El capitán de navío Rubén Paccagnini dijo que no participó de los fusilamientos de los 19 presos y repitió que se trató de un intento de rebelión. Fue trasladado a Rawson el capitán Luis Emilio Sosa.
› Por Diego Martínez
El primer marino indagado por la Masacre de Trelew, capitán de navío (R) Rubén Norberto Paccagnini, jefe de la base Almirante Zar en 1972, aseguró ayer no haber escuchado los disparos producidos a 200 metros de su habitación y se limitó a repetir la versión oficial publicitada por la Armada y el gobierno de Alejandro Lanusse hace 35 años. Hoy declarará en primer término el capitán de fragata (R) Emilio Jorge del Real y, si dan los tiempos, su camarada Luis Emilio Sosa. El más célebre fusilador (conocido) de la Armada fue trasladado ayer a Rawson y quedó detenido en la comisaría de Playa Unión, custodiado por la policía de Chubut.
Paccagnini fue detenido el sábado, llegó a Rawson el lunes y ayer declaró durante casi cinco horas ante el juez federal Hugo Sastre. Se mostró lúcido para sus 81 años, pero se aferró al relato oficial. Negó haber estado de licencia el 22 de agosto. Contó que dormía en la casa asignada al jefe de la base cuando recibió un llamado de la guardia con la noticia. Pese a los escasos 200 metros que separaban su habitación del pasillo de la masacre, aseguró que no escuchó un solo disparo. Las paredes de los calabozos son gruesas, explicó. Hombres de sueño pesado, varios testigos que prestaron declaración testimonial también dijeron no haber escuchado la metralla.
Paccagnini relató que fue la primera persona que no participó de la masacre en llegar al lugar. Cuando se presentó todo había pasado, dijo. Ya no había ningún marino en la guardia de los calabozos. Sólo estaban los cuerpos de los fusilados. Algunos se movían, confesó. Salió rápido y ordenó buscar médicos y enfermeros para auxiliarlos.
Después viajó a Rawson a informar al general Eduardo Betti, jefe del área militar. Allí se produjeron las primeras consultas con Buenos Aires. Desde el Estado Mayor de la Armada recibieron la orden de iniciar un sumario interno, tarea que encomendaron a un oficial de apellido Bautista. A su vez Paccagnini le ordenó al comandante del Batallón de Infantería que separara a los oficiales que habían participado de los hechos para tomarles declaración. Dos días después llegó el enviado de la Armada, que recibió los testimonios de los oficiales y suboficiales involucrados. La Marina nunca entregó esa supuesta investigación. Paccagnini no supo explicar cómo pudo haber desaparecido.
Recordó haber leído las actuaciones internas y admitió haber dialogado con varios protagonistas, como el capitán Raúl Herrera. Los participantes de la masacre, según Pa-ccagnini, fueron sólo cuatro: Sosa, el teniente Roberto Guillermo Bravo, el cabo primero Carlos Marandino y el fallecido Herrera. Sobre Del Real, con quien pasó sus últimas cuatro noches, dijo ignorar dónde estuvo aquella madrugada. Los hechos que relató no difirieron del cuento infantil conocido: guerrilleros “haciendo lío”, Bravo los saca al pasillo, Sosa circula entre las dos hileras, Pujadas lo golpea, le roba el arma y no deja otra alternativa que gatillar.
Paccagnini también habló sobre los momentos posteriores a la fuga. Cuando el colectivo con los 19 guerrilleros que acababan de entregar sus armas partió hacia el penal, recibieron la orden de llevarlos a la base Zar “hasta que se restableciera el orden en la U6”, a cargo del Ejército, explicó. La decisión de desdecir la “palabra de honor” de Sosa provino de la presidencia de Alejandro Lanusse, vía Ministerio del Interior, agregó.
A primera hora de ayer, al ingresar al juzgado, el abogado Fabián Gabalachis adelantó a la prensa que pedirá la prisión domiciliaria de sus clientes. Sin ponerse colorado destacó que “no ofrecieron resistencia al ser detenidos” (Paccagnini tiene 81 años y cáncer. Del Real, 73, diabetes y una pierna ortopédica). Del Real tampoco se negaría a declarar. “El espíritu es de colaboración”, dijo.
Minutos antes de las 14, en un avión sanitario del gobierno de Chubut, llegó al aeropuerto de Trelew el capitán Sosa. Campera de verano gris clara, camisa blanca y un portadocumentos marrón que sostuvo en todo momento, Sosa bajó la escalerilla con dificultad. En el breve trayecto entre el avión y los patrulleros que lo esperaban intentó escapar de las fotografías, sin éxito. Su traslado hasta Rawson estuvo a cargo del Grupo Especial de Operaciones Policiales, que formó un cordón mientras el marino ingresaba a la comisaría de Playa Unión. Hoy en primer turno declarará Del Real. Si no se extiende demasiado, habrá llegado el momento de Sosa.
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