Scioli puede ganar cómodo, pero las elecciones de intendentes y las colectoras complican el panorama.
› Por Martín Piqué
Quien mejor lo entendió fue Néstor Kirchner. Cuando ya está iniciando su despedida como presidente, el santacruceño todavía se acuerda de los votos que recibió en la provincia de Buenos Aires en el lejano 2003. Aquellos votos le permitieron llegar al ballottage y, deserción de Carlos Menem mediante, llegar a la Presidencia. Como lo comprobó para su suerte el propio Kirchner, el distri-
to más poblado del país es clave para cualquier elección. Los 10.055.916 bonaerenses habilitados para votar implican el 37 por ciento del padrón nacional; tienen mucha incidencia sobre el resultado general, suelen marcar tendencias irreversibles. Eso explica la atención que le dedicaron al territorio bonaerense los principales candidatos presidenciales. Todos saben –lo prueba la historia argentina reciente, sobre todo de diciembre de 2001 a esta parte– que cualquier proyecto político que quiera tener gobernabilidad debe lograr arraigo en ese Estado dentro del Estado que es Buenos Aires.
En esa provincia tan importante hoy se definirán varias peleas en paralelo. Además de la presidencial y de la competencia por la gobernación, unos cuantos intendentes del PJ bonaerense que buscan su reelección se enfrentarán contra los retadores que compiten con las famosas colectoras. En la mayoría de los casos las encuestas pronostican el triunfo del intendente en ejercicio. El aparato municipal sigue siendo difícil de vencer. Pero nada es tan lineal. La resistencia que muchos intendentes pusieron a la aparición de colectoras demuestra que los caciques del PJ bonaerense temen sacar menos votos que hace cuatro años. La razón está en cierto fenómeno que registran las encuestas. En muchos municipios la imagen de la gestión no es buena o es directamente mala.
Si lo que vinieron mostrando los sondeos se confirma en las urnas, el ex motonauta Daniel Scioli tendrá una buena y una mala noticia. La buena es que los hados del destino le auguran un triunfo fácil. La mala es que el estado financiero de la provincia promete cuatro años de vacas flacas y dependencia absoluta de las transferencias de la Nación. Algunas lecturas ubican el déficit en 6000 millones de pesos (sumando el déficit más los pagos de deuda que habrá que afrontar en estos años); para el gobernador Felipe Solá el rojo es de 1600 millones. Cuando le preguntan por la situación económica de la provincia, Solá siempre menciona el estado en que recibió la provincia tras la renuncia de Carlos Ruckauf. La recaudación había caído el 23 por ciento y el Estado provincial pagaba con bonos –aquellos patacones que muchas veces obligaban a caminar para poder colocarlos en algún lado– a empleados públicos y proveedores.
Como la pelea por la gobernación no genera suspenso, la elección en la provincia propone otros temas de interés. Una lectura atenta seguirá con atención lo que pase en el primer cordón del conurbano. ¿La declinación del oficialismo en los centros urbanos tendrá su calco del otro lado de la General Paz? También pondrá el ojo sobre el segundo y tercer cordón: ¿mantendrá el kirchnerismo su influencia sobre las zonas más empobrecidas de la provincia, donde la crisis se sintió mucho en 2001? ¿Qué pasará con las colectoras que el kirchnerismo ideó para permitir a algunos incondicionales competir contra el aparato del PJ que también le reporta? Estas y otras preguntas tendrán su respuesta a partir de las 18, cuando empiecen a conocerse los boca de urna y los conductores de la TV repitan que la voz del pueblo es la voz de Dios.
u Colectora, por primera vez. El método se había inventado en 2003 para que los candidatos peronistas pudieran competir entre sí directamente en la elección general. Entonces se los llamó neolemas, ahora son colectoras. El Gobierno decidió que en algunas partes del conurbano –sobre todo en la tercera sección electoral, la zona de influencia de Eduardo Duhalde– habría varias listas kirchneristas que competirían entre sí (la disputa sería nada más que por la intendencia. En el resto de la boleta, las diversas opciones K llevarían a los mismos candidatos a presidente, gobernador, diputados nacionales y legisladores provinciales).
En la mayoría de los municipios, la pelea entre los intendentes en ejercicio y las colectoras alternativas no promete demasiadas sorpresas. Los resultados inciertos están limitados a unos pocos distritos. Se trata de La Plata, donde se enfrentan el intendente Julio Alak y los alternativos Pablo Bruera y Carlos Castagneto; Lomas de Zamora, donde Jorge Rossi busca reelegir y Fernando “Chino” Navarro y Osvaldo Mércuri quieren dar la sorpresa; Tigre, donde el titular de la Anses, Sergio Massa, busca destronar al vecinalismo que fundó Ricardo Ubieto; San Miguel, el terruño de Aldo Rico, cuyo delfín Oscar Zilocchi hoy busca la reelección y compite con Joaquín De la Torre. Marcos Paz, Esteban Echeverría, Lanús (Manolo Quindimil compite por su octavo mandato y va por el record), Malvinas Argentinas y Marcos Paz también tienen pronóstico reservado.
u El corte de boleta y su mensaje. Mientras siga aplicándose la lista sábana, el corte de boleta siempre será algo a destacar, un comportamiento minoritario que luego debe ser interpretado. ¿Qué se proponía comunicar la tijera? Eso pasará hoy en la elección bonaerense: se evaluará la efectividad de ciertas convocatorias abiertas a cortar boleta, como la del intendente de Morón, Martín Sabbatella. Pero también habrá lecturas más complejas, como la comparación entre los votos que saque Scioli para gobernador y los que obtenga CFK para presidenta. Una diferencia importante a favor de uno u otro tendría repercusiones significativas (¿el aparato del PJ mostró alguna renuencia hacia a la primera dama?, ¿todo el kirchnerismo votó por Scioli? Preguntas que se develarán hoy a la noche).
u El efecto contagio. Quienes vienen siguiendo la relación del oficialismo con los grandes centros urbanos (los columnistas suelen destacar que allí está el electorado más sofisticado y más permeable a los climas de opinión) también pondrán la lupa sobre las localidades que bordean a la General Paz. Si las tendencias electorales de la población argentina comienzan a marcarse en las grandes ciudades para luego expandirse hacia el resto del país, un resultado importante de Elisa Carrió o Roberto Lavagna en el primer cordón del conurbano alimentaría la hipótesis de que el kirchnerismo podría enfrentar algunas acechanzas en un plazo no muy lejano: la pérdida definitiva de uno de los componentes de la coalición policlasista entre trabajadores y sectores medios que el peronismo histórico siempre quiso –y dijo– representar.
u Las dos provincias. ¿Se mantendrá el alineamiento mayoritario por el kirchnerismo en el segundo y tercer cordón del Gran Buenos Aires? ¿Mantendrá el caudal histórico de votos o habrá una caída en manos de Alberto Rodríguez Saá, el candidato que se presenta como peronista, que incluso apela más a los símbolos tradicionales del movimiento? ¿Qué pasará en el interior de la provincia? ¿Cómo le irá allí al radicalismo, que siempre tuvo en la pampa del interior sus mejores resultados bonaerenses? ¿Esos radicales del Interior bonaerense optarán por sus correligionarios L (por Lavagna) o elegirán a sus correligionarios K? En menos de 24 horas, las respuestas.
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