La pelea entre el ministro Lousteau y su supuesto subordinado Moreno ya es evidente: uno lo ve al otro como un ministro paralelo que hace lo que quiere, el otro como un “yuppie” seducido por el mercado y sin historial de militancia. Es la tercera vez que este secretario con línea directa a Kirchner se pelea con su jefe.
› Por Fernando Krakowiak
Llegó con la intención de no confrontar con Guillermo Moreno y tratar de consolidarse en su puesto a fuerza de trabajo. La ilusión le duró menos de tres meses. El ministro de Economía Martín Lousteau siente que el secretario de Comercio Interior es el principal obstáculo de su gestión. Lo ve operar cotidianamente como un ministro paralelo que entorpece la mayoría de sus negociaciones y está convencido de que la convivencia será imposible si la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no le pone un límite. En su entorno creen que la situación puede mejorar. “Si no hacen algo lo van a tener que poner de ministro a Moreno y no creo que estén dispuestos a dar ese paso”, señaló a Página/12 una fuente cercana a Lousteau. Otro funcionario que se jacta de conocer el pensamiento kirchnerista no le da crédito a esa especulación: “Si Lousteau renuncia van a poner a otro, pero Moreno va a seguir estando en su lugar porque él es Kirchner”.
Lousteau comenzó tratando de congeniar con Moreno. Las primeras semanas de gestión conjunta compartieron varios desayunos de trabajo para tratar de articular las líneas de acción a seguir. Sin embargo, la relación nunca fue buena. Moreno no lo respeta porque lo considera un yuppie sin militancia con un estilo pedante que ubica a su interlocutor ocasional en el lugar de alumno. Además, lo critica por haberse rodeado de consultores de mercado que, según su visión, no defienden el interés estatal.
La desconfianza llega a tal punto que, en las últimas semanas, Moreno contrató a un grupo de jóvenes economistas para que comiencen a analizar la estructura de costos de empresas de diferentes sectores y les pidió expresamente que no se fíen de los datos de las cámaras empresarias ni de los que tiene el propio ministerio, pues considera que varias dependencias han sido directamente cooptadas por el sector privado, aunque en favor de Lousteau hay que decir que Moreno les aclaró a sus nuevos empleados que esa situación no es nueva.
El entorno de Lousteau tampoco ahorra cuestionamientos al momento de describir las tareas de Moreno. Al principio decían que era bueno tener un negociador duro en el equipo y que, a diferencia de sus antecesores, ellos podrían controlarlo para terminar imponiendo un criterio propio en los temas claves. Sin embargo, ahora reconocen que es muy difícil trabajar en conjunto porque el secretario se desenvuelve de manera imprevisible y no se limita a sus áreas de incumbencia.
En las últimas semanas, además de monitorear los acuerdos de precios minoristas en distintos sectores, Moreno operó en contra de la rebaja de las retenciones petroleras que impulsa Lousteau, presionó para introducir reformas metodológicas en el Indec, boicoteó las negociaciones que lleva adelante Agricultura con los tamberos y los ganaderos, se opuso a la apertura del registro de exportación de trigo, negoció las tarifas eléctricas con las distribuidoras y le reclamó al Banco Central que baje la tasa de interés para estimular el crédito.
Moreno demostró incluso que sigue teniendo línea directa con Néstor Kirchner: dos fuentes informaron a este diario que fue el propio ex presidente quien llamó a Lousteau para solicitarle que no abriera el registro de exportación de trigo porque eso podría provocar un aumento de los precios internos, en línea con la posición de Moreno. El ministro se opuso inicialmente a la “sugerencia”, argumentando que las compensaciones que reciben los molinos y los productores evitarían los sobresaltos. Mantuvo su argumento ante la presidenta, Cristina Fernández, que le dio luz verde para que lo abriera. Sin embargo, dos semanas después Agricultura volvió a cerrarlo debido, supuestamente, a que habían recibido un aluvión de pedidos por parte de las exportadoras. En Economía sospechan de alguna gestión informal de Moreno, con diálogo directo con las principales cerealeras.
En las negociaciones con tamberos y ganaderos tampoco logran ponerse de acuerdo. Eduardo Jacobs, delegado de Lousteau, avala con su presencia en las distintas mesas de discusión la gestión que viene llevando adelante De Urquiza frente a los pedidos de incrementos de precios de los productores. En el caso de la leche, por ejemplo, en Agricultura afirman que será difícil contener el reclamo porque los tamberos ven que en los supermercados el precio minorista aumenta y pelean por una parte de esa renta. Moreno, en cambio, rechaza el reclamo. Sostiene que el problema de la producción es el precio que paga por el arriendo de la tierra y propone regularlo. Además, para imponer su punto de vista ha venido presionando a los dirigentes lecheros que cuestionan su idea enviándoles extensos pedidos de informes para que respondan en un plazo de cinco días bajo amenaza de aplicarles multas de hasta 500 mil pesos.
En el caso del Indec, las controversias surgen a partir de la presión de Moreno para imponer un nuevo índice de precios al consumidor sin “bienes suntuarios” y con más preponderancia de productos básicos. El secretario afirma que el cambio metodológico va a servir para darle un corte definitivo a la polémica del último año y salir de la tapa de los diarios. Lousteau, en cambio, asegura que la propuesta es inconsistente y que no servirá para dejar atrás los cuestionamientos. Por lo tanto, prefiere seguir como hasta ahora. Al menos hasta tener la posibilidad de que sus sugerencias sean incorporadas en la propuesta oficial.
Otro de los choques que se vienen dando en paralelo es por las retenciones a la exportación de petróleo. Moreno impuso el año pasado la resolución 394 que estableció un techo de 42 dólares para el barril que compran las refinadoras en el mercado interno. Para Lousteau la norma tiene “zonas grises” porque no aclara si el valor es para el petróleo más caro o para el más barato, situación que generó una fuerte controversia en el sector. Por lo tanto, propone elevar el precio de corte a 49 dólares para el crudo más barato. Moreno se opone, pues afirma que la negociación que llevó adelante con las refinadoras para que bajen el precio de la nafta se basó en esa norma que abarató el costo del petróleo en el mercado interno. Por lo tanto, si hay una actualización el precio de la nafta volvería a subir.
La pelea entre Lousteau y Moreno fue ganando intensidad a punto tal que en algunos medios se le llegó a dar crédito a una versión que hablaba de un cruce entre ambos que casi termina a las piñas. En Economía niegan el hecho y tratan de bajarle los decibeles al conflicto al afirmar que Moreno y Lousteau tienen “diferencias de criterio puntuales en algunos temas, pero coincidencia en los objetivos”. Sin embargo, cuesta encontrar puntos en común entre ambos funcionarios. Además, varios problemas han surgido porque Moreno nunca se subordinó al ministro de Economía de turno. Apenas desembarcó en Comercio Interior, durante la gestión de Felisa Miceli, dejó en claro que él es un soldado de Néstor Kirchner y que su único jefe en el gabinete es el ministro de Planificación, Julio De Vido. Incluso en algunas charlas con empleados de su secretaría se llegó a jactar por haberse “cargado” a “la piba” y al “gordo”, en referencia a Miceli y Miguel Peirano. Cerca de Lousteau afirman que el ministro no quiere seguir el camino de sus antecesores, pero reconocen que en las actuales condiciones la convivencia con Moreno tiene los días contados. Los partidarios de Moreno, en cambio, afirman que “al pendejo el cargo le quedó grande”.
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