EL PAíS › OPINION
› Por Pino Solanas *
El acuerdo de Néstor Kirchner con Roberto Lavagna y su decisión de presidir el Partido Justicialista es un acto que clarifica el escenario político. La táctica del “pejotismo” es dividirse antes de las contiendas electorales y dirimir sus internas en elecciones nacionales –1985, 2003 y 2007– para después juntarse de nuevo. Otro tanto le está pasando a la UCR en su afán de reconstruirse. Esta vez Kirchner vuelve a estrechar filas con el mentor de su plan económico y sus viejos compañeros Duhalde, Caamaño, Barrionuevo, Romero, Porta, De la Sota, Rodríguez Saá y Menem. Que nadie se asombre: el acuerdo de Kirchner con Menem en el 2005 habilitándolo para asumir como senador significó encajonar sus causas penales y el desplazamiento del ministro Beliz que investigaba sus cuentas en Suiza. ¿Quién presidía la Comisión de Asuntos Constitucionales del Senado?: la senadora Cristina Kirchner. ¿Para qué se unen tantos dirigentes: para profundizar un proceso liberador, democratizar la democracia, recuperar la soberanía, el petróleo, la participación popular, o reconstruir las industrias del Estado? No. Porque no los une la pasión nacional y social de Perón y Evita, sino el poder para sí, para servir al sistema o enriquecerse. El pejota es la gran central de negocios donde la traición y los business reemplazaron la ética de la política.
Hoy vuelven a juntarse en un PJ que ratifica su pertenencia a la Internacional Social Cristiana que preside Vicente Fox y están Aznar y Felipe Calderón. Un PJ donde conviven honestos con delincuentes y coimeros, peronistas auténticos con vendepatrias, proyanquis, neoliberales, terratenientes, dueños de radios y canales. Gobernadores que reparten concesiones mineras y tierras públicas entre sus amigos y avalan la extranjerización de millones de hectáreas. Son los mismos que en los años ’90 remataron el petróleo y vaciaron el patrimonio público, iniciando ese modelo que terminó en un genocidio social: más de 30 mil muertos en el 2001 y el 2002 por desnutrición o enfermedades curables.
Lo que divide la política nacional es el modelo neoliberal profundizado por Menem y no las disputas entre dirigentes; un modelo que hoy continúa con matices propios: la entrega del petróleo y la minería, los subsidios a las privatizadas y las corporaciones, la polarización de la riqueza. En la Reforma de 1994, en vez de reponer el art. 40 de la Constitución de 1949 –”los minerales y caídas de agua, los yacimientos de petróleo, carbón y gas (...) son propiedades inalienables e imprescriptibles de la Nación”– los justicialistas con Néstor y Cristina Kirchner votaron su negación y derrumbaron la secular política de Estado que ponía los recursos estratégicos al servicio de la Nación: “Corresponde a las provincias el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio” (art. 124).
De Menem a los Kirchner, esas riquezas benefician a las multinacionales y a funcionarios que hacen negocios privados con bienes públicos. ¿No es un ejemplo mayor la falsa “argentinización” de YPF-Repsol a manos del banquero privado de Santa Cruz? Mientras tanto siguen llevando petróleo y metales sin control público: un saqueo de más de U$S 20 mil millones anuales consentido tanto por Menem como por los Kirchner. La impunidad es total: son las empresas quienes dicen lo que se llevan mientras la dirigencia argentina lo permite y lo silencia. Elisa Carrió, Lavagna, Alfonsín, ninguno discute las cuestiones estratégicas como la prórroga hasta el 2047 de las viejas concesiones de Menem que posibilitó Kirchner con el traspaso de todos los yacimientos a las provincias.
El descuartizamiento del proyecto de Perón no es nuevo, hace décadas que lo vienen haciendo. En su mensaje sobre el Proyecto Argentino en el Congreso –1/5/74– Perón planteaba realizar una revolución en paz y ratificaba la propiedad sobre los recursos naturales. Ocho semanas después, moría en circunstancias misteriosas que no se quisieron investigar. A pesar de estar delicado de salud no había unidad de emergencia en la residencia presidencial: ¿lo dejaron morir o lo envenenaron como a Joao Goulart? Entre quienes lo rodeaban estaba López Rega. Meses después llegaba el “Rodrigazo” que anunciaba el plan de Martínez de Hoz. La trágica saga continuó: golpeadas por la derrota o compradas por el cañonazo de los millones de las privatizaciones, las conducciones “pejotistas” enterraron las cenizas del proyecto de Perón. Antonio Cafiero, justificando el travestismo, diría: “La traición es inherente a la acción política”.
Es hora de invertir nuestros esfuerzos en el rescate y reconstrucción del movimiento nacional ante la extraordinaria etapa de la historia continental que nos toca vivir. Quienes tuvimos la honra de tratar y aprender con Perón, Scalabrini, Jauretche, Cooke, sabemos que no hay misión más urgente para los compañeros peronistas que unirnos con todos los patriotas y militantes políticos y sociales para realizar la revolución nacional inconclusa. Dejemos vanas ilusiones, tengamos grandeza y honremos lo que Perón nos decía al despedirse el 12/6/74: “Yo vine al país para lanzar un proceso de liberación nacional y no para consolidar la dependencia. La unidad que propusimos fue para concretar la liberación nacional y no para darles coraje a los enemigos del pueblo. Esa unidad era y es para que el pueblo pueda hacer su voluntad sin obstáculos”.
* Cineasta, ex candidato a presidente de Proyecto Sur.
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