Jue 25.02.2010

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINIóN

Un miércoles sugestivo

› Por Mario Wainfeld

Fue un miércoles productivo en noticias: la reunión de la Presidenta con la flor y nata del empresariado, la decisión de la Cámara sobre el Fondo del Bicentenario (FoBic), la reaparición pública de Néstor Kirchner, la interrupta sesión preparatoria del Senado. Todas trasuntan el nuevo escenario político, con menor peso relativo del oficialismo. El Congreso deparó el suceso más dinámico aunque provisorio; la Justicia, el más relevante. El cónclave con el establishment y el acto justicialista respondieron a lo esperable.

Las elecciones dejaron su huella, que signará los dos años venideros. Un esquema de poder compartido con un oficialismo en baja, pero contando con bloques parlamentarios disciplinados y un liderazgo claro. En la otra vereda, referentes opositores con buenas perspectivas para los comicios del 2011, pero divididos por su competencia interna, sólo unificables para hacer frente al Ejecutivo, muy lejos de alentar un proyecto colectivo. Fuera del Congreso, su afectio societatis ronda el cero.

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El 37 a 35 que no fue. El abanico de opositores aseguró durante días contar con los 37 votos necesarios para imponer su voluntad en la Cámara alta. Conciliaron entre ellos un esquema de reparto de comisiones, pagando muy buen precio a los más remisos: un bloque de oportunidad, liderado por el justicialista Carlos Verna, “cobró” lujosamente en la piñata de las comisiones del Grupo “A”. Luis Juez, que integra ese colectivo de improbable afinidad ideológica, tuvo gracejo para la autodefinición: primero incurrió en el consabido “no nos une el amor sino el espanto”, después habló de una UTE (Unión Transitoria de Empresas). El senador cordobés prefirió definirse como “no oficialista” antes que como opositor y no se privó de nada para cuestionar al Gobierno.

Treinta y siete votos eran imprescindibles para imponer la ley del número, sin acordar con el FpV. No mediaba allí concesión alguna ni consenso elaborado, apenas un esquema a libro cerrado. Si se habla en serio, es imposible un consenso con exclusión de la primera minoría. El diseño de las comisiones reflejaba la primacía de una mayoría tan válida como contingente. Se habló durante días de un acta que documentaba la existencia de las 37 voluntades. El documento en cuestión carece de valor legal, pues el voto en el Congreso es presencial, no reemplazable por un instrumento privado firmado con antelación. La intención del acta era dual: por un lado amarrar las adhesiones, impidiendo eventuales fugas; por otro, demostrar fuerza. Nunca se exhibió el papel, lo que torna dudosa su existencia, al menos con todas las firmas estampadas.

Fue la sesión del “No”. En el recinto, los “no oficialistas”, que se aprestaban a votar “no positivo”, no consiguieron la cifra cabalística. Para que prime la ley del número, hay que contar con los cúrales bien ocupados. El bloque del FpV les negó quórum para la votación, que quedó en veremos.

Retacear quórum es una herramienta parlamentaria válida, de la que se han valido todas las fuerzas políticas en desventaja en los últimos veinticinco años. Es también una jugada que subleva a quienes anhelan sesionar. El rol playing de la tarde de ayer se vivió “n” veces, con distintos actores.

El vicepresidente Julio Cobos quedó descolocado por los reflejos de Miguel Pichetto, jefe del bloque del FpV: habló de levantar la sesión. Desde las bancas aliadas le indicaron la corrección: la sesión podía seguir para habilitar la catarsis de los 36 senadores sentados, lo imposible era votar.

La conformación de las comisiones pasó para el miércoles próximo. Hasta ahí se abre una disyuntiva: si la oposición logra el aval del senador Carlos Menem, tendrá su festejo demorado y redoblado. Si el trance se prolonga, habrá alguna hendija para una nueva negociación, a la que aspira el FpV. En el ínterin se acumularán diatribas contra la figura del decisivo ex presidente. No las hubo cuando su intervención fue crucial para rechazar las retenciones móviles, en ese momento determinó el empate en 36. El doble standard es de rigor en la cultura política doméstica.

A los ojos del cronista, la propuesta opositora era insatisfactoria porque consagraba una mayoría ficticia y recortaba en exceso el espacio del oficialismo. Tenía un tufillo acentuado a vendetta y a palo en la rueda. La respuesta del FpV, amén de precaria, tampoco resuelve nada. El juego de suma negativa sigue siendo la regla desde principios de año.

