EL PAíS • SUBNOTA › REINO UNIDO
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
En los ’90, con John Major de primer ministro, comenzaron en el Reino Unido las conferencias de prensa “presidenciales” que buscaban copiar el estilo grandioso que tienen esos eventos en Estados Unidos. Con el laborista Tony Blair, estas conferencias se convirtieron en un evento mensual ante la prensa nacional y extranjera, en el que se aceptaban preguntas durante unos 45 minutos de los principales medios británicos y, en caso de que algún tema de política exterior estuviera en primera plana, con algunas preguntas reservadas a la prensa de las naciones involucradas en ese tema específico. Con la invasión a Irak, los periodistas del mundo árabe siempre tuvieron espacio para hacer algunas preguntas.
Con Blair, el manejo de la prensa se convirtió en un verdadero arte centrado en una palabra que empezó a manejarse cada vez más en el lenguaje político y los análisis periodísticos: el “spin”. Así se denominó al “giro” que se le da a una noticia de modo de decir sólo lo que el gobierno quiere que se escuche.
Como toda estrategia, la del “spin” no era perfecta y tenía peligros. Al laborismo se lo acusó pronto de ser puro “spin” sin sustancia. Según los detractores, más que una agenda política de centroizquierda, tenía un mensaje hábilmente masajeado para presentarse como proempresa y amigo de los trabajadores, todo cristalizado en una serie de frases vacías. Nadie jamás se molestó en explicar qué era la “tercera vía” o de qué manera se podía ser a la vez “radical” (en el sentido inglés de opuesto a moderado o tibio) y de centro.
Estos excesos llegaron a su apoteosis en los meses previos a la invasión de Irak. En el afán por convencer a la opinión pública de que los iraquíes tenían armas de destrucción masiva y eran una amenaza concreta para el Reino Unido, se presentaron dos informes. En el primero, se aseguró que Saddam Hussein podía impactar al Reino Unido en 45 minutos con sus armas de destrucción masiva. Cuando se vio que este informe no había tenido la repercusión requerida, se inventó otro que se bajó prácticamente entero de Internet, copiando casi literalmente una tesis doctoral de los años ’90. Cuando finalmente se supo el origen del informe, se lo pasó a llamar el dodgy report (el informe tramposo).
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