EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Roberto Follari *
Cobos es un político afortunado; nunca construyó una fuerza, pero siempre pivotéo sobre lo construido por otros. Inicialmente, el radical Roberto Iglesias lo impulsó a la gobernación de Mendoza; el hoy vicepresidente lo dejó para enrolarse con el kirchnerismo. Como desconocido que iba bajo el nombre de Cristina, llegó a la vicepresidencia; allí vio aparecer el movimiento patronal-agrario opositor, con el cual se alió contra los que lo habían llevado al cargo.
Ahora se ha visto con el apoyo de ese complejo mediático-agrario que es la oposición, sin contar con un partido propio a nivel nacional. Para encontrar apoyo se ha aliado nuevamente al radicalismo, el cual le ha dado lugar a regañadientes, visto que no cuenta con ningún candidato propio con peso en la opinión pública. Como el radicalismo se había ya unido con Carrió, el ex gobernador ha quedado incluido en una incómoda alianza con esa ya autoasumida candidata.
Cobos votó contra quienes lo habían elegido cuando el famoso “no positivo”, pero si ello estuvo bien o no, es opinable; no era fácil decidir en esa circunstancia. En cambio, sí es claramente reprochable haberse sumado inmediatamente a los adversarios de su propio gobierno para aprovechar la popularidad encontrada entre quienes detestaban la posición política que él venía defendiendo. Aun más problemático resultó que no renunciara a su cargo de vicepresidente, al cual llegó con los votos de aquellos a los que ha dado la espalda. De hecho, no ejerce tal vicepresidencia, pues no forma parte efectiva del Gobierno. Pero es notorio que ese lugar le sirve para hacer campaña y permanecer en la agenda.
En su momento, los radicales Roberto Iglesias y Gerardo Morales no ahorraron epítetos contra Cobos, ataques a los cuales solía sumarse el hoy candidato Ernesto Sanz, insólitamente presentado ahora como “hombre de Cobos”. La UCR resentía haber llevado como candidato a alguien que luego se pasó a la Concertación, y el partido entendió esa decisión como una fuerte deslealtad a su mandato. Como es sabido, lo mismo sintieron después la mayoría de compañeros de ruta de Cobos en la Concertación, abandonados súbitamente por quien se trasladó a terreno adversario.
Al principio, en la UCR festejaron lo que creyeron era el regreso del hijo pródigo. Pero en estos días lo están repensando.
Al margen de las enormes cicatrices que dejó en el radicalismo –sobre todo en Mendoza, pero no sólo allí– el paso de Cobos por la Concertación, el cambiante vicepresidente ahora está propinando nuevos golpes a sus aliados. Con curiosa soltura, declara que “necesita el partido para que le dé respaldo, no para que le marque la agenda”. O sea, un partido al cual Cobos pertenezca, pero al cual no le deba compromiso alguno.
Es que tan extraña declaración –que muestra el perfil individualista de quien no ha transitado la militancia partidaria– viene luego de dos fuertes transgresiones a lo que podría esperarse de quien hace una alianza política. En la provincia de Buenos Aires, tras poner algunos candidatos suyos en una lista única junto con los de la UCR y Carrió, planteó colectoras con candidatos propios por listas aparte en varios de los municipios. Tamaña afrenta a las condiciones de un acuerdo llevó a que la justicia electoral interviniera, por cierto que anulando al partido de Cobos (Confe) en esa provincia. Es decir: la UCR tuvo que ir a la justicia electoral contra Cobos y sus seguidores. Esta vez, la UCR ganó.
Pero no conforme, el ex gobernador mendocino decidió lanzarse a una reunión con De Narváez, increíblemente presentada como de “carácter institucional”. Allí Cobos daba apoyo a alguien que no se presentaba a la Justicia el mismo día de su no-presentación, quien es a la vez un destacado adversario político de la alianza de la que Cobos forma parte.
Quizás a la población mayoritaria poco le importen estos rechazos a las condiciones elementales de la lealtad política; incluso a algunos podrían caerles bien. Son las paradojas de quienes hacen política apostando a no parecer políticos. Pero es un juego que a largo plazo se desgasta, porque se hace difícil ocultar la finalidad político-personal presente en las diferentes acciones. Todo esto es una pena para quienes, en alguno de los momentos de la trayectoria cambiante de Cobos, hemos creído en su compromiso y su palabra. Y la pregunta es muy simple: ¿quiénes serán los próximos desencantados, luego de las elecciones legislativas?
* Profesor de la Universidad Nacional de Cuyo.
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