Mié 19.03.2008

EL PAíS • SUBNOTA  › ANTES, EL GOBIERNO INTENTó MEDIAR

Una pelea perdida por empate

La Casa Rosada trató de evitar este desenlace, pero los desarreglos entre los dos protagonistas habían llevado a las cosas a un punto en que ya era preferible para el Gobierno el alejamiento de los dos. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner cortó de un plumazo la disputa que mantenían desde 2004, pero que se hizo pública este año, el titular de AFIP, Alberto Abad, y el jefe de la Aduana, Ricardo Echegaray. Los echó a los dos. El mismo Alberto Fernández trató de tapar lo inocultable y cuando hizo el anuncio anoche en la sala de periodistas de la Casa Rosada: argumentó que ambos renunciaron por razones personales.

Como no hay mal que por bien no venga, en reemplazo de Abad fue designado Carlos Fernández, un hombre de confianza del jefe de Gabinete, quien, entre otros cargos, fue ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires, en la última etapa del gobierno de Felipe Solá. Ahora resta decidir quién reemplazará a Echegaray en la Aduana y si seguirá al frente de la DGI –el otro organismo que depende de la AFIP– Horacio Castagnola, de excelente relación con Abad.

Si bien no era un secreto que Abad y Echegaray se llevaron pésimo en los tres años y medio que tuvieron que trabajar juntos, desde enero pasado la pelea pasó la frontera de los medios de comunicación, algo que se considera una transgresión poco perdonable en la administración kirchnerista. Elípticamente Echegaray acusaba a Abad de sostener un sistema informático para el comercio exterior. Es más, anunció que llamaría a licitación para cambiarlo y pidió a la Justicia que, mientras tanto, interviniera el actual sistema. Abad lo reconvino con el argumento de que un proceso licitatorio de esta envergadura debía manejarse con cuidado porque implicaba millones de dólares. Además, le reprochaba que se metía en áreas que no le correspondían y terminó desplazando de la Aduana a 5 de los 14 directores, todos ellos de confianza de Echegaray.

Cada uno tenía su fortaleza y la ostentaba. Abad llegó a la AFIP el 6 de enero de 2002 en medio de la crisis en la que recién asumía la presidencia Eduardo Duhalde (antes se había desempeñado como síndico general de la Nación e interventor del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados). Pero Néstor Kirchner lo confirmó en el cargo –y Cristina también– por los buenos resultados en materia de recaudación. Echegaray, a quien erróneamente muchos consideran santacruceño (nació en Punta Alta, provincia de Buenos Aires), es un funcionario de carrera de la Aduana, pero trabajó muchos años en la Patagonia y en particular en Santa Cruz, donde trabó una fuerte relación con Kirchner.

Según interpretaban anoche funcionarios de la Casa de Gobierno, ante la consulta de Página/12, quizás Abad y Echegaray creyeron que sus puntos fuertes iban a prevalecer sobre los del otro. Y así lograr que el rival fuera destronado por la Presidenta. Por eso ambos parecieron desoír la advertencia que les habría hecho el jefe de Gabinete para que terminaran de pelearse, y más aún a través de los diarios.

La Presidenta ya había escuchado las quejas de Echegaray y quiso oír la otra versión en boca del propio Abad. Probablemente habrá observado parte de razón en ambos, diferencias irreconciliables y la necesidad de no dejar muy mal parado a uno de los dos echando sólo al otro. Esa razón, sumada al desairado reclamo de abstinencia mediática ya mencionado, habría llevado a CFK a un fallo salomónico en el que perdieron los dos.

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