EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
El domingo pasado se informó aquí sobre la recreación a partir del 1 de julio de la Cuarta Flota Estadounidense. Según las comunicaciones oficiales su objetivo es dirigir operaciones coordinadas con las marinas de los países del Caribe y de Sudamérica. Lo que no les alcanzó fue el tiempo para avisarles a esos países. El secretario de asuntos internacionales de la Defensa, Alfredo Forti, estaba en Wa-shington en una reunión bilateral en el Pentágono y sin embargo se enteró por los diarios. El jefe del Comando Sur, almirante Jim Stavridis pasó por Buenos Aires en una típica operación de control del daño. La ministra de Defensa Nilda Garré delegó la audiencia en Forti. Stavridis atribuyó el hecho consumado a un error comunicacional (sic) y dijo que la Cuarta Flota se limitará a cooperar en caso de desastres naturales, necesidades humanitarias, operaciones médicas, lucha contra el narcotráfico y defensa del medio ambiente, la ciencia y la tecnología. Pero el mensaje de relaciones públicas de Stavridis no coincide con las declaraciones oficiales del Pentágono y de la secretaría de Marina: sostuvieron que actuaría en las denominadas guerras contra las drogas y el terrorismo, además de prestar asistencia médica y en prevención de huracanes. Por eso no fue puesta a las órdenes del abuelo de Heidi sino del actual jefe del Comando de Operaciones Especiales de Guerra Naval, contraalmirante Joseph Kernan, de quien el propio Stavridis destacó su carácter de oficial del cuerpo de comandos, SEAL. Según la definición oficial de la Armada estadounidense se especializa en “misiones clandestinas desde el mar, el aire y la tierra” (sea, air y land), llamadas Operaciones Especiales y los oficiales SEAL son descollantes en guerra no convencional. “En forma sigilosa y eficiente destruyen blancos enemigos, recuperan e inutilizan explosivos, reúnen información”, realizan misiones encubiertas y dirigen operaciones antiterroristas. Forman “la principal fuerza de operaciones especiales marítimas del mundo”. Como parte del clásico desplazamiento de competencias de la cancillería estadounidense al Comando Sur, Stavridis se interesó por la posición argentina respecto de la crisis boliviana. Forti reiteró el apoyo a la institucionalidad representada por el gobierno democrático del presidente Evo Morales y sostuvo que lo peor sería una escisión, “como la que Morales dijo que fomenta su embajador”. Stavridis se limitó a responder que “en mi país habrá cambio de gobierno este año y eso puede significar un cambio de política. Por eso debemos ser cautelosos. No queremos fricciones con Bolivia, Nicaragua, Venezuela ni Ecuador”. Como se aprecia, el haber perdido su salida al mar no priva a Bolivia del ojo vigilante de los comandos SEAL, cuya eficiencia y sigilo están por verse.
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