EL PAíS › EL CANCILLER JORGE TAIANA PRESENTO LA PROTESTA OFICIAL POR EL CASO DEL VALIJERO
Con esa frase, el canciller reclamó al embajador norteamericano Earl Anthony Wayne, que había sido convocado a su despacho, que Estados Unidos otorgara la extradición de Antonini Wilson a la Argentina. Wayne expresó que transmitirá el reclamo a su gobierno.
› Por Mario Wainfeld
“Se nos ha ofendido de forma sorpresiva e injusta”, recriminó Jorge Taiana al embajador norteamericano Earl Anthony Wayne. El canciller fulminó a las denuncias sobre el destino de los 800.000 dólares que contenía la ya célebre maleta de Guido Antonini Wilson. Y exigió, con cara de pocos amigos, que portó aún en el trámite previo de las fotografía a la prensa, que Estados Unidos otorgue la extradición del conspicuo valijero. El embajador mantuvo la posición de días anteriores: alegó que en su país hay independencia de poderes y que el Departamento de Estado nada influyó en la actuación del fiscal. Wayne se comprometió a informar a su gobierno de la reunión y resaltó, ante Taiana y en un comunicado ulterior, que “nuestra relación bilateral es importante para nuestros dos gobiernos y pueblos y que hay en curso muchas y valiosas actividades que benefician a la Argentina y a los Estados Unidos”. La profesionalidad de ambos funcionarios, que hablaron a solas, no amenguó la tensión entre ambos países ni dio referencias acerca de cómo puede destrabarse el conflicto en el corto plazo. La demanda argentina, sí que razonable, es de máxima para las prácticas habituales de los Estados Unidos. La mayor potencia del mundo no acostumbra conceder extradiciones de sus ciudadanos en general, mucho menos si prestan servicios al FBI. Por si hacía falta, Néstor Kirchner había calentado el ambiente antes del cónclave exigiéndole la extradición a Wayne en un discurso público.
La diplomacia es (vista por los no iniciados, esto es por casi todo el mundo) como un minué: hay baile, pero los pasos están pautados con precisión. Wayne, un veterano en su actividad, sabía lo que le esperaba desde el viernes pasado, cuando Taiana lo citó a su despacho, con toda la prisa que permitía la reunión de Mercosur en Montevideo. Por si hacía falta, la Presidenta (en mensajes a los medios) y el jefe de Gabinete, Alberto Fernández (en una inusual columna publicada en La Nación), habían anticipado la tesitura, las sospechas y la bronca del gobierno argentino.
Lo que pudo asombrar a Wayne fue la aparición de un solista que le metió percusión al minué. Fue el ex presidente argentino quien, en un acto de la empresa estatal AYSA, espetó “lo que están haciendo es una vergüenza, señor embajador” (ver detalles en nota aparte) y agregó más tarde “que nos manden al prófugo”, conceptos que están en línea con lo que dijeron Fernández de Kirchner, Fernández y luego diría Taiana. Pero expresados en otro formato y en otro volumen.
Con el solo de batería de Kirchner (y las ovaciones subsiguientes) resonando en el aire, Wayne llegó al piso 13 del anexo de Cancillería al ocaso de ayer, sabiendo que el minué se las traía.
Taiana lo recibió con traje oscuro y ceño fruncido. Se prestaron a las fotos, como ya se dijo. Según la versión de la Cancillería argentina, se le ofreció y sirvió café, para ir rápido al grano. El grano incluyó el reproche central “se nos ha ofendido de forma sorpresiva e injusta” aludiendo a las actuaciones del fiscal Thomas Mulvihill. Taiana puntualizó que “para la Argentina no tiene asidero alguno la idea de que la campaña presidencial hubiera podido ser financiada mediante procedimientos de esa naturaleza”. Tras cartón, puso la pelota del otro lado de la red: “le corresponde al gobierno de los Estados Unidos adoptar los pasos necesarios para que se concrete la extradición de Antonini Wilson requerida por la Argentina tan pronto se produjo el incidente diplomático”, redondeó el canciller.
Siempre según fuentes argentinas, Wayne, de ordinario sonriente y expansivo, escuchó en silencio y bastante tieso. El embajador insistió en su relato: las decisiones de la Justicia se toman en forma independiente, él mismo desconocía el tema hasta minutos antes de divulgarse por los medios. “Se mantuvo en sus trece, ni él ni Tom Shannon tenían noticias”, reitera una mano derecha del canciller.
