EL PAíS • SUBNOTA › VERóNICA CASTELLI, DE HIJOS, Y LA RECUPERACIóN DE SU HERMANA
› Por Victoria Ginzberg
Verónica Castelli tiene su pañuelo de HIJOS en el cuello y un cigarrillo apagado en la mano. Milita en la agrupación que reúne a los hijos de desaparecidos desde hace once años. Fue fundadora de la comisión de Hermanos, encargada de aportar a la búsqueda de los niños/jóvenes apropiados y trabaja en la Conadi (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad). Habla con PáginaI12 antes de la conferencia de prensa y lo hace por los mismos dos motivos por los que después accederá a pararse antes las cámaras: porque estas noticias pueden ayudar a recuperar otros nietos y para que nadie moleste a su hermana. Por eso mide sus palabras, para preservar en la intimidad momentos e imágenes que son sólo de ellas. Está acostumbrada a contar su historia, pero hoy el relato la hace llorar como hace tiempo no ocurría.
–¿Cómo te enteraste de que encontraron a tu hermana?
–Recibí un llamado telefónico al día siguiente de la sentencia histórica a Menéndez y los otros genocidas. Y no lo podía creer. Así me enteré. Estaba en Córdoba sin dormir porque todavía estaba festejando. Me llamaron a mi celular.
–¿Quién te llamó?
–No quiero dar detalles. Fue desde el ámbito de la Justicia.
–¿Sabías que estaba cerca la posibilidad de encontrar a tu hermana?
–No. Yo hice toda la investigación sobre la detención de mi mamá. Pero cuando llegué al testimonio de que ella estaba detenida en Epidemiología del Hospital de Campo de Mayo, donde la habían trasladado desde El Vesubio para hacerle una cesárea programada, decidí correrme de la investigación. Nunca quise estar en la situación de estar pensando que tal o cual era mi hermano o hermana y que después no fuera. Es una carga emocional muy fuerte. Hice hasta donde pude y después delegué en mis compañeros, en gente de mi confianza que trabajaba dentro de un juzgado, en mi abogada, en las Abuelas y dejé que ellos siguieran. No lo esperaba. Toda mi vida estuve convencida de que iba a encontrar a mi hermana, nunca tuve la menor duda de que lo iba a lograr porque soy ese tipo de personas que dice “es para allá” y va, pero hace pocos meses empecé a tener miedo de qué iba a pasar si me moría sin saber dónde estaba. Y no pasó.
–¿Qué podés contar de ella?
–Es difícil separar la línea entre lo público y lo privado. Siempre estuve convencida de que buscando a todos iba a encontrar al mío. Hablo porque sé que hay un montón de otros que faltan aparecer y que noticias como ésta ayudan a que se acerquen. Pero todo lo que tiene que ver con ella hace a su intimidad. Ella es una persona que se está desayunando ahora de algo y necesita estar tranquila. No quiero que nadie la moleste. Es un proceso privado y las veces que se mezcló con lo público, desde mi óptica, no fue bueno para los chicos.
–¿Qué datos tenés de tus papás?
–Mi papá y mi mamá eran militantes de la Juventud Peronista. Militaban en Montoneros. Mi papá estudiaba para ser cura, conoció a mi mamá, que era catequista, y por suerte dejó el seminario, si no nosotras no existiríamos. Sé que querían tener muchos hijos, que sabían que el país en el que vivíamos no era un lugar donde querían que nosotras creciéramos y que hicieron todo lo que hicieron por nosotras y por todos. Los secuestraron el 28 de febrero de 1977, mi mamá estaba embarazada de seis meses y medio. Yo estaba cuando se llevaron a mi papá y a los pocos días no tenía ningún recuerdo. Me dijeron que se habían ido de viaje y después me enteré, cuando ya estaba en la primaria, de cuál era la verdad. También me enteré de que tenía un hermano o hermana. No recordaba el embarazo de mi mamá. En ese momento estaba en la prensa el caso de Ximena Vicario, en el que la prensa hizo un muy mal manejo. Entonces, pensé que si la buscaba le iba a hacer mal. Cuando entré en la adolescencia empecé a necesitar saber cosas de mis padres, buscar parecidos, buscar diferencias. De hecho, acabo de contar que mi papá iba a ser cura y mi mamá era catequista y yo soy la persona más atea del universo, pero también me sirve saber que ellos no, no siempre uno se tiene que parecer. En ese momento me di cuenta de que ella no iba a poder hacer lo mismo y que quién era ella también era parte de mi historia y quién era yo era parte de la suya y la empecé a buscar. Hace once años que milito en la agrupación HIJOS, fui una de las fundadoras de la Comisión de Hermanos, hace cinco años que trabajo en la Conadi. Y... nada. No puedo más de felicidad. No tengo palabras para explicar lo que me pasa.
–Hermanos, Conadi, durante este tiempo te tocó ver otros encuentros...
–Muchas veces. Me ha tocado acompañar chicos con dudas sobre su identidad que finalmente no dieron con nadie –y que ellos crean eso también es responsabilidad del terrorismo de Estado–; me ha tocado acompañar chicos que dudaban sobre si analizarse o no y finalmente encontraron a su familia y son mis hermanos de corazón; me ha tocado ver cómo otras familias se encontraban con la persona que buscaban y es una felicidad increíble aunque no te toque a vos, pero siempre la sensación era de “que me lo dejen abrazar un ratito”. Siempre está esa sensación de cuándo me va a tocar a mí y no lo puedo creer. Y también quiero decirles a mis compañeros que buscan a sus hermanos y a las Abuelas que buscan a sus nietos que por más que yo haya encontrado a mi hermana voy a seguir buscando hasta que aparezcan todos. No me voy a correr.
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