› Por Sandra Russo
Así como lo ven, Macri lo hizo. Y tuvo que hacerlo a la manera íntimamente épica que remite más a los relatos míticos clásicos que a la cultura psi de los que, a grandes rasgos, puede decirse que no lo votaron. Y ojo: que no es un detalle. Por los candidatos que se le fueron cayendo, estamos a las puertas del gobierno de alguien con quien los códigos que estaban implícitos, incluso con sus enormes diferencias, con Ibarra y con Telerman, se esfuman. ¿Un editor de libros de autoayuda en la Secretaría de Cultura? ¿A quién podía ocurrírsele?, fue el grito de los involucrados, artistas y consumidores culturales. A Macri, por supuesto, si a él lo votaron por empresario. Y eso es un ingrediente de lo que Macri Mauricio hizo de su historia personal. Llegar a la instancia de asumir como jefe de Gobierno de Buenos Aires electo, y seguir siendo llamado “empresario”. Se le dice de muchas otras maneras, pero voy al hecho de que no lo desacomoda que lo llamen empresario. Y quizá, Dios mío, lo sea, y su empresa personal nos incluya a todos como representados. No es lo mismo que tener decenas de miles de obreros y empleados, como su padre, pero no es poco. ¿Haría falta tanta agua para apagar tanto fuego?
Digo que lo de Macri Mauricio se parece más a los relatos clásicos que al Edipo que frecuenta la clase media, porque en la historia pública de Macri Mauricio no hay madre. (Un toque Pro: en la página oficial, si uno acepta el “Conocé a Gabriela” o el “Conocé a Mauricio”, ambos se ajustan también ahí a los relatos clásicos. No son mencionados como hijos, sólo como padres: tampoco allí hay pasado, sino apariencia de envión hacia adelante.) No es éste, claro está, el intento de hacer una interpretación psicológica de Macri Mauricio, sino una lectura de un aspecto de su perfil público.
Sobrevivir a Macri Franco, sobrevivirlo en las lides, en los desafíos, en el don de mando, en el gesto voraz, en la acumulación de algo valioso (esto es: dinero; poder. Las pendejas del octogenario Macri Franco son un detalle de ambientación). Se puede suponer con algo de verosimilitud que Macri Mauricio debe haber dudado de sí mismo, como hacen todos los varones cuyos padres han logrado moldearse en yeso dentro de ellos. Esos varones cuyos padres han sido siempre modelos de algo. Macri Franco es un modelo deleznable para la mayoría de los argentinos, alguien que usó las coyunturas más aberrantes para seguir exprimiéndole el jugo al capital. Pero también es previsible que la historia oficial de los Macri cuente otra cosa, y que Franco acapare todos los adjetivos valorables para gente como ellos: básicamente, competitividad.
Macri Mauricio fue increíblemente competente para triunfar sobre el padre en muchas materias difíciles. Es cierto que en épocas de Macri Franco, el poder era tan servil y tan ignorante que bastaba un apriete y una coima para ganar licitaciones o pedir leyes a medida. Y contra ese sonido ambiente que insiste en los clichés de radiotaxi, Macri Mauricio asumiendo como jefe de Gobierno de la ciudad y aspirando de aquí en más a la Presidencia, indica que la derecha quiere tomar el toro por las astas. Basta de pedir favores, basta de pagar sobornos, si total con una buena campaña y un buen candidato ya ven, tienen el camino abierto para rectificar el rumbo, algo que siempre quiere la derecha, pase lo que pase: rectificar el rumbo. Ahora porque algo se les ha salido de control. Pero antes, cuando Menem y De la Rúa hacían todo lo que la derecha pedía, también querían rectificar el rumbo: nunca la gente será tan poca cosa y tendrá tan pocos derechos como en la utopía de derecha.
Macri Mauricio estudió en el Cardenal Newman, vivía en Barrio Parque y después hizo Ingeniería en la UCA. Con un padre todopoderoso y en ese ambiente, ¿qué ideas se habrá formado Macri Mauricio de los pobres? Como tenía curiosidad, decidió ser presidente de Boca Juniors. Debe haber sido fuerte ese descubrimiento de los que se mueven de a muchos y no tienen nada. Ese mundo multicolor lleno de gente transpirada y matones, choripanes y festejos, contratos millonarios y conventillos. Pobres todavía más pobres que los empleados y los obreros de Macri Franco. Pobres, pobres, muchos pobres. Estos son los que votan, debe haber pensado Macri Mauricio. Y como a Boca le iba bien y él hizo un merchandising buenísimo, el hijo de Franco comenzó a ser querido y vitoreado en el barrio... y gratis: Macri Mauricio nunca tuvo que pagar aguinaldos.
Lo de él fue imponer una imagen que no le costó nada imponer, porque por esas asombrosas vueltas de la vida, después de Cromañón, y gracias a Gabriela Michetti, con no ser Aníbal Ibarra alcanzaba. Juntos, él y ella, protagonizaron su primer estelar cuando cargaron contra Ibarra y se colgaron del desastre. Muchos advertían que en la Legislatura se llevaba a cabo una evidente operación política, pero no había discurso habilitado para enfrentar el dolor de los padres de las víctimas.
Macri Mauricio tenía toda la calle que podía tener un chico de su clase: nada. Pero tenía millaje en despachos. Había sido, en su primera juventud, un padre de familia ordenado y trabajador. Integró directorios de Socma y Sevel. Sabía dejar hablar. Sabía cómo se doblegan ante los poderosos los que ya tienen algo y quieren más. Pero ignoraba y sigue ignorando cómo viven y qué sienten los que no tienen nada. La gente más pobre que había en el mundo del pequeño Macri Mauricio eran las mucamas. Y algo de aquellas imágenes de delantales azules y blancos debe haber extrañado el candidato cuando lanzó su última campaña entre pobres, pero pobres muy pobres. Pobres que vivían en suelo de tierra. Hubo que afelparle el paso con alguna madera que impidiera que sus zapatos se mancharan. Y hubo quien le puso una nena pobre con la camiseta del PRO al lado. Macri Mauricio se arrepintió de esa escena. Estaba usando a los pobres, lo acusaron los zurdos de siempre. El pidió disculpas: “Le hubiese dicho a la nena retirate”, dijo. Escribí una columna en ese momento: “Retirate” se le dice a la hija de una mujer que seguramente jamás estará en condiciones de ser mucama de la familia Macri. En Barrio Parque hay pasacalles de agencias que ofrecen “Mucamas como las de antes”. Que no te contesten. Que no sean cocoritas. Que sepan limpiar, ¿o a qué han venido al mundo?
Pese a su insistencia con la palabra “equipos”, que no indica una dirección ideológica sino apenas gente trabajando, Macri Mauricio logró llegar hasta acá. Su gobierno es todavía imprevisible, en tanto nadie sabe hasta dónde este hijo que superó a su padre estará dispuesto a ir, hasta qué punto usará el poder público para que la realidad porteña se parezca más a una red de producción para dueños contentos que a una ciudad moderna. Que Macri no sea un político no tiene nada de moderno. Más bien, da miedo.
Así como lo ven, Macri Mauricio dejó estampada en nuestras retinas aquella escena del baile con Michetti en su silla de ruedas, bajo una lluvia de papelitos amarillos y negros. El y sus ojos celestes, él y su acento afectado casi como un dialecto innecesario. El y su nueva novia, muy mona. Creo que se llama Mona o Monona o algo así. Seguro que hoy bailan de nuevo con Gaby. Mauricio cuando se pone loco es re-divertido.
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