EL PAíS › LOS PRIMEROS BALANCES ENTRE CHAMPAGNE, CANAPES Y EMPANADAS
› Por Diego Schurman
Champagne, canapés de salmón y empanadas. La habitación 1809 del Hotel Inter-Continental lucía próspera en la oferta gastronómica, aunque cierta anarquía predominaba la escena, con propios y también algún que otro extraño saliendo y entrando como si se tratara de un show room. Adentro, Cristina Fernández de Kirchner y su marido Néstor –habrá que acostumbrarse ahora a invertir el orden de presentación– se rendían a un festejo medido y con cierta ansiedad por el resultado en los diferentes distritos electorales. “Esto es toda una responsabilidad”, decía la primera dama a cada uno que se le cruzaba.
La presidenta electa saludaba, agradecía y, en algunos casos, se fundía en un abrazo con los ministros, secretarios y artistas que conseguían el pase para acceder al pretendidamente inexpugnable piso 18. Es que el celo de la seguridad oficial no llevó la tranquilidad necesaria a la pareja y el mandatario se mostró visiblemente ofuscado en un momento por algunas presencias que evidentemente no estaban en su cálculo y también por algunos resultados desfavorables.
Los K festejaron en las alturas de un hotel que conocen a la perfección, sobre todo el Presidente, quien ha sabido mantener allí algunos off the record con periodistas. La suite que los cobijó tiene un living con un plasma de generosas pulgadas. Si uno gira a la izquierda se encuentra con un segundo habitáculo, que anoche ofició de centro de cómputos.
Obsesivo como probablemente pocos en la actual administración, Kirchner alternó anoche los saludos con el clickeo de la computadora para chequear la evolución de los guarismos. De vez en cuando, pasaba a otro sector de la suite para escuchar las declaraciones de sus oponentes. Sobre una pared cuatro plasmas partían su imagen para enloquecer con los cinco canales de aire, más los de cable, más la CNN.
Hubo alusiones irónicas hacia Gerardo Conte Grand, jefe de campaña de Elisa Carrió, por su reaparición en el crepúsculo para relativizar los números nacionales debido a que de ellos sólo una pequeña parte provenía de la Capital, el distrito donde Lilita se hizo fuerte. Con ese mismo criterio –retrucaron los kirchneristas en medio del descorche– también se carecía de una proporción importante del voto bonaerense, claramente inclinado por la fórmula oficial.
Eso sí, hubo un atragantamiento con el resultado de Córdoba. Poco y nada sirvieron las sucesivas visitas que la ahora ex candidata realizó en aquella provincia mediterránea para modificar el ánimo de los electores.
El festejo en el círculo áulico del Presidente saliente y la presidenta –con “a”– electa se hizo escuchar al conocerse, al menos a las 11 de la noche y de acuerdo a los cómputos parciales, el triunfo del oficialismo en Neuquén, gobernada por uno de los competidores y referente de la derecha, Jorge Sobisch. Lo mismo sucedió al saberse que en Mendoza la suma de los candidatos K orillaba el 70 por ciento. Julio Cobos, el mandatario de esa provincia y partenaire de Cristina, no pudo celebrar demasiado ya que su delfín, bajo el nombre de la Concertación K, fue derrotado por el también kirchnerista candidato del PJ.
Los triunfantes Daniel Scioli y Alberto Balestrini fueron parte y testigos del festejo, junto con los integrantes de la mesa chica K, como el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, y el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, o figuras del deporte y el espectáculo, como la púgil Tigresa Acuña, el músico Horacio Fontova y el actor Juan Leyrado.
El teléfono rojo no paró de sonar. Hubo una retahíla de saludos de primer nivel, como el de los presidentes del Mercosur, el uruguayo Tabaré Vázquez, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el paraguayo Nicanor Duarte Frutos. A ellos se sumaron el venezolano Hugo Chávez, el ecuatoriano Rafael Correa, la chilena Michelle Bachelet y el vicepresidente boliviano Alvaro García Lineras. La francesa Ségòlene Royal no se privó de hacerle llegar el suyo, aunque de manera personal. La ex candidata a presidente socialista se las ingenió para estar junto a la primera dama y subir al estrado cuando Cristina ofreció su discurso, tan medido como el festejo, en el segundo subsuelo del hotel. A medianoche, los Kirchner partieron a Olivos para un festejo íntimo. Durante esta jornada, el Presidente podrá sacar del bolsillo de su blazer azul aquel papelito ajado, donde había dado el pronóstico de cada distrito, y cotejar cuán cerca o lejos estaba de la realidad. A Cristina le había vaticinado el 43 por ciento de los votos. Al cierre de esta edición, su mujer ganaba la elección exactamente con ese porcentaje.
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