Sáb 01.03.2008

EL PAíS  › PANORAMA POLITICO

Aguas

› Por J. M. Pasquini Durán

De acuerdo con un informe de Naciones Unidas, difundido esta semana, el 78 por ciento de la población de América latina y el Caribe vive en una ciudad y pronostica que el 83 por ciento lo hará en 2025 y el 88 por ciento en 2050. Norteamérica es la única región que supera estos índices. Las ciudades de Buenos Aires, México, San Pablo y Río de Janeiro se encuentran hoy entre las primeras diecinueve aglomeraciones urbanas del mundo y en 2025 seguirán en esa posición. Por primera vez en la historia este año, 2008, más de la mitad de los habitantes de la Tierra residirán en zona urbana. Esta perspectiva no aparece en ninguno de los planes de campaña y en la gestión actual de los gobiernos de la ciudad autónoma y también de la provincia, que proceden como si la demografía urbana pudiera guardarse en el congelador. El dato prueba que los planes oficiales son de corto plazo y lo más probable es que las obras que se anuncian ahora, cuando estén terminadas, ya serán insuficientes para contener la presión de los nuevos urbanizados. Por lo pronto, a la población actual, en especial a los más desprotegidos, estos gobiernos no pudieron ofrecerle el debido auxilio de emergencia ni llegaron a prevenirlos de la inundación con un poco de tiempo, para poner a salvo sus pertenencias en residencias y comercios.

La democracia de 24 años, con mandatarios sucesivos conservadores y progresistas por igual, nunca realizó las obras indispensables para que los desórdenes del clima no tomen por asalto a porteños y bonaerenses. Está claro que hoy en día las responsabilidades centrales son de las administraciones de Mauricio Macri y Daniel Scioli, pero llama la atención que el gobierno nacional no intervenga con sus recursos –desde créditos blandos en la banca oficial a Defensa Civil y Acción Social– para respaldar la solidaridad con los damnificados. Saber que la presidenta Cristina, sin descuidar sus actividades, se preocupa por los dramas humanos allí donde suceden también ayuda al magro consuelo de los afligidos por el desastre, muchas veces devastador, causado por las últimas tormentas o, en la otra punta, debido a la sequía y al fuego en parques nacionales de valiosa flora en dos provincias de la Patagonia. Si se interesó, hicieron mal en restringir la publicidad porque estos ejemplos “desde arriba” (desde abajo siempre ocurren por mera supervivencia) son los que sirven para promover la cultura de la solidaridad en la sociedad, que hace falta después de tantos años de sálvese quien pueda. A lo mejor el mensaje de hoy, sábado, a la Asamblea Legislativa inaugurando el período de sesiones es una oportunidad para dejar constancia de la aflicción por las desventuras de los anónimos, entre tantos índices de la macroeconomía.

A la vez, nadie registra que los datos de la ONU implican la despoblación del campo, cuya mano de obra, como sucede en Estados Unidos, tendrá que proveerse de la inmigración indocumentada, lo que genera problemas que la Argentina desconoce en esas probables magnitudes. Guardando las debidas proporciones, en la campaña presidencial norteamericana el tema de la inmigración comparte en importancia al lado de la guerra en Irak y la recesión económica. En la actualidad, familias que llegaron con las corrientes inmigratorias de peruanos, bolivianos, paraguayos y coreanos, entre otros, en casos notorios han sido víctimas de abusos o de discriminaciones, además de alguna campaña sindical acusando a sus miembros de robar el trabajo de los nacionales. ¿Qué sería de ellos si llegaran en masa para atender el cultivo de la soja y de los otros productos del campo, tan bien cotizados en los mercados internacionales? Por una vez, los legisladores podrían anticiparse a los hechos y pensar en reglas que permitan albergar a ciudadanos del mundo, como lo proclama el prólogo de la Constitución, dándoles derechos y deberes que pongan a salvo la dignidad de su condición humana.

Para citar sólo dos de los muchos problemas derivados de la aglomeración urbana: la eliminación de residuos y la expansión de barriadas de emergencia. La provincia de Buenos Aires tiene cien basurales a cielo abierto (la gestión de Daniel Scioli anunció la clausura de tres) y la Capital, en sus actuales dimensiones, produce de cinco a ocho toneladas diarias de basura para las que tiene que encontrar destino. ¿Ambos gobiernos trabajan para mañana, para los próximos veinte años o para nunca? En cuanto a las “villas”, el macrismo no oculta los deseos de hacerse de los terrenos de Retiro, asentamiento de una de las barriadas más antiguas, para prolongar las obras lujosas de Puerto Madero. Ninguno de los que tienen que ver con el ámbito metropolitano (Capital + Gran Buenos Aires) han expuesto planes y obras que pueda ofrecer soluciones válidas para decenas de miles de familias pobres o excluidas que echaron raíces, como los pájaros, allí donde pudieron fabricar un nido con lo que tuvieran a mano. ¿Dónde vivirán los futuros pobladores que anuncia la ONU? Algunos, en viviendas compradas o de alquiler, pero otros rumbearán hacia donde puedan. La planificación urbana no puede tener como único modelo a Puerto Madero. Las Madres de Plaza de Mayo, con Hebe Bonafini a la cabeza, demostraron que es posible movilizar otros recursos, mediante la participación de los ciudadanos y las provisiones del Estado en sus diferentes niveles. También lo han hecho distintos grupos del movimiento nacional de piqueteros. Sólo los prejuicios políticos impiden que en la mesa de las soluciones esas experiencias no tengan un lugar asignado.

