Mientras sesionaba la Legislatura, los gremialistas municipales hicieron oír denuncias e insultos. Criticaron al macrismo y la CC y se desligaron del corte de luz con un pícaro “debió ser por el cambio de lamparitas de bajo consumo”.
Cuanto menos, la intervención fue pintoresca. Primero, un apagón en plena sesión, del que aseguraron no ser responsables. Después, un encontronazo dentro del recinto con el legislador de la CTA, Martín Hourest, una entrada al unísono por las diferentes puertas de la legislatura para denunciar a viva voz una supuesta amenaza “a un compañero” y un petardo que regó el recinto de un penetrante olor a pólvora. Eran militantes de Sutecba que no se quedaron de brazos cruzados y salieron, a su manera, a decir presente.
Julián D’Angelo, legislador del socialismo, venía hablando de los 2400 trabajadores municipales despedidos. En su rincón, al macrista Martín Borrelli se lo notaba algo incómodo. Hasta que en ese momento se paró, se acercó al vicepresidente primero Diego Santilli, le susurró algo al oído, volvió a su asiento e interrumpió: “El diputado nos está llevando por una discusión que no es motivo de esta sesión”, dijo. Y súbitamente se cortó la luz. El desconcierto reinó por unos minutos, mientras Borrelli a los gritos denunciaba el hecho ante las cámaras de TV. La sesión no se interrumpió y D’Angelo continuó su discurso.
Pasaron unos minutos, la luz volvió y la situación se normalizó. Los discursos siguieron su rumbo y comenzó un ping-pong entre Patricia Walsh, D’Angelo y Hourest, los tres confrontando con el proyecto de ley. A su turno, Hourest disparó contra los tradicionales dirigentes cegetistas. La reacción fue inmediata:
–La concha de tu madre –le sugirió, desde el recinto mismo, Jorge Fernández, miembro del consejo directivo de Sutecba (“Sé que él votó en contra, pero hice quilombo para despistar”, se le escuchó confesar luego en el baño).
–La tuya –replicó un Hourest desconcertado.
Los insultos se multiplicaron, llegaban desde todas las bandejas: “¿Qué hacías vos en los ’80? Forro, cuidate”, advertían los robustos y las robustas militantes.
Las cosas se calmaron y los oradores siguieron rotando. Walsh hacía uso de la palabra y los gremialistas volvieron a aparecer, siempre de a varios, como si fueran una hinchada entrando a una popular de visitante. Ingresaron por una de las puertas laterales y denunciaron que “uno de los compañeros recibió una amenaza”. “Así no, Macri. Así no”, le aconsejaban al jefe de Gobierno porteño. Iniciaron la retirada y un petardo estalló en el cielo de la Legislatura.
“Un tipo de civil me agarró del brazo y me dijo: `Pibe, ahora somos gobierno así que cuidate’”, narró luego Fernández. “Eso era de los tiempos de los Falcon verdes”, recordó el gremialista, siempre acompañado por una veintena de compañeros, entre los que se destacaba un hombre realmente parecido a un Mario Barakus, pero con el pelo largo. En la conversación, aseguró que su objetivo no era reclamar por la intervención, sino por los 2400 despedidos. A la Coalición Cívica le recordó que “de ese mamarracho ideológico no se vuelve” y, respecto del misterioso corte de luz, con picardía explicó que “debió haber sido justo por el cambio de lamparitas de bajo consumo”. En Edesur, sin embargo, ayer no pensaban lo mismo. Para la empresa, las razones del apagón se podrían encontrar en un problema de la instalación eléctrica de la misma Legislatura. A Fernández también se lo interrogó acerca las medidas de aquí en más. Con gesto de ocasión, contestó que las decisiones las tomarán el secretario general y la comisión directiva. Veloz, uno de los tantos que los rodeaban agregó: “Y las bases”. Y todos repitieron a coro: “Y las bases, claro”.
Informe: Diego González.
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