Vie 15.02.2008

EL PAíS

En tribunales, cara a cara con el represor de “perfume peculiar”

Cuatro testigos declararon ayer en el juicio oral contra cinco ex militares en Corrientes. Uno de ellos señaló a Demarchi, como el hombre que “comandaba los operativos y participaba en las torturas”. Una mujer lo acusó de vejaciones sexuales.

Con cuatro testimonios continuó ayer el juicio oral y público que le sigue el Tribunal Oral Federal de Corrientes a los cinco militares acusados de violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar. Si bien cada una de las palabras de los testigos fueron estremecedoras, el momento más tenso se vivió cuando Hugo Bernardo Midón se paró y señaló personalmente y cara a cara al capitán retirado Juan Carlos Demarchi. “Ese señor era el que comandaba los operativos y participaba de las sesiones de tortura”, afirmó el abogado. Sobre el mismo acusado había hablado antes la psicóloga Marta Angélica Alvarez, quien aseguró haber sufrido graves vejaciones sexuales de su parte durante el período que estuvo recluida en el ex Regimiento 9 de Infantería.

La ronda de declaraciones testimoniales contra Demarchi, los coroneles Rafael Barreiro y Horacio Losito, el ex comandante de Gendarmería Roberto Reinoso y al ex suboficial de la misma fuerza Carlos Piriz comenzó pasadas las 9 de la mañana.

Midón fue el tercer orador. Detenido el 5 de diciembre de 1975, contó cómo la policía lo trasladó junto a su hermano a la Jefatura de Policía. Allí, al segundo día, comenzaron las torturas y los interrogatorios. Midón, que estuvo preso hasta el ’80, hizo durante toda su exposición particular hincapié en “un muchacho joven, con un perfume muy particular, que andaba siempre con un cigarrillo”. Ese hombre fue el encargado de detenerlo y torturarlo, ese hombre es al que Midón señaló en medio de la sala. El reconocerlo no fue tan complejo, explicó luego, porque al estar tanto tiempo vendado se agudizó su olfato.

Cordobesa de 67 años, Alvarez fue la primera en hablar. Contó sobre su detención en Corrientes el 14 de septiembre de 1976 y aseguró que efectivos de la Policía Federal rodearon su casa para luego trasladarla al Regimiento 9 de Infantería. Allí, los represores –esta vez del Ejército– la sometieron a vejaciones y manoseos sexuales reiterados. En su testimonio, la psicóloga reconoció que por las vendas nunca logró ver la cara del violador, pero aseguró, también por el olfato, haber identificado por “su perfume y su voz” a Demarchi.

La estrategia de Alvarez fue la siguiente: apenas intuía que el represor merodeaba, ella preguntaba a los conscriptos santiagueños quién era esa persona. La respuesta, a pesar de que los soldados iban rotando, eran invariablemente “el capitán Demarchi”.

La defensa de Demarchi y Barreiro, a cargo de Jorge Buompadre, dilató lo más posible cada una de las exposiciones. Así fue que a Alvarez se le interrogó insistentemente sobre si cobró la correspondiente indemnización estatal destinada a los ex presos políticos y desaparecidos, quién se la dio y en qué la gastó.

Luego fue el turno de José Arnaldo Gómez. El testigo afirmó conocer a Losito y Barreiro dado que era amigo del cuñado de ambos, Javier Mauriño. Es por eso que al notar que su casa estaba siendo merodeada por personal del Ejército y la policía, decidió apoyarse primero en Barreiro y después en Losito. Sin embargo, cuando se entregó amistosamente en manos de Losito, éste le confesó: “Te estábamos buscando”. Durante su cautiverio, José no sufrió lo que Alvarez. Pero mientras estuvo en el centro clandestino escuchó los gritos desesperados de los prisioneros bajo tortura y vio a detenidos en un estado de salud calamitoso.

En este caso, la defensa de Losito pidió un careo entre ambos en búsqueda de eventuales contradicciones que pudieran surgir más adelante. La solicitud fue denegada por el tribunal hasta que, efectivamente, las contradicciones sucedan. Entonces, la defensa solicitó ampliar la declaración del militar, tema por el cual aún no se precisó una fecha.

Para ayer estaba prevista la exposición de cinco testigos, pero el tiempo no alcanzó y el relato de Ramón Félix Villalba se pospuso para hoy.

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