De todos modos, los de abajo se las arreglan para hacerse lugar en defensa de sus intereses. Mucho se comenta en esta temporada sobre las paritarias, inauguradas por Hugo Moyano, lo que parece que será celebrado por la plana mayor K, empezando por el matrimonio Kirchner, el próximo martes en un acto organizado para promover la figura que pretende una vicepresidencia en el nuevo Consejo Nacional del PJ. Sin embargo, no sólo por arriba se decide la cuestión de los convenios de trabajo. La información oficial sobre las negociaciones salariales en 2007 indica que se firmaron 1025 convenios, pero lo llamativo es que los acuerdos de empresa fueron amplia mayoría (67 por ciento), mientras que el 33 por ciento fueron convenios por actividad. Para Julio Godio, veterano especialista en temas del movimiento obrero desde una mirada progresista, “la cifra es elocuente porque está indicando que (...) el sistema de relaciones laborales argentino está en plena transformación, dando cada vez más importancia a las negociaciones por empresa...” (Clarín, 26/02/08). “Esto indica -–agrega Godio– que muchas uniones y confederaciones excesivamente centralizadas y/o con estructuras antiguas ya no dan cuenta de la presencia activa en las empresas, ya sea de nuevos sindicatos o de la creación de instituciones sociolaborales (como los cuerpos de delegados) que van asumiendo el atributo de negociador sindical en la empresa sin necesidad de separarse del sindicato madre.” Estos datos merecen celebrarse porque a través de ellos asoman los elementos nuevos que más temprano que tarde producirán los relevos indispensables en una corporación que parece inconmovible. Con vistas a los próximos diez años, sería interesante que los gobernantes que miran más largo que mañana se cuiden de quedar pegados “con lo que hay”, sin advertir el proceso de cambios –al que no fue ajeno el Estado a partir de 2003– que viene desde abajo.

Cuando se habla de arriba y abajo no es por un “basismo” empedernido, sino por la convicción de que la gobernabilidad de la democracia moderna tiene que poner un ojo en las inversiones y otro en las aspiraciones de las clases medias y de los hombres y mujeres del trabajo, incluidos los inundados. Es inviable la consolidación de un modelo de desarrollo sin hacerse cargo de esos mundos diversos. Lo mismo que las referencias a nuevo y viejo no son una incitación a descartar la experiencia como referente, sino en darle el valor que tiene a la experimentación social más que a las inflexiones de tal o cual figura de ocasión. No son los aparatos partidarios lo que determinan el rumbo último de la sociedad. Puede ser que en épocas de prosperidad, ellos también prosperen, pero a la primera dificultad, si están divorciados del pueblo, sucumbirán a las mezquinas evoluciones de las burocracias a las que les interesa salvar el propio pellejo o mantener el privilegio conseguido alabando al líder sin ningún pudor.

Algo hay que aprender de lo que pasa en el mundo: si hubo un formidable aparato, ése era el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética), pero cuando perdió su razón de ser se deshizo como un castillo de arena en las aguas del crepúsculo. Para no ir tan lejos, Néstor Kirchner construyó el poder que muchos envidian dejando de lado a los clásicos intermediarios en la relación de la política con la sociedad. Llega el momento, por supuesto, de que ese poder necesita intermediaciones y bases orgánicas, puesto que “la organización vence al tiempo”, una de las sentencias predilectas del viejo General que lideró la política nacional por varias décadas y sigue presente en la memoria de millones. Este es un mes que parece dedicado a los trámites de reposición “pejotista”. Ojalá que el mensaje que pronunciará hoy la presidenta Cristina sea más importante para la reflexión nacional que todas las especulaciones sobre el aparato del PJ, ya que éste puede ser un dibujo animado de primera, pero lo que sigue definiendo la voluntad popular es la convicción de siempre, que sus gobernantes se ocupan de sus sueños, congojas y esperanzas antes que de las intrigas de poderes superficiales.

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