EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
El trabajo informal, (a) “en negro”, no es un invento de los empresarios agropecuarios pero sí les cabe el dudoso honor de tener marcas record en la materia. Se trata de una dura competencia, la desobediencia patronal (que eso es el “trabajo en negro” y no un recurso para aliviar costos, como a veces se musita acá y allá) es enorme en la Argentina. La tasa de empleo no registrado, en el sector agricultura, ganadería y silvicultura en todo el país llega al 62,5 por ciento. Esa cifra exorbitante es largamente desbordada en provincias como Chaco (80,8), Santiago del Estero (85,8 por ciento) o Formosa (92,3 por ciento). En provincias supuestamente prósperas, mucho más pobladas, los porcentuales bajan un poco pero conciernen a muchos más habitantes y siempre exceden a la mitad de los trabajadores. Así sucede en Buenos Aires (53,9 por ciento), Córdoba (66,5 por ciento) y Santa Fe (67, 3 por ciento). El fenómeno, que da contexto al de la explotación de mano de obra infantil, deriva en desprotección ante los infortunios del trabajo y los vaivenes de la salud de los trabajadores. Los datos que se consignan corresponden a un relevamiento realizado por el Ministerio de Trabajo en 2006, en base a Cuentas Nacionales (Indec), al Censo de Población y Vivienda de 2001 y a la información del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones (AFIP).
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