EL PAíS • SUBNOTA › CóMO JUGó EL GOBIERNO
› Por Daniel Miguez
El Gobierno no estuvo ajeno a la interna sindical que desembocó en una lista de unidad entre el camionero Hugo Moyano y el metalúrgico Antonio Caló y en una suerte de CGT paralela encabezada por el gastronómico Luis Barrionuevo.
Desde la Casa Rosada, distintos actores hicieron mucho para acercar a Moyano y Caló y no hicieron nada para evitar la ruptura de Barrionuevo, ya ubicado en una franca oposición al Gobierno.
Moyano apostaba a que Néstor Kirchner le diera una mano decisiva para ser reelecto como secretario general de la CGT sin perder, además, posiciones internas y contó con el apoyo del ministro de Planificación, Julio De Vido. Otros sindicalistas de peso, como el propio Caló, Andrés Rodríguez (UPCN) y Gerardo Martínez (Uocra) se recostaron en la figura del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, para obtener también respaldo oficial en su decisión de avanzar por mayores cuotas de poder dentro de la central sindical.
Kirchner, según cuentan sus allegados, más allá de sus respaldos públicos, no oculta en privado sus preferencias por Moyano dentro de lo que le ofrece el arco del sindicalismo peronista tradicional. Y, en consecuencia, trató de sostener al camionero todo lo que pudo.
Sin embargo, Caló y los sindicatos que lo acompañaban le hicieron saber a Alberto Fernández que ya no estaban dispuestos a reeditar otro mandato de Moyano en las mismas condiciones que hasta ahora y que si el líder de los camioneros no accedía a conformar una lista de unidad razonablemente equilibrada le iban a dar batalla electoral. A partir de ese momento, en el Gobierno comenzaron a chequear –tarea a la que se sumó también el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini– cuáles eran las verdaderas posibilidades de Caló y compañía para desbancar a Moyano.
Algunos evaluaron al cotejar fuerzas que había bastante paridad. Otros creyeron ver en las huestes de Caló mayor poderío que en las de Moyano. Ambas conclusiones le llegaron a Kirchner que, con esos elementos en la mano, más el riesgo de que Barrionuevo lograra pescar algo en río revuelto, les aconsejó a Moyano y a Caló que unieran sus fuerzas. Ambos aceptaron, pero Moyano puso como condición seguir siendo el secretario general. Fue entonces Alberto Fernández quien, tras reunirse separadamente con Moyano y con Caló, convino con ambos que la secretaría adjunta sería para la UOM. El metalúrgico aceptó, pero sin ser él mismo quien figurase como segundo de Moyano, para así poder preservarse como posible figura de recambio. Por eso es Juan Belén, de su gremio, el que acompaña a Moyano.
Barrionuevo quedó afuera de este armado. Sobre este hecho se escucharon dos lecturas de funcionarios de la Casa Rosada. Los que ven el vaso medio vacío sostienen que Barrionuevo tiene un poder de fuego considerable para molestar al Gobierno. Los que lo ven medio lleno afirman que “es negocio” tener en la oposición a una figura que para el común de la gente es más irritante que Moyano.
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