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La Corte y los tiempos. La Sala IV de la Cámara en lo Contencioso Administrativo concedió el recurso extraordinario interpuesto por los abogados del Estado, pero se negó a suspender la medida cautelar que traba la formación del FoBic (ver asimismo página 7). El expediente se elevará a la Corte Suprema, los trámites normales insumirán su tiempo, al que la Corte añadirá un tránsito lento para inducir a que el entuerto sea resuelto por los otros dos poderes del Estado. Es un criterio sensato, verbalizado en público por su presidente Ricardo Lorenzetti.

Parece imposible que el Senado refrende el decreto de necesidad y urgencia (DNU), a partir de la oposición del inefable repúblico Verna. El oficialismo, si persiste en concretarlo, deberá redactar un proyecto de ley apto para sumar a parte de los legisladores opositores. Da la impresión de ser una empresa muy ardua, máxime después del desgaste de estos meses. Como piso, deberá ser más rigurosa en la estipulación de los fondos a transferir. La mención a las reservas de “libre disponibilidad” contenida en el DNU era de bajo rigor técnico (el concepto se liga a la convertibilidad, no al régimen vigente) y podía hacerse extensiva a un guarismo mucho mayor, lo que disparó lógicas suspicacias opositoras. Además, Casa Rosada deberá agregar incentivos para las provincias o para los diputados de la centroizquierda. Desde luego, las respectivas demandas son bien diferentes, lo que dificulta aún más la tarea que exige una gimnasia de concesiones inusual para el oficialismo.

El rechazo de la Cámara termina de comprobar cuán errada fue la metodología oficial. Fue por la confrontación sin medir la correlación de fuerzas con la oposición y con el ex presidente del Banco Central Martín Redrado. Leyó mal el horizonte parlamentario y manejó flojamente su táctica judicial.

Y, last but nos least, eligió un camino de legalidad dudosa, por decir lo menos. La, no siempre sencilla, discusión acerca del fin y los medios sólo tiene miga cuando se logran los objetivos previstos. Si se enfila por atajos y se llega a la derrota, ésta se duplica.

Floja fue la percepción de la realidad, al punto de empiojar una iniciativa que podía haber pasado fácilmente por el Congreso antes de diciembre. Y que, aun ahora, podría colar si el contexto no fuera tan antagónico. Un dato central le da racionalidad: al Central le sobran dólares para mantener la paridad cambiaria y desalentar corridas en la City. Y al Fisco le faltan dólares para pagar la deuda externa. Un pase, en cantidades medidas, podría beneficiar la reapertura del canje, votada por una mayoría cómoda hace poco tiempo.

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La mano de Dios. El funcionamiento y la integración del Senado quedaron en un limbo episódico, que devendrá anécdota más pronto que tarde. La sentencia de la Cámara optó por un racional criterio político antes que jurídico: no agregar un factor más de conflicto entre poderes. En el camino, sus integrantes fueron objeto de presiones criticables. La menos relevante fue una recusación pobremente fundada por diputados opositores y venteada por los medios ídem. La más chocante fueron las declaraciones periodísticas del juez Carlos Fayt, abusando de su autoridad frente a un tribunal inferior que tenía un expediente a estudio. La intervención del Supremo fue imprudente e indebida, el blogger jurídico Gustavo Arballo la destripa inobjetablemente en su blog Saber derecho. Si un cortesano trata de imponerle, a través de los medios, una sentencia a otro tribunal, las Asociaciones de Magistrados deberían poner el grito en el cielo, es un atropello a la autonomía de los jueces. No lo harán, porque concuerdan con la solución preconizada por Fayt. La calidad institucional se declama pero, de ordinario, no se autoxige. En el Agora criolla sólo se clama contra los goles con la mano cuando los convierte el equipo contrario.

El voto popular alteró el escenario. Esa es una de las virtudes de la democracia, el poder concedido es finito. Con los poderes fácticos, muy otro es el cantar: perduran. Y, dicho sea de paso, crecen cuando el sistema político pierde volumen. Ese riesgo acecha al sistema actual. El oficialismo no acomoda sus tácticas a la nueva coyuntura, no busca vías de negociación y conciliación. Los no oficialistas se engolosinan con ganar votaciones por un margen mínimo y se consagran más al veto que a la propuesta. El empate de impotencias es el resultado más recurrente, ayer se escenificó en el Honorable Senado.

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