EL PAíS • SUBNOTA
- Oscar Araiz (coreógrafo): “Me siento muy confundido e impotente frente a esta situación que está atravesando el Colón. También me asombra que se cuestione su existencia. Antes que nada debo decir que si no se justificara la existencia de un teatro de ópera en el siglo XXI, tendríamos que renegar de nuestra historia. Aunque fuera solamente para preservar nuestro patrimonio cultural, un teatro como el Colón debe ser cuidado. Pero la preservación no parece un elemento de nuestra cultura. Ahora bien, que los espectáculos o el concepto de la ópera, tal como se presentan en el Colón, estén justificados, es otra discusión. Lamentablemente, creo que estamos muy atrasados con respecto al lenguaje, al estilo y a la manera en que se presentan los espectáculos hoy en día. Eso no significa que no haya orquestas, régisseurs y cantantes de calidad y talento. Pero me parece que también podríamos apreciar ópera o danza con conceptos más actualizados, conviviendo con la tradición, sin tener que crear un espacio aparte para la experimentación. Ya ése concepto me parece un poco fosilizado. Es difícil predecir cómo se sale de esta crisis, cómo revertir tanto daño. Indudablemente hubo una total ausencia de reflexión y demasiada ignorancia. Si las acciones dejaran de ser compulsivas, o manejadas por intereses políticos o personales, sería un buen punto de partida. Sé que hay mucha gente que ama al teatro sin haber entrado nunca, muchos otros que lo aman habiendo pasado partes de sus vidas adentro, y otros que dicen amarlo como una declaración de principios. Pero no se ama declarando amor: cuando la gente trabaja en un lugar y lo cuida, lo limpia y lo respeta, y es consciente y agradece ése privilegio en vez de especular, esa es una manera de amarlo. Se necesita un análisis profundo sobre las causas de esta situación, por qué las cosas llegaron a estar como están, y articular en carácter de urgencia alguna estrategia para contrarrestar el daño que se ha hecho hasta ahora”.
- Hernán Piquín (bailarín): “Lo que está pasando con el Colón me da vergüenza. Que hoy por hoy los cuerpos estables, el ballet, el coro, la orquesta, estén todos diseminados por otros lugares, sin que a nadie parezca importarle encontrar una solución, es una situación casi absurda. También son absurdos los rumores que corren. Yo hice toda mi escuela de ballet ahí, fui primer bailarín del teatro, hoy escucho que mis compañeros me dicen que en las aulas donde tomábamos clases y ensayábamos podrían hacer cafés. Lo peor es que a esta altura todo parece posible. Manejos como el del Colón te sacan las ganas de hacer lo que amás. Por eso son tantos los que, después de formarse en el Colón, se van afuera, porque lamentablemente acá no tienen futuro. Hay algo que se olvida, se ignora o se quiere hacer ignorar, y es que el Colón es nuestro, es para todos”.
- María Julia Bertotto (vestuarista y escenógrafa): “Amo ese teatro, me siento ligada a él, más allá de una cuestión profesional, diría que desde la piel. Desde ese amor que siento lamento profundamente que a ese teatro vayan a parar los directores de acuerdo a los vaivenes de la política, según quién gobierna el país o la ciudad, o quién tiene más fuerza de presión. Eso siempre me pareció absurdo, aún cuando el elegido fuera una persona de mi simpatía o con quien coincidiera ideológicamente. No creo que un puesto de semejante nivel de especialización pueda ser dirimido a dedo. El director del Colón debe ser elegido por concurso, y no por una lotería política. Y una vez que se encuentra una persona capaz de asumir semejante desa-fío, se lo debe cuidar y mantener en el cargo”.
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