–¿Les cree el gobierno argentino? –indaga por doquier Página/12.
Al pie de la letra, no le cree nadie. Si se hurga más a fondo, empero, el abanico de respuestas se amplía. Algunos funcionarios, en la Casa Rosada especialmente, suponen que “la operación” proviene del primer nivel de la Casa Blanca. En Cancillería algunos comparten la sospecha y otros reconocen dudar de si el escándalo no se origina “más abajo”: “una jugada del FBI, de la CIA, de los halcones del Departamento de Estado”.
El embajador norteamericano difundió un comunicado lacónico, de apenas siete líneas, redactado en primera persona del singular. Consigna que “le dije al ministro que informaría a Washington sobre su mensaje a través de canales oficiales y compartí con él la perspectiva de los EE.UU. sobre estos hechos”. Y agrega una gota de bálsamo en su tramo final: “Transmití también (...) el convencimiento de que nuestra relación bilateral es importante para nuestros dos gobiernos y pueblos y que hay en curso muchas y valiosas actividades que benefician a la Argentina y a los Estados Unidos”.
Buenos deseos, más vale, pero no muy distantes del estado previo de la relación entre ambos países que jamás había tenido un punto tan bajo durante la administración de Néstor Kirchner. Hubo choques políticos, en especial en la Cumbre de Presidentes en Mar del Plata, cuando el presidente argentino piloteó el “No al ALCA” y prohijó un acto masivo anti Bush en el estadio mundialista. Pero Argentina mantuvo un trato aceptable con la superpotencia, merced a su política cooperativa en materia de narcotráfico, lavado de dinero y lucha contra el terrorismo internacional. Seguramente también debió agradecer la distraída mirada de Bush sobre la región, debida a la centralidad que tuvo Medio Oriente para el presidente Bush a partir del atentado a las Torres Gemelas en septiembre de 2001. La ojeriza del líder republicano hacia los organismos internacionales de crédito no le vino nada mal a Argentina en la negociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional.
Para los que dan por hecho que el fiscal Mulhivill tiene grado cero de autonomía, no es fácil explicar los motivos que impulsan ese giro en la relación bilateral. La bronca es mucha, la información certera no abunda tanto. Las especulaciones en Palacio oscilan entre quienes piensan que el objetivo principal de la jugada es el presidente venezolano Hugo Chávez, debilitado después de su derrota electoral, los que suponen que se quiso maltratar a Cristina desde el vamos y los que intuyen que la intención es abortar una eventual intervención humanitaria de Kirchner en pro de la liberación de la ex candidata a presidente colombiana Ingrid Betancourt. Todas las teorías tienen elementos verosímiles pero ninguna cuenta con elementos fehacientes que la remachen.
Estados Unidos, devoto de su majestuoso aislamiento, jamás se caracterizó por su apego a la cooperación internacional. Es muy inusual que conceda la extradición de sus nacionales, cuando los considera buenos ciudadanos. El pintoresco Antonini Wilson tiene doble nacionalidad y es protegido del FBI. Según las autoridades norteamericanas colabora con esa agencia desde hace poquito, después de haber sido pescado. El gobierno argentino malicia que quizá lo hiciera desde antes. En cualquier caso, el acusado en Argentina se transformó a toda velocidad en un ciudadano probo (y amenazado) en Miami. Cuesta imaginar que desde allí le suelten la mano.
El gobierno argentino tampoco las tiene todas consigo porque jamás dio una buena explicación sobre la presencia de Antonini en un vuelo pagado por el Estado. Eso no resta pertinencia a su derecho (su deber) de instar el funcionamiento de la justicia local a cuyo efecto ayer emitió un mensaje diplomático claro y enérgico.
Entre tanto, el hombre que quiso entrar una parva de dólares por Aeroparque y fue sorprendido por la Policía Aeroportuaria, sigue oculto. La jueza María Marta Novatti volvió a requerir su extradición por exhorto (ver nota aparte). Suena muy difícil que tal pedido, musicalizado por el gobierno con minué y batería, sea coronado por el éxito.
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