EL PAíS • SUBNOTA › LA REACCIóN DE LOS ORGANISMOS EN LA CALLE
› Por Diego Martínez
“Es una alegría inmensa, total”, admitió Enrique Fukman, sobreviviente de la ESMA. “Hoy quedó claro que ellos también son vulnerables”, reflexionó Graciela Daleo. “Es un momento histórico”, afirmó Julio Piumato, secretario de Derechos Humanos de la CGT. Los tres hablaron desde arriba de un trailer en la vereda de Comodoro Py, rodeados por dos centenares de pibes de Hijos, Libres del Sur y la CTA, entre otras agrupaciones.
“Papá estuvo en la promoción de Astiz y Cavallo, pero se rebeló ante la doctrina de la Seguridad Nacional y lo echaron”, recordó Mariana Galli, de Hijos-Madrid, que con un año y medio pasó tres días en la ESMA. Rememoró el paso de Mario Galli por la JP, por Montoneros y su caída en 1977. “Reivindico a mi papá, a mi mamá y a mis abuelas (todos desaparecidos), reivindico su lucha y sus ideas”, afirmó. También Camilo Juárez, de Hijos-Capital, leyó un poema y un relato autobiográfico de su papá, Enrique “Quique” Juárez, cineasta y dirigente de la JTP desaparecido en la ESMA.
“En el edificio a mi espalda (sede de la Armada) se decidió el exterminio. En esa capilla monseñor Graselli le decía a mi mamá que rezara. Y en ese puerto yo era delegado de cien compañeros”, recordó Carlos Loza, hoy delegado de ATE-CTA. Lita Boitano, titular de Familiares, recordó que “monseñor Emilio Grasselli está vivo y debería estar también acá”.
“Este juicio no es un techo. Vamos por más, hasta que cada genocida sea juzgado y castigado. Sabemos que muchos no llegarán a tener sanción judicial, pero sí política: no podrán ocupar cargos públicos, ni ser docentes, ni circular sin ser reconocidos. Separarlos de la comunidad es una forma que también podemos ejercer”, explicó Daleo.
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