EL PAíS
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Del dicho al hecho
› Por Alfredo Zaiat
Argentina cayó en la insignificancia”, dijo el teutón Hans Tietmeyer. “No hay acuerdo por culpa de Argentina”, acusó su coterráneo Horst Köhler. “Si no pagan, recibirán más castigos”, amenazó la dama de hierro del FMI Anne Krueger. Tentando a participar a ver quién dice la frase más hiriente, Roberto Lavagna se sumó a ese juego con aire de superioridad al sostener que no se prestará a ese toma y daca, pero al mismo tiempo lanzó sus dardos. Hasta ahora, la dinámica de esta insoportablemente prolongada negociación con el Fondo Monetario se desarrolla con palabras altisonantes, buscando el impacto en la prensa. Como en muchas otras situaciones de la vida, resulta más útil no enredarse en el bla-bla, y privilegiar los hechos más que los dichos. En ese match lo relevante es lo que hace Lavagna y no los burócratas del FMI, que ya bien se sabe. El ministro adelanta que no va a pagar con reservas los próximos vencimientos como carta de negociación. Y ese naipe, que no se confundan biempensados, lo muestra en el paño para lograr un acuerdo con todas las características del tradicional ajuste recesivo del Fondo.
Si está tan convencido de que la economía argentina aumenta su vulnerabilidad disminuyendo dólares de las arcas del Banco Central, sería coherente que no abone las cuotas que restan de este mes por unos 200 millones de dólares. ¿Qué estuvo haciendo, además, en los últimos cinco meses restando dólares de las reservas? En realidad, Lavagna sigue la misma lógica perversa de la política del FMI que sirvió para hundir al país sin explicar cuál es el beneficio de no cumplir con los organismos internacionales.
Es aburrido pero útil enumerar sintéticamente las medidas impulsadas por el ministro que van por el mismo sendero trazado por el Fondo. Promueve la privatización parcial de la banca pública, se resistió a devolver en pesos el 13 por ciento a jubilados y empleados públicos, alienta un aumento de tarifas de las privatizadas, rechaza la idea de subir salarios, diseñó el Presupuesto 2003 destinando el 22 por ciento de los recursos a pagar intereses de la deuda, se queja de proyectos legislativos y fallos judiciales con el mismo tono de la “tecnoestructura” que tanto le molesta. Suficiente para describir cuál es el contenido de la política de Lavagna.
A esta altura, con la crisis más profunda de la historia, desempleo record y la mitad de la población en la pobreza, “vivir sin el FMI” no es la amenaza de no pagar para buscar un acuerdo para pagar, sino diseñar una estrategia económica que no es, precisamente, la del Lavagna “rebelde way”.
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