EL PAíS
• SUBNOTA › LA CARRERA DE JULIO BLANCHOUD
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“Soy nativo de Esperanza. Nunca pensé en ser obispo, quería ser curita de pueblo porque soy del campo. Pero el Señor tiene caminos que nosotros no alcanzamos a comprender. Y nunca pude ser cura de pueblo”, afirmó monseñor Moisés Julio Blanchoud, al decir que nunca olvidó sus raíces.
“Estuve seis años de párroco en Santa Teresina, en el barrio Escalante, (de Santa Fe). Fueron los seis años más felices de mi vida, era un poquito ser cura de pueblo. Era un barrio muy importante. Me acuerdo muy bien, porque son esos acontecimientos en la vida que a uno lo marcan a fuego, el lunes 8 de febrero de 1960, a las diez de la mañana, yo estaba muy democráticamente con un guardapolvito, en ese entonces no se podía vestir como ahora, barriendo la capilla. Era una capilla de barrio, los lunes quedaba a la miseria. Me llegó un mensaje muy diplomático que decía: ‘Baje urgente a la Nunciatura’... Terminé de barrer la capillita, me fui a duchar, por supuesto. Y serían las 11 y media de la mañana, cuando suena el teléfono, era monseñor Fasolino: ‘¿Recibió un telegrama?’, me preguntó. ‘Ay, si lo sabe el arzobispo ¿qué habrá pasado?’, me pregunté. Y le dije que sí. Entonces, me fui a Buenos Aires y allí me destinaron a Río Cuarto, Córdoba, donde estuve 24 años como obispo auxiliar y después quedé como diocesano. En el año ‘84 me mandaron a Salta como arzobispo y allí alcancé la famosa edad de los 75 años cuando hay que ofrecerle al Papa la renuncia del oficio que uno desempeña. Digo el oficio, porque el cura que tengo adentro no me lo van a sacar. Entonces cuando el Santo Padre la acepta, uno queda libre. Y volví a Santa Fe, me ofrecí en el Arzobispado, donde me mandaron como capellán de parroquia (en una comunidad de monjas de clausura) que fue tocar el cielo con las manos”, concluyó.
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