La familia de Juan Ramón Vargas reclama justicia por su desaparición en 1976. Los hechos están siendo juzgados en Corrientes.
› Por Carlos Rodríguez
desde Corrientes
Horacio Ernesto Vargas tenía apenas 12 años cuando dos de sus cuatro hermanos, Juan Ramón y Dora Elena, desaparecieron. En el mismo tiempo, prácticamente en simultáneo, su padre estaba preso y otra de sus hermanas se encontraba en un centro clandestino de detención junto con su esposo. El cuadro de pérdidas y persecuciones familiares se completa con la desaparición de Dorita Noriega, la novia de su hermano Juan Ramón. La joven estaba embarazada. El diálogo de Página/12 con Horacio Ernesto Vargas hoy, a sus 46 años, es en la puerta del Tribunal Oral Federal de esta ciudad. Lo acompaña su hermana mayor Olimpia Vargas, que es la que estuvo detenida junto con su esposo. Los Vargas esperan justicia por el caso de Juan Ramón Vargas, quien según consta en la causa fue visto mientras estaba como detenido-desaparecido en el Regimiento de Infantería 9 de esta ciudad. “Nuestra familia fue perseguida por ser peronista. Ahora esperamos que en este juicio se sepa la verdad y sean castigados algunos de los culpables, para que la sociedad correntina empiece a saber quiénes fueron los responsables de los crímenes ocurridos durante la dictadura militar”, dice Olimpia Vargas.
“Ellos –por los cinco militares acusados por las violaciones a los derechos humanos ocurridas en el RI 9– están siendo sometidos a un juicio justo, con todas las garantías constitucionales. Una garantía que no tuvieron ni mi hermano Juan Ramón ni mi hermana Dora Elena”, comenta Olimpia. “No te puedo contar mucho porque nosotros estábamos en Goya, donde vivíamos. A Juan Ramón lo secuestraron en Corrientes, donde estaba cursando el segundo año de Odontología. Se lo llevaron a mediados de noviembre de 1976 y después varios ex detenidos lo vieron con vida en el Regimiento 9 de Infantería”, informa Horacio Vargas.
A Juan Ramón Vargas le decían El Mono y tenía 20 años cuando desapareció. Había hecho la primaria en Goya y el título secundario lo obtuvo en la escuela Presbítero Manuel Alberti de Goya. El diploma se lo entregó el entonces obispo de esa ciudad, monseñor Alberto Devoto, fallecido en julio de 1984. El joven Vargas, dice su hermana Olimpia, era “muy atlético, medía 1,80 y practicaba fútbol, rugby, voley. Era morocho, de pelo largo y lacio, que se hacía crespito en la parte de atrás. Luego se vino a Corrientes a seguir la carrera de Odontología. Estaba en el segundo año”, cuenta su hermana Olimpia. Vargas fue militante de la Juventud Peronista y de la Juventud Universitaria Peronista.
“Con el Mono, a quien yo conocía bien, nos encontramos una vez en el Regimiento 9 de Infantería. Lo trajeron al lugar donde yo estaba, cerca de los baños. Los dos estábamos tabicados y esposados, pero igual pudimos reconocernos y hablar unas palabras. Me dijo que lo estaban torturando mucho y que los interrogatorios que le hacían eran muy duros. Por esa razón, me dijo que tenía la certeza de que lo iban a matar.” El relato se lo hizo a este diario José “Chengo” Almirón, un ex detenido-desaparecido que dará su testimonio en el juicio por los hechos ocurridos en el RI-9, en el que están siendo juzgados el capitán retirado Juan Carlos Demarchi, los coroneles Horacio Losito y Rafael Manuel Barreiro, el oficial de la misma fuerza Carlos Roberto Piriz y el gendarme Raúl Alfredo Reynoso.
Florentina Alegre, la madre de los cinco hermanos Vargas, que ahora tiene 80 años y sigue pidiendo justicia, tuvo información, a fines de 1976, sobre la presencia de Juan Ramón en el RI-9. “Por eso fue a preguntar, pero le niegan que estuviera allí. La mandan a la Jefatura de Policía, donde también le niegan todo. De todos modos, había otros prisioneros que lo habían visto”, afirma Olimpia, quien había sido detenida el 14 de octubre de 1976, un mes antes que su hermano. Junto con ella se llevaron a su esposo, Osmar Elías Bello. Mientras Olimpia estuvo presa cuatro años y medio, Osmar completó los cinco. Los dos estuvieron en un centro clandestino de detención que funcionó en Goya y luego pasaron por la Alcaidía del Chaco y por cárceles de la Capital Federal.
“Mi mamá pidió hablar con (el general Cristino) Nicolaides, pero nunca la atendió”, recuerda Olimpia. “Mi madre, junto con mi padre, Crisóstomo Vargas, ya fallecido, hicieron todas las denuncias posibles, ante la Conadep y ante todos los organismos de derechos humanos. Mi padre, que también era militante peronista, estuvo detenido un mes y medio cuando ya tenía 65 años. Cuando nos detienen a mí y a mi marido, mi papá ya estaba preso. Mi mamá tuvo que salir a reclamar sola por sus hijos, su yerno, su marido. Ahora sigue su lucha, a los 80 años. Todavía no vino al juicio oral porque está cuidando a una hermana mayor de ella que está enferma.”
“Nosotros somos cinco hermanos, tres mujeres y dos varones. Los que están desaparecidos son la tercera y el cuarto”, precisa Horacio Vargas.
“Mi hermana desaparecida se llama Dora Elena. Fue detenida-desaparecida en San Francisco Solano, en la provincia de Buenos Aires. Ella también era de la Juventud Peronista. La detuvieron en noviembre de 1977. La nuestra es la historia de una familia que ha sufrido la represión a partir de 1976, simplemente por ser todos peronistas”, insiste Olimpia.
En la casa paterna de Goya, donde todavía viven, sufrieron varios allanamientos. “La represión en Goya fue muy dura, contra la JP y contra las Ligas Agrarias, en la zona rural. Otros que también fueron perseguidos fueron los profesores del Instituto Superior José Manuel Estrada. Muchas profesoras del instituto fueron detenidas por mucho tiempo y las torturaron”, explica Olimpia Vargas.
“Junto con mi hermano Juan Ramón desapareció su novia, Dorita Noriega, quien estaba embarazada. Dicen que perdió el bebé estando en cautiverio” (en el RI-9), precisa Olimpia. En el juicio oral que comenzó aquí el martes pasado, se leyeron terribles relatos sobre la suerte corrida por Dorita Noriega. “Yo no llegué a conocerla porque estaba presa.” Olimpia hace saber, además, que su hermana desaparecida, Dora Elena, también estaba embarazada, de tres meses, cuando la secuestraron en una esquina de San Francisco Solano. “Estaba esperando el colectivo para ir a trabajar. Allí la ‘levantaron’, como se decía en ese tiempo, y después no tuvimos ninguna referencia acerca de su paradero. Ella estaba estudiando Veterinarias en Corrientes capital y se fue porque se enteró que la andaban buscando. La hicieron desaparecer en Buenos Aires, donde seguía la carrera.”
Los hermanos Vargas ahora esperan un poco de justicia. “Después de más de treinta años se empieza a hacer justicia. Nosotros esperamos una condena ejemplar en un juicio justo y legal, como no lo tuvieron nuestros hermanos y tampoco los demás detenidos-desaparecidos”.
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