EL PAíS › CARRIO BUSCA UBICARSE COMO LIDER DE LA OPOSICION
Elisa Carrió reconoció la derrota a la madrugada. Antes, se había quejado porque la carga de datos demoraba los centros urbanos, donde la Coalición Cívica consiguió sus mejores números. Las denuncias por el “robo de boletas”.
› Por Werner Pertot
La medianoche sorprendió a Elisa Carrió sin reconocer la derrota. “Si la candidata oficialista ha superado el 40 por ciento de los votos, una vez que hayan escrutado el 60 por ciento de las mesas, voy a reconocer esa victoria”, planteó, luego de calificar de “poco serio” el festejo del presidente Néstor Kirchner y su esposa. “Vamos a esperar, es lo que debía haber hecho el presidente”, sermoneó una Lilita de rostro duro, cuando pasaban las doce de la noche. Finalmente, cumplió y reconoció su derrota a la una y media de la mañana. Sus seguidores no la tuvieron más fácil: denunciaron de un “robo sistemático de boletas” en el conurbano e hicieron un planteo al Correo Central por la discrecionalidad en la carga de datos, que dio por horas a Roberto Lavagna en el segundo lugar.
Hasta la aparición de Carrió a la luz de la madrugada, el clima en el bunker de la candidata a presidenta de la Coalición Cívica osciló entre el frío antártico y el gélido polar. Durante todo el día, hubo más periodistas que militantes. “Lo que pasa es que están ocupados fiscalizando”, justificaban los lilitos, mientras probaban algún que otro sandwich de miga o alguna masita, que desaparecían a la velocidad de un rayo. Así, no hubo nadie sentado en los cómodos sofás blancos a las seis de la tarde para abuchear las cinco pantallas plantas que transmitían los canales de televisión, y que anunciaban en cadena la victoria de Cristina.
Sin embargo, las únicas sonrisas provenían de las postales de campaña que mostraban a Carrió en distintas recorridas. El público era raleado y poco proclive a los cantitos. La mayoría de los dirigentes que iban arribando se amontonaban en el VIP, lejos de la prensa. Carrió incluida.
Con cuentagotas, fueron saliendo a anunciar los resultados favorables: el primer lugar en Capital, Bahía Blanca y en Rosario, la “buena elección” en la provincia “a pesar del saqueo de votos”. Así desfilaron en lenta procesión de conferencias de prensa la diputada electa Patricia Bullrich, la senadora electa María Eugenia Estenssoro, el peronista Gerardo Conte Grand, el radical Enrique Olivera, y la candidata a gobernadora Margarita Stolbizer, quien fue una vez más la sorpresa. “Hemos ganado en los principales centros urbanos. Si la Coalición ingresa al ballottage, aportaremos una gran cantidad de votos”, remarcó la dirigente radical.
Todos insistieron en que no estaba definido si habría ballottage, dado que los datos oficiales no lo confirmaban. “Va a ser una noche muuuuy larga”, aclaró el jefe de comunicación de la CC, Matías Méndez.
La maternidad de la
oposición
“La Coalición Cívica se ha constituido en la segunda fuerza nacional”, repitió varias veces Carrió al filo de la madrugada. Su lugar de escolta en la elección nacional y la resonante victoria en Ciudad de Buenos Aires –que no consiguió en las legislativas de 2005 ni en su alianza pragmática con Jorge Telerman– son un capital con el que intentará disputarle cartel a Macri, quien ayer hizo una elección poco decorosa. Sin embargo, el Jefe tendrá en los próximos años una gestión para mostrar. Y ella, no.
Carrió creció cerca de diez puntos con respecto a su desempeño en 2003, cuando sacó el 14,2 y quedó quinta en la elección presidencial, detrás de Ricardo López Murphy, a quien esta vez le aspiró buena parte de los votos, con la idea de que su ex correligionario sería parte de su futuro gobierno (una frase astuta en la campaña).
Un abismo separa a la Lilita de 2003 de la de ayer: de referente de un espacio de centroizquierda pasó a liderar una coalición en la que sumó más por derecha que por izquierda. Perdió una buena porción de dirigentes a manos del kirchnerismo, como Graciela Ocaña y Fernando Melillo. Hoy los descalifica como “comprados a precio vil, por un sueldo de privilegio”.
Ante esto, se movió por sectores que no había frecuentado antes, sumó inventiva e impacto ante los medios, en los que se mueve como pez en el agua, a fuer de sorpresas. Durante la campaña, en cambio, dejó de lado las denuncias por corrupción (un caudal que ya tenía asegurado, y en el que se adelantó al resto por años-luz), y se concentró en dar una imagen de previsibilidad y gobernabilidad. Se rodeó de algunas figuras del establishment, como Alfonso Prat Gay o Santiago del Sel, y de equipos de trabajo. Al mismo objetivo apuntaban sus propuestas de gestión, con las que envió constantes señales a la Iglesia, a las Fuerzas Armadas, a los empresarios y al campo, tuvo un guiño para Macri con el traspaso de la policía, mientras seguía con sus históricas propuestas de universalizar los planes sociales y de continuar los juicios a los represores.
Con su perfil cercano al estilo PRO, buscó contrarrestar los principales prejuicios del electorado hacia ella. No le alcanzó para ganar, pero sí para conseguir un expectante segundo lugar. Sus alianzas, en especial el dialogo con López Murphy, que manejó sin consultas ni debates internos, le traerán algunos costos, sobre todo del descontento que viene germinando en los encuentros en el Hotel Bauen de algunos dirigentes del ARI. La resaca podría repercutir en el armado de un bloque sólido de la CC en el Parlamento. Los aristas estuvieron callados por la campaña. Pero no más.
Cristina hablaba y en el bunker de Carrió había solo silencio. Lavagna hablaba, y más silencio. Hasta Rodríguez Saá aparecía frente a las cámaras, y nada de nada. Los lilitos trasuntaban exasperación por la carga de datos, que seguían mostrando al ex ministro de Economía en segundo lugar. Los dirigentes salieron a plantear las irregularidades en la carga: “Nos llama la atención que entre las mesas no tenemos nada de Capital, de Santa Fe, del interior de Buenos Aires”, dijo el diputado Adrián Pérez. Carrió salió a las doce, cuando los cómputos la mostraron finalmente en el segundo lugar. “Somos nobles perdedores, pero vamos a esperar”, sostuvo, entre aplausos y ovaciones. “Durante horas no cargaron los principales distritos para no reconocernos el segundo lugar”, se quejó, con el rostro serio, al igual que su vice Rubén Giustiniani. “Las autoridades nacionales, a través del presidente, proclamaron a la candidata oficialista, algo que sin una tendencia ningún país civilizado del mundo haría”, remarcó. “Sólo algo muy poco transparente puede hacer a algunos reconocer la victoria”, le apuntó a Lavagna.
“Estamos a sólo dos puntos del ballottage”, indicó y planteó que “ante la falta de instituciones, la CC se convierte en autoridad para decir que va a esperar todo el tiempo necesario”. Sus militantes la aplaudieron de pie, algo alicaídos, mientras emprendió la retirada.
Volvió a la una y media de la mañana, para decir finalmente que “la tendencia confirma como presidente a Cristina Kirchner, a quien felicitamos por su victoria”. Fue la primera vez que la mencionó, frente a un auditorio colmado. “Termino esta elección como quería: como ciudadana libre y sin cargos”, planteó. Una pantalla gigante, al fondo del bunker, seguía insistiendo: “Vamos al ballottage, ¿venís?”.
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