EL PAíS
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El escrache que le borró la sonrisa al canciller
› Por Eduardo Febbro
Daniel, Marcelo, Mónica y tantos otros cumplieron con su promesa. Hacerle a Carlos Ruckauf un escrache en París. Convocados por la asociación Calpa (Coordinadora de Apoyo a las Luchas del Pueblo Argentino), unos 80 argentinos y franceses ligados a la Argentina se reunieron en la esquina de la Embajada para gritar su repudio ante la visita de Carlos Ruckauf, a quien consideran como un “representante de la continuidad de la represión y la corrupción”. Megáfono en mano, al grito de “Ruckauf asesino”, “Vivan los piqueteros” y “Que se vayan todos”, los manifestantes pegaron carteles en los árboles y las paradas de colectivos con menciones hostiles al canciller. “Anulación de las leyes de impunidad”, “Ruckauf genocida”, “Los torturadores a la cárcel” decían los afiches. Los oradores que se turnaron para hablar atacaron de manera virulenta al canciller y leyeron su biografía ante los asombrados oídos de los comerciantes del barrio que salían para escuchar.
Según clamaban los miembros de Calpa, Carlos Ruckauf es un “personaje nefasto” que garantiza “desde hace 30 años la continuidad de una política de terror, de empobrecimiento y corrupta”. Uno de los oradores recordó que durante el gobierno de Isabel Perón, Ruckauf “firmó el decreto que organizó la represión, la tortura y la desaparición de decenas de miles de argentinos” (ver aparte). Luego, recalcó, fue “vicepresidente de Carlos Menem” y después gobernador de la provincia de Buenos Aires, puesto en el que, dijo, se “ocupó de imponer una política policial y represiva”. Los manifestantes impugnaron el hecho de que Ruckauf haya defendido públicamente “la salvaje represión en Avellaneda” y juzgaron que venía a París “a reclamar el apoyo a fin de evitar que la crisis argentina se convierta en una gigantesca movilización contra el imperialismo, las políticas neoliberales y las multinacionales que se beneficiaron con las privatizaciones”.
Mucho más emotiva que las acusaciones contra el canciller fue la presencia de numerosos argentinos jóvenes que se sienten “concernidos hasta el alma por lo que está ocurriendo en la Argentina” y que quieren “de alguna manera estar presentes para que el país no desaparezca”. Vestidos con la camiseta de la selección argentina, otros con camisetas donde se veían los escudos de Boca o San Lorenzo, muchos jóvenes argentinos “despolitizados” reconocían haber descubierto la profundidad del “desamparo nacional” y la necesidad de “organizar algún tipo de lucha”. Por encima de Ruckauf y lo que para ellos representa, los más jóvenes buscaban “al menos un lazo simbólico con los piqueteros, con todas esas formas de lucha dignas que nos llenan de pena por la pobreza que las origina... y también de orgullo”. Claudio, un joven de apenas 21 años, decía a Página/12: “Estamos acá para sentirnos presentes, para decirle a todo el mundo: no están solos”.
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