existe uno que no tiene competencia: Ricardo Alfonsín, a quien en sus comienzos muchos le señalaban que hasta el bigote y los gestos recordaban a su padre, Raúl Alfonsín. En uno de los actos contra la destitución de Ibarra, una de las coordinadoras que controlaba el paso de gente al palco lo divisó y empezó a gritar: “Es el hijo del Alfonsín, déjenlo pasar. Es el hijo de Alfonsín”. “Soy Ricardo. Ya estoy harto de ser ‘hijo de’”, le contestó (otra vez, medio en serio, medio en broma).
“A esta altura, me lo tomo un poco en joda. Ahora, con la campaña, le dicen Ricardo a él”, recuerda Ricardo Alfonsín. Esa fue una de las pocas venganzas de la historia: en un homenaje que compartió el ex presidente radical con Eduardo Duhalde, éste lo llamó por error “Ricardo” en vez de “Raúl”. “Estuvo bien, porque me hizo propaganda”, se ríe el candidato a gobernador bonaerense, que acompaña a Roberto Lavagna. Sin embargo, Ricardo Alfonsín advierte que “aquí no hay apellido que valga. Los liderazgos no son transferibles: te pueden facilitar el conocimiento, pero el desarrollo depende del compromiso con el que trabajes”.
En esto coincide con la senadora y candidata por el Frente para la Victoria, Vilma Ibarra. “Lo importante es tener legitimidad y no depende del apellido sino de la historia personal”, advierte. A diferencia de los otros candidatos, Vilma puede decir que empezó a militar antes que su hermano Aníbal, aunque éste se hizo conocido primero. Al punto de que durante la campaña porteña en el ibarrismo le decían “la Gran Hermana”.
“Los que somos menos conocidos tuvimos que explicar que no estábamos por nuestra condición de familiares”, sostiene Vilma Ibarra.
¿Más ejemplos? Además de Alfonsín, la UCR bonaerense ostenta a María Julia Storani y Cecilia Moreau, familiares de Federico Storani y Leopoldo Moreau, dos referentes del alfonsinismo. “Las dos militan desde que tienen siete años. Son familias de militantes”, las defiende Ricardo Alfonsín, que tiene también un primo, Julio Alfonsín, que es diputado en la provincia.
En Neuquén compite Parrilli y en Santa Fe, Rossi. Pero no son ni Oscar, ni Agustín, sino Nancy y Alejandro, la hermana del secretario general de la Presidencia y el hermano del jefe del bloque K en Diputados. En la provincia el kirchnerismo lleva a Gloria Bidegain, cuyo apellido recuerda al gobernador de la época de Cámpora, Oscar Bidegain; y la Coalición Cívica tiene en su lista de diputados a Virginia Linares, hermana del ex intendente de Bahía Blanca. Nadie se queda afuera en el juego de sumar apellidos a sus boletas.
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