EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
Si para algo parece no servir el pago al contado de la deuda con los países del Club de París es para favorecer el ingreso de capitales. Las cotizaciones de los bonos argentinos no se han recuperado y el riesgo país mantiene su tendencia alcista. La buena noticia es que las consecuencias de ese error de cálculo del eje Massa-Redrado no son necesariamente preocupantes, al menos para el país, sino todo lo contrario. El Fondo Monetario Internacional publicó en marzo un estudio de Dani Rodrik y Arvind Subramanian1, “¿Por qué desilusiona la globalización financiera?” Sostienen que la crisis de las hipotecas subprime ha puesto en duda la afirmación de que la ingeniería financiera reciente generó grandes beneficios. “En el frente internacional, dejando de lado las crisis financieras, cada vez parece más claro que es difícil encontrarle beneficios a la globalización financiera, que no produjo mayor inversión ni más crecimiento en los mercados emergentes”, dicen. La prueba es que los países que han crecido a mayor velocidad, “son aquellos que menos confían en el ingreso de capitales” mientras la globalización financiera no derivó en mayor consumo o menor volatilidad. Quien quiera defender la globalización basado en la evidencia deberá recurrir a argumentos “indirectos, especulativos y, en nuestra opinión, inconvincentes. Es hora de un nuevo paradigma de la globalización financiera, que reconozca que más no es necesariamente mejor”. Según el país y el contexto, el rol de la política económica “será tan a menudo detener el ingreso de capitales como alentarlo. Los gobernantes que vean desafíos solo desde la última perspectiva cometerán graves errores”. En noviembre pasado otro paper sobre “Foreign Capital and Economic Growth”, del ex director del departamento de investigaciones del FMI, Raghuram G. Rajan, entre otros autores, analizó el efecto sobre el crecimiento del reciente fenómeno del flujo de capitales desde países no industriales hacia países industriales. Para su sorpresa, encontraron que “los países que menos dependen del capital extranjero obtienen mayor crecimiento”. Esta correlación es más nítida si se trabaja sobre promedios en largos períodos, “pero en ningún caso encontramos evidencia alguna de que un aumento en el ingreso de capitales extranjeros tenga reflejo directo en un mayor crecimiento”. Pero hace ya diez años, en un trabajo publicado en Foreign Affairs, el ex asesor de política económica del GATT, Jagdish Bhagwati, había advertido contra lo que bautizó como el “Complejo Wall Street-Departamento del Tesoro”, parafraseando el discurso final de Eisenhower sobre el complejo militar-industrial que amenazaba la democracia en su país. El trabajo, titulado “The Capital Myth. The Difference between Trade in Widgets and Dollars”, objetó el mito de que mayor libertad en el flujo de capitales produciría mayores beneficios. “Las grandes ganancias se afirman pero no se comprueban y la mayor parte de los beneficios pueden obtenerse de la inversión directa”. Bhagwati sostiene que los intereses jugaron un rol principal en la construcción del mito. “Las compañías financieras de Wall Street tienen un obvio interés propio en un mundo de movimiento libre de capitales, ya que ensancha el escenario en el que ganan dinero. No es sorprendente, entonces, que Wall Street haya remado en esa dirección en las turbulentas aguas del lobby político de Washington”. Mucho sufrimiento se hubiera ahorrado la Argentina si en lugar de esos mitos hubiera seguido el consejo de la obra clásica de Aldo Ferrer, Vivir con lo nuestro.
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