EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Fernando Krakowiak
La protesta de los empresarios rurales logró durante los últimos cuatro meses la adhesión de una porción de la clase media urbana que hoy seguramente participará del acto en el Monumento de los Españoles. Algunos se van a movilizar porque son hijos de chacareros que le agradecen a la soja el departamento que sus padres les compraron en Capital, otros porque invirtieron en los famosos pools de siembra la plata que tenían ahorrada, incentivados por las altas tasas de rentabilidad de un negocio cada vez más especulativo, y no quieren que el Estado se quede con una parte de lo que ya estaban gastando a cuenta. También estarán los “dinosaurios” que periódicamente reclaman impunidad en la Plaza San Martín para los autores de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura y militantes de partidos políticos opositores que en los últimos cinco años no lograron hacerle cosquillas al Gobierno con ninguna iniciativa propia, pese a los flancos que dejó, pero se plegaron a todas las protestas ciudadanas que tuvieron rating, desde Blumberg al campo, pasando por los pedidos de justicia motivados por la tragedia de Cromañón. Hasta ahí las adhesiones son comprensibles. Sin embargo, el barrio de Palermo también verá llegar a personas que no tienen una militancia política activa, parientes represores, ni intereses económicos vinculados con el campo. En este grupo se puede incluir a muchos maestros, comerciantes, profesionales, empleados administrativos, porteros, taxistas y colectiveros, por citar sólo algunos ejemplos de gente que no gana más de 3000 pesos por mes, pero se solidariza con la protesta. Tal vez no saben, porque los grandes medios no lo informan, que un pequeño productor que posee 100 hectáreas en la Pampa Húmeda puede estar hoy en día, pese a las nuevas retenciones, alquilando su campo a 6000 pesos mensuales sin tener que trabajar, como señaló el economista Jorge Schvarzer a este diario el domingo 6 de julio. Por lo tanto, lo que termina primando al momento de dar el apoyo es la imagen del chacarero pobre, tan bien interpretado por Alfredo De Angeli, que trabaja de sol a sol para ganarse el pan. Aunque tampoco habría que descartar que algunos sí sepan cuánto ganan e igual los respalden. Ese accionar se puede explicar, en cambio, por la vigencia del sueño liberal de progreso que lleva a los que tienen poco a creer que el esfuerzo individual por sí solo alcanza para ascender en la escala social. Desde esta perspectiva, se puede arriesgar que quienes hoy vayan a Palermo en realidad se estarán solidarizando con lo que aspiran a ser, aunque finalmente nunca lo sean. Sin duda, ése es el mayor triunfo de las clases dominantes.
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