EL PAíS • SUBNOTA › EL PRESIDENTE DE BOLIVIA FUE LA ESTRELLA DEL PARTIDO DE FúTBOL SOLIDARIO EN TUCUMáN
La modesta cancha en Famaillá fue el escenario para recaudar fondos para el hospital de esa localidad. A 30 kilómetros de la capital provincial, en Famaillá funcionó el primer centro clandestino previo a la dictadura militar.
› Por Martín Piqué
Desde Famaillá, Tucumán
Venía por el aire, sin destino claro y prometiendo dificultades para quien quisiera controlarla. Había volado al medio tras un duro choque entre uno que buscaba despejar y otro que había trabado para intentar retenerla y poner el pase justito. Pero la pelota no le hizo caso a ninguno y se elevó sobre la modesta cancha del club Famaillá. Uno de los jugadores, que llevaba la 10 en su espalda, adivinó su trayectoria y la recibió con un leve movimiento de su aductor. No era Ariel Ortega, que vestía la camiseta albiceleste, sino el presidente de Bolivia, Evo Morales Ayma, un apasionado del fútbol que comenzó su militancia entre los cocaleros como director técnico, goleador y secretario de Deportes del sindicato. El movimiento de Evo para hacerse del balón fue festejado con gritos y aplausos desde las tribunas. En las gradas se veían banderas tricolores de Bolivia, sombreros negros típicos del Altiplano, algo de celeste y blanco. En medio de la cumbre del Mercosur, el presidente boliviano se había hecho tiempo para encabezar un desafío contra un combinado argentino. El partido terminó 2 a 1 a favor de los bolivianos. Y uno de los goles lo hizo Evo, de penal.
“Eh, Burro, ¡dale a Peteco!” “¡Pasale a Evo!” “¡Bien Pato!” Los gritos se repetían a lo largo del alambrado. Frente a la cabina de transmisión, la tribuna estaba dividida por los colores: el rojo, amarillo y verde de la bandera boliviana; el celeste y blanco de la nacional. Las parcialidades convivían sin problemas. Muchos se conocían del pueblo, como los productores frutihortícolas de la comunidad boliviana de Famaillá y los seguidores del intendente local, el “mellizo” Enrique Orellana. El partido había sido organizado como un homenaje a los residentes bolivianos en la Argentina. A Evo lo acompañaba un equipo con viejas glorias como Luis Cristaldo que mostraban fervor y estado físico. Enfrente se había reunido un combinado de edades muy variadas que reunía al Burrito Ortega, Ricardo Bochini, Ubaldo Fillol, Carlos Enrique, Alfredo Graciani y al músico santiagueño Peteco Carabajal.
La organización del partido había causado una pequeña revolución en esta ciudad ubicada a treinta kilómetros al sur de la capital tucumana. El intendente había ordenado colgar banderas argentinas del alumbrado público, las calles habían sido bloqueadas por vallas de seguridad. Los pocos vecinos que habían decidido mantener la rutina –sentarse en la vereda a ver pasar el tiempo– tenían un nuevo pasatiempo para matizar la tarde: observar la llegada de los desconocidos. Treinta años atrás, Famaillá también había visto llegar gente extraña: en una escuela de esta localidad funcionó el primer centro clandestino de detención para combatir a la guerrilla que se había instalado en el monte. Aquel pasado aún está presente en los tucumanos. “Esta era la zona de los extremistas”, contó a modo de presentación turística el remisero que trasladó a PáginaI12 desde la capital.
En el entretiempo del partido, el intendente Orellana le entregó a Evo las llaves de Famaillá. Personaje curioso, centro de bromas y anécdotas, Orellana tiene un hermano mellizo que es diputado provincial. Para incluir el partido de fútbol en medio de la agenda de la cumbre, el intendente recurrió a todo su ingenio: la llegada de Evo coincidiría con el lanzamiento de la Fiesta Nacional de la Empanada. Además de su pasado cruento, Famaillá es la Capital de la Empanada desde mediados de los noventa. El honor se lo concedió el Congreso, que en su momento aprobó una iniciativa de los diputados (hoy ex) Marcela Bordenave y Manuel Martínez Zuccardi. Tras recibir las llaves de la ciudad, el partido continuó con el mismo entusiasmo de las tribunas. “Evo/ Evo/ Evo”, cantaban sus compatriotas. Entre ellos estaba Cristóbal Vargas, 44 años, miembro de una cooperativa que produce frutillas, tomates y zapallitos. “Estamos muy emocionados. Esto no se va a repetir en la historia. Como residentes bolivianos jamás hemos visto a un presidente en Tucumán”, dijo a PáginaI12. “Tenemos mucho apoyo del embajador”, se preocupó por subrayar.
El duelo entre argentinos y bolivianos fue organizado por la productora Zona Comunicación, cuyo titular es un ex dirigente de Franja Morada y presidente de la FUBA, Rafael Veljanovich. Cuando terminó el partido se produjo un revuelo y entre el gentío se vio al conductor de radio y televisión Diego “Chavo” Fucks. La presencia en Famaillá de personajes de la televisión derivó en algunas colas para conseguir autógrafos o recuerdos. Sin embargo, la mayoría de los asistentes se conformó con ver a Evo a través de un alambrado, en escucharlo hablar por el micrófono. Para el mandatario boliviano no había sido una cumbre tranquila: el lunes a la noche, su hija Eva Liz, de 13 años, había sido internada por precaución y sometida a chequeos cardíacos. Al final no fue nada grave. Antes de dejar la cancha, Evo se despidió con un mensaje entre humilde y pedagógico. “Estoy muy contento de haber compartido un partido de fútbol con tantas estrellas. Estoy convencido de que el fútbol es integración.”
Habrá que ver si ese mensaje de integración logra conmover a sus opositores, que pugnan por fracturar el Estado con la excusa de la autonomía.
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