- Miedo. Al finalizar la cumbre, Yolanda Pulecio, la madre de Ingrid Betancourt, dialogó con Página/12. “Salgo con esperanza por primera vez”, aseguró. Este diario le preguntó qué opinaba del discurso del presidente colombiano, Alvaro Uribe. La mujer hizo un gesto de que prefería no contestar. “¿Le tiene miedo a Uribe?”, le preguntó este cronista. “¿Miedo? Miedo no. No le creo nada”, contestó la madre de la ex candidata presidencial que está en cautiverio en la selva. Compañera de Pulecio, con quien impulsan la campaña por el canje humanitario, la senadora Piedad Córdoba se mostró más expansiva. “Aquí lo que hay que rescatar es el triunfo de la paz, la posibilidad de la liberación de todos y todas los detenidos”, respondió la mujer.

- Venas abiertas. La cumbre tuvo mucha repercusión entre los pobladores de la capital dominicana. Alegres, siempre dispuestos a la conversación, los dominicanos no perdían la ocasión de opinar sobre el resultado del debate. “¿Ustedes son argentinos? A mí me gustaba mucho Kirchner. Y también me gusta Chávez. Hay que crear una moneda común”, dijo el mozo del bar que los cronistas habían elegido para almorzar. Se presentó como Jesús Jiménez y además de recomendar el mero a la parrilla contó que estaba leyendo un libro. “Se llama Las venas abiertas de América Latina.”

- Merengue. Caminar, almorzar o cenar en Santo Domingo equivale a escuchar música. Salsa, merengue, vallenato, reggaeton. Los dominicanos no pueden parar de cantar. Les gusta, lo hacen mientras atienden una mesa o mientras cobran en la caja de un supermercado. En la calle se escucha de todo: una canción de Franco De Vita, un estribillo de Ricardo Montaner o un merengue de Juan Luis Guerra. Chávez no dejó pasar la oportunidad y en su discurso introdujo el capítulo melódico. En medio del discurso cantó una estrofa de “Quisquella la Bella”, un merengue de Fernando Villalona, según contaron algunas conocedoras.