Mié 18.09.2002

EL PAíS • SUBNOTA

Argentina y Alemania, países “insignificantes”

Hans Tietmeyer, ex jefe de la Bundesbank, afirmó que la Argentina “cayó en la insignificancia”. Es, en todo caso, el mismo destino que amenaza a los alemanes como potencia en decadencia.

› Por Julio Nudler

Hay un tango alemán de cabaret llamado “Unter der Pinien von Argentinien” (Bajo los ananás de la Argentina), que revela cierta confusa visión tropical germánica sobre la ubicación geográfica de este país. Ahora Hans Tietmeyer, ex presidente de la Bundesbank (banca central alemana), adjudica explícitamente dimensiones bananeras a la Argentina, declarando que “cayó en la insignificancia” y advirtiendo que “quien en estos días mete en una misma bolsa a Brasil y la Argentina, o no tiene idea, o lo hace a propósito”. Tietmeyer, que estuvo aquí unos días en julio, como miembro de la Comisión de Notables que mandó el Fondo Monetario para tener una tercera opinión, presagió que la actual irrelevancia argentina quizá perdure para siempre. Como conclusión, rechazó absolutamente toda ayuda del FMI al país mientras éste no resuelva su crisis política. Al respecto, en declaraciones al matutino ultraconservador Die Welt dijo que la Argentina “anda a los tumbos, sin conducción alguna”.
Curiosamente, caer en la “insignificancia” es hoy un peligro que amenaza también a Alemania, que de locomotora de la Unión Europea va convirtiéndose, paulatinamente, en su peor fardo. Aunque los alemanes se resisten, aparentemente, a cualquier cambio que les permita recobrar impulso, tienen conciencia de su retroceso. En un reciente sondeo del Allensbach Institut, y preguntados acerca de dónde estará Alemania dentro de diez años respecto de los países altamente industrializados, un 73 por ciento de los encuestados respondieron que “en el medio”. Hay que recordar que la germana es aún la tercera economía del mundo.
Pero siendo tan voluminosa, y al igual que la japonesa, está estancada: este año, según la Bundesbank, sólo crecerá medio punto. Esto no sería tan grave si no fuera porque, sin crecimiento, Alemania no puede sostener su generoso sistema de jubilaciones, salud y servicios sociales, ya pesadamente endeudado. Pero el público no quiere oír malas noticias, y los políticos sienten pánico de dárselas. Para el comentarista John Vinocur, la germana es una “sociedad atrincherada”.
Vaya un buen ejemplo de esta mentalidad: el canciller Gerhard Schröder, en referencia a las terribles inundaciones que afectaron en agosto regiones orientales del país, proclamó que “después de la inundación, nadie debe quedar en peor situación que la que gozaba antes”. Luego fue preciso que fuentes del gobierno aclararan que Schröder se refirió en realidad a la industria y no a las viviendas particulares. Como quiera que sea, la socialdemocracia mostró ser de corcho, porque con el agua subió considerablemente en las encuestas preelectorales. Y ahora, al escurrir, volvió a bajar en la intención de voto.
Edmund Stoiber, su retador democristiano en las elecciones generales del próximo domingo, no se arriesga a sostener un discurso diferente. De visita en Wolfsburg, asiento central de la Volkswagen, gritó: “Que nadie ose tocar la ley VW”, refiriéndose con ello al estatuto especial que otorga al estado de Niedersachsen (Baja Sajonia) la mayoría accionaria en la fábrica automotriz, bloqueando así todo intento de extranjerización y permitiéndole al gobierno regional vetar cualquier plan de modernización o recorte de mano de obra.
Si Schröder se atuviera a su palabra, no debería postularse, ya que cuatro años atrás, cuando había registrados 3.970.000 desocupados, dijo que si para esta altura del 2002 no había logrado reducir esa cifra a menos de 3,5 millones, no valdría la pena que lo reeligieran. Lo cierto es que hoy los desempleados son más de cuatro millones, pero Schröder se postula igual. También hay que considerar que al democristiano Helmut Kohl no le alcanzaron 16 años en el poder, como recuerda Ignacio Sotelo en El País de Madrid, para mellar el desempleo.
Otros indicadores sociales marcan también que el progreso se ha detenido en Alemania, con malas evaluaciones de su sistema educativo y de la investigación científica. El ex canciller socialdemócrata Helmut Schmidt sostuvo que las universidades alemanas y los cuerpos de investigadoressienten tanto horror a la competencia como el Correo y los Ferrocarriles, ambos en manos del Estado.
En cualquier caso, Tietmeyer prefiere ocuparse de la Argentina, respecto de la cual evocó que ya a mediados de los ‘90 había urgido a los argentinos a cortar la sujeción del peso al dólar, “pero a los políticos les faltó entonces el coraje necesario”, en alusión a Carlos Menem y Domingo Cavallo. Contrariamente, el ex bundesbanker considera decisivo que Brasil haya adoptado en 1999 un régimen cambiario flexible. Con igual énfasis rechaza la dolarización como opción para la Argentina, porque el país se privaría de una política monetaria independiente.
Más allá de las sospechas acerca de una hipotética relación entre la dureza alemana en relación con la Argentina en el seno del FMI y el irresuelto pleito de Buenos Aires con la Siemens por el rescindido contrato de los DNI, periódicos ligados al establishment germano como Die Welt no ahorran severidad en su cobertura. Por ejemplo, una amplia nota publicada el 14 de agosto afirma, desde el título, que “El mayor problema de la Argentina es su falta total de credibilidad”. Otro artículo, del 26 de junio, postula: “Agonía de la Argentina. El país está en caída libre. Los políticos no tienen receta contra el caos.” Lo peor es que quizá no les falte razón.

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