EL PAíS › OPINION
› Por Mario Wainfeld
“Las pasteras empastaron la Cumbre”, hace como que titula Cristina Fernández de Kirchner y ríe, celebrando su ocurrencia. Es la tarde del sábado en Olivos y las repercusiones de lo ocurrido en Santiago de Chile son su “tema de tapa”. La presidenta electa recibió ayer a Página/12, antes de su reunión con el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero. Néstor Kirchner se sumó a mediados de la conversación informal, recién llegado desde Chile.
La pareja presidencial luce, en promedio, eufórica, paladeando todavía la victoria electoral. Comparten el saldo de la actual gestión, atisban una etapa mejor. Se regocijan con la aritmética electoral (ver asimismo páginas 8 y 9). Vaya si desentona con ese horizonte y ese clima el contencioso con Uruguay, un conflicto que estalló en estos años, quizás el mayor problema de nuevo cuño que integra la herencia de la transición.
La desilusión de los Kirchner respecto del presidente Tabaré Vázquez llega a la estratósfera. El anuncio de la iniciación de las actividades en la planta de Botnia “fue un despropósito”, define la senadora. Y resalta que el desplante hirió a los argentinos y también al gobierno y la corona españoles, tanto como a los anfitriones chilenos.
Ya quedó atrás la llamada del uruguayo felicitando a la candidata electa. En el Gobierno no saben qué hará con su compromiso de venir a la jura. Sí será inexorable que el 18 de diciembre Cristina y Tabaré se vean las caras en Montevideo, para que el uruguayo transfiera a la argentina la presidencia pro témpore del Mercosur. “Lo que son las cosas, en esta zona de realismo mágico. El pase se iba a hacer el 5 de diciembre –sonríe la senadora–. Kirchner pidió postergarlo para que asistiera la nueva presidenta. ¡Mire lo que me dejó!”. El momento será incordiante, un contraste enorme con su primera visita oficial, a Brasil. Pero también da cuenta de algo que la presidenta inminente tiene entre ceja y ceja: comenzará su mandato con el contencioso del río Uruguay en carne viva. “Vamos a convivir con ese conflicto. Vamos a tener que darle gobernabilidad al conflicto” se pone seria y predicativa.
Con alguna ironía Fernández de Kirchner subraya que en este encuentro internacional fueron los otros los que patearon la mesa. “La reacción de Kirchner y su discurso fueron muy templados, para lo que es él.” Dos integrantes de la comitiva confirmarán luego a este diario que, por esta única vez, el presidente no fue el más embravecido del Gobierno. “Se contuvo, la procesión fue por dentro. Supo probar que nosotros somos los damnificados”, dice un ministro, kirchnerólogo él. El estupor y la rabia del elenco oficial eran muy altos, más de lo que reflejó la alocución del Presidente. Los uruguayos, arguyen, “viven generando hechos consumados” y la última gota desbordó el vaso.
Vázquez no anticipó el anuncio a las autoridades españolas, fue el canciller Jorge Taiana quien anotició a su colega español Miguel Angel Moratinos, sacándolo de la cama con un llamado telefónico. Los Kirchner no quieren explayarse sobre la decepción de los españoles ni repetir sus expresiones textuales pero aseguran que recibieron testimonios directos muy drásticos y dolidos al respecto.
Puestos a deslindar responsabilidades, los mandatarios argentinos dispensan las suyas en este caso. Los uruguayos leyeron como muy ofensivo que Néstor Kirchner se comidiera a recibir un documento de los asambleístas. El presidente niega los cargos: “Siempre recibo manifiestos o documentos. ¿Cómo no lo voy a hacer? Y no siempre me aplauden, hay algunos que me pegan con todo. Yo los recibo, sería soberbio negarme”.
La pareja presidencial no titubea: en su opinión las aserciones de Tabaré son pretextos. La interpretación corriente en la Rosada y en el Palacio San Martín es que el presidente uruguayo sobreactúa sus acciones para complacer a su oposición, que lo asedia y le exige más firmeza con la Argentina. Una primera espada del Gobierno, mientras espera al presidente Rodríguez Zapatero, pregona un apotegma del manual de la política: “El que trata de cumplir el programa de sus adversarios va camino a la derrota, la gente jamás lo va a preferir al original”.
Poner en marcha la planta justo en pendant con los fastos en Santiago fue “una provocación”. Las palabras ulteriores de Vázquez exacerban los reproches. “Comparar los cortes de rutas de algunos vecinalistas con el bloqueo norteamericano a Cuba es imperdonable, además de una falta de respeto a Cuba –se dan manija en Olivos–. Argentina no bloquea, no interrumpe el comercio ni la prestación de electricidad y gas.” Y computan “a lo Kirchner” (tirando cifras sobre cada universo) el quántum de los argentinos que veranean en Uruguay, de los que invierten fortunas en Punta del Este, del flujo permanente de divisas.
“¿Cómo será la gobernabilidad del conflicto?”, retoma Página/12 y no recoge precisiones ni novedades. Habrá que monitorear la contaminación, explica la presidenta, a la espera del fallo del Tribunal de La Haya. Su profecía es que falta un año, cálculo ligeramente optimista para las estimaciones más extendidas, incluidas la de este diario. Aun en ese caso, ese prolongado período será de ardua convivencia y de búsqueda de reparación de lazos muy dañados. En Olivos se acepta esa referencia pero se machaca: esta vez no hubo ni por asomo responsabilidades compartidas. Avida lectora de la prensa, Fernández de Kirchner blande copias de diarios uruguayos y chilenos que sepultan a Vázquez por su acción inopinada. Y reincide en uno de sus tópicos, el lamento por algunos titulares de diarios argentinos.
Monitoreo permanente, contención a los asambleístas más crispados, espera de lo que defina la Corte Internacional. La agenda gubernamental no mudó en esencia. Pero sí se agravaron los enconos, en el momento y en el lugar menos oportuno. Los Kirchner analizan la política, intercambian sus mufas, diseccionan a otros protagonistas. También resaltan: “Mire que en Gualeguaychú también ganamos las elecciones”. Ni ese resultado ni la buena voluntad, ni la templanza del mensaje de la presidenta electa en aras de la gobernabilidad le bastarán. Pero forman parte de sus recursos, de cara a un conflicto que escala cada día más, incluso en clave de comedia de enredos.
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