EL PAíS • SUBNOTA › UN SíMBOLO QUE ENCONTRó SU FIN
› Por Carlos Rodríguez
Desde Santa Rosa
“La forma de hacer política de (Juan Carlos) Tierno siempre ha sido muy clara y contundente. El se plantaba frente a los padres, para decirles: ‘Yo pongo el cuerpo para defender a sus hijos de la droga, del delito’. Su bandera fue siempre la falsa bandera de la seguridad con mano dura y eso ha prendido en algunos sectores de la provincia, aunque acá no hay grandes problemas en materia de seguridad. Y bueno, nosotros pensamos que eso se terminó y que tiene que empezar otra historia.” Un vocero del Frente Pampeano reflexionó así sobre cómo fue creciendo, sobre todo en los sectores de clase media alta, la figura de Tierno, que ahora parece iniciar su ocaso.
A lo largo de su carrera política, sobre todo en los últimos 15 años, desde que asumió como director del Banco de La Pampa y luego como ministro de Gobierno, Seguridad y Justicia del ex intendente peronista Carlos Alberto Verna, se fue convirtiendo en un personaje inmanejable –también para su propio partido–, del que se podían esperar gestos de autoritarismo, de persecución a la prensa o denuncias como golpeador de mujeres con las que mantuvo relaciones supuestamente afectivas. Además, de su paso por el banco local quedaron denuncias por supuesto enriquecimiento ilícito que nunca prosperaron.
Sus peleas con los periodistas locales han marcado historia. En cualquier charla, por informal o banal que fuera, siempre aparecían sus latiguillos para ponerles el sello de enemigos a los trabajadores de prensa. Solía llamarlos “aparatos de propaganda” que, según él, sólo sirven para realizar sus “preparados de prensa”, similares a una receta que a Tierno siempre le caía mal. El anecdotario de Tierno es interminable, tanto como sus medidas autoritarias o su apoyo permanente a la represión de las manifestaciones sociales, desde una marcha al simple hecho de estampar una leyenda sobre una pared.
La política de minoridad ha sido uno de los objetivos principales de Tierno. En junio de 2004 creó el Instituto Provincial de Educación Socializadora (Ipesa), cuyo declamado fin era el de lograr la “reinserción social” de chicos en problemas con la ley. El lugar físico elegido fue cuestionado por el secretario general del Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de los Derechos del Niño, Pablo Villegas, quien consideró que el edificio parecía “una cárcel y no un lugar del que se dice que es una escuela de reinserción”.
En agosto de 2004, durante una visita a Santa Rosa para participar de una marcha contra la política de seguridad en la provincia, la monja Martha Pelloni dijo que Tierno marcaba “una línea de que todo se va a solucionar con leyes y con mano dura”. Por ello lo comparó con Juan Carlos Blumberg. Una encuesta, difundida para esa fecha dijo que en dos ciudades de La Pampa, Santa Rosa y Toay, el 55 por ciento de los menores de 14 años vivían en hogares pobres.
Una de las medidas que provocó una polémica sin fin fue la ley que obligaba a los jueces a abrir causas contra los padres de chicos menores de 18 años que cometieran algún delito o una simple contravención. La iniciativa fue calificada, por jueces y abogados, de “inconstitucional” y de “innecesaria”, entre muchas otras cosas. En un sólo domingo de octubre de 2004, catorce padres fueron notificados por la policía de que sus hijos habían cometido supuestos delitos. Todo ocurrió en apenas cinco horas y la ciudad fue un caos.
En enero de 2005, cerca de cuarenta organizaciones sociales, políticas y de trabajadores denunciaron la “política represiva” del gobierno pampeano, manejada por el entonces ministro Tierno. Los firmantes sostuvieron que se había vulnerado “el delicado límite entre la democracia y el autoritarismo”. Las organizaciones cuestionaron una serie de ataques realizados por la policía, por mandato del gobierno, contra paros realizados por trabajadores, marchas de protesta o simples pintadas en las calles. En ese marco se produjo la renuncia del subsecretario de Seguridad Eduardo Aguirre, quien expresó su rechazo a la política impulsada por Tierno. En ese mismo mes, la Juventud Radical calificó a Tierno de “superministro” y denunció que su accionar era “neofascista”